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martes, 13 de septiembre de 2022

MANZANARES Y LA PROVINCIA DE CIUDAD REAL DURANTE LA PRIMERA GUERRA CARLISTA (1833 - 1840): Capítulo 3. Las primeras guerrillas carlistas (noviembre 1833 - junio 1834)

El ya comentado fallido intento de arresto de Manuel Adame el Locho en el mes de octubre tuvo fatales consecuencias para el mantenimiento del orden público, ya que alrededor de su figura se organizó la resistencia carlista en la provincia de Ciudad Real. Las primeras guerrillas carlistas que empezaran a operar en la zona estuvieron lideradas por el propio Adame y por hombres de su confianza, muchos de ellos antiguos oficiales que habían servido bajo su mando durante la Guerra Realista (1822-1823). Estos grupos guerrilleros recibían en la época curiosos nombres como gavillas, facciones o partidas, términos que también utilizaremos en este libro. A continuación, describiremos la trayectoria de las principales partidas en estos primeros meses de guerra.


La partida de Juan Vicente Rugeros, alias Palillos.

Juan Vicente Rugeros, también conocido como Palillos, nació en 1785 en Almagro y sus primeros años de vida no hacían presagiar el carácter guerrero e indómito que demostró durante la Primera Guerra Carlista[1]. A diferencia de Adame, sus orígenes no fueron humildes, ya que sus padres tenían una fábrica de palillos para la realización de encajes, de ahí el apodo por el que era conocido, y tampoco participó en la Guerra de la Independencia. Fui a partir del Trienio Liberal (1820-1823) cuando unió su suerte a la de Adame. Las primeras noticias que se tienen sobre su participación en política es en 1820, cuando se enfrentó a las autoridades liberales de Almagro, y al año siguiente, cuando formó parte de un motín a consecuencia del cierre del convento de San Francisco de esta localidad. Tras ser detenido en varias ocasiones por su militancia absolutista, en febrero de 1823 se unió a la partida de Adame durante la Guerra Realista. En este conflicto destacó en varias acciones bélicas por lo que fue condecorado y alcanzó el grado de oficial. Finalizada la Guerra Realista se integró en el ejército regular, siendo nombrado teniente. Al igual que Adame, participó en las conspiraciones ultras contra Fernando VII lideradas por el general Jorge Bessiéres en 1825. Aunque fue absuelto por falta de pruebas, su participación en estos hechos provocó que fuera licenciado del ejército. El sentimiento absolutista de Juan Vicente era compartido por su familia, por su hermano Francisco y por su hijo Zacarías que le acompañarán en sus correrías durante la guerra. De hecho, su hermano Francisco era teniente de los Voluntarios Realistas. Con estos antecedentes, más las sospechas de su participación en nuevas conspiraciones[2], la familia estaba en el punto de mira de las autoridades. En las ya comentadas detenciones de octubre de 1833 Francisco se encontraba entre los detenidos que debían ser deportados a Ceuta[3]. Sin embargo, Juan Vicente pudo eludir su apresamiento y a los pocos días, a principios de noviembre, se sumó a la rebelión carlista, liderando en Alcolea de Calatrava la primera guerrilla de la que tenemos noticia en la provincia de Ciudad Real.

La partida de Juan Vicente Rugeros actuó de forma independiente muy pocos días ya que el activo coronel Yarto, al mando de los húsares de la Princesa, la derrotó de forma expeditiva en dos ocasiones. El primer combate sucedió a unos 15 kilómetros de Alcolea de Calatrava, en las cercanías del castillo de Calabazas. Las tropas de Yarto sorprendieron a los carlistas al amanecer del día 9 de noviembre y éstos huyeron de forma precipitada hacia el valle de Alcudia[4]. Los fugitivos fueron perseguidos por una veintena de húsares que les volvieron a dar alcance el día 11 a las cuatro de la tarde ya en la zona de Alcudia. Este segundo combate se saldó con seis guerrilleros muertos y la dispersión de los supervivientes[5]. Esta es la primera ocasión en la que se tiene constancia de fallecidos en combate en la provincia de Ciudad Real durante la Primera Guerra Carlista. Estos seis muertos serán los primeros de una larga lista que llenará de desolación la provincia durante los siguientes siete años. Después de estos combates, Juan Vicente Rugeros se incorporó a la partida de Manuel Adame y pasará a un segundo plano hasta el año 1835, en el que se convertirá en el principal líder guerrillero en la provincia, protagonismo que conservará hasta el final de la guerra.

Estandarte de la partida de Palillos. Colección Baleztana


La partida de Eugenio Barba.

Otro importante líder guerrillero en estos primeros meses fue Eugenio Barba, que al igual que Juan Vicente Rugeros también fue oficial de Manuel Adame durante la Guerra Realista. La prensa liberal de la época publicó una detallada biografía de Eugenio Barba que nos traslada la típica imagen del guerrillero carlista, que lejos de tener altos ideales políticos, parece más un delincuente oportunista que busca en la guerra una forma de ganar fortuna y notoriedad[6]. Eugenio Barba nació en 1787 en Aldea del Rey en el seno de una familia de labradores, que con no pocos esfuerzos intentaron dar educación a su hijo en la escuela de latinidad[7] de Granátula de Calatrava. Después de tres años abandonó los estudios sin alcanzar grandes progresos para ingresar en el ejército como cadete en el regimiento de caballería de Calatrava. Tampoco duró mucho en el ejército y al tiempo regresó a Aldea del Rey donde abrió una taberna. Su carácter altanero le llevó a participar en una reyerta donde recibió una puñalada que le dejó convaleciente durante varios meses y le obligó a cerrar la taberna dejando una cuantiosa deuda. La vertiginosa caída de Eugenio Barba, de honorable estudiante y militar a tabernero pendenciero y arruinado, se aceleró de forma definitiva en el siguiente capítulo de su vida ya que, privado de ingresos y patrimonio, se convirtió en salteador de caminos. Tras unos años en los que se le perdió la pista, reapareció en 1823 como capitán de un escuadrón de caballería de las fuerzas realistas de Manuel Adame, unidad que según la crónica periodística estaba formado por ladrones y forajidos de la zona. No tardó en aprovechar su nueva posición como oficial en beneficio propio, robando y vejando a sus antiguos vecinos de Aldea de Rey y ensañándose especialmente con sus propios hermanos y con un sacerdote que le había denunciado en sus tiempos de salteador de caminos. También sacó gran provecho del botín obtenido en el robo de las iglesias de Toledo cuando las tropas de Adame tomaron la ciudad, ya que se dedicó a vender con total impunidad todo tipo de objetos religiosos como casullas, sacras, vinajeras, etc. Tras la restauración del poder absoluto por parte de Fernando VII en 1823, que supuso el final del Trienio Liberal, Eugenio Barba ingresó en el ejército con el grado de capitán. Su primer destino fue un regimiento de caballería con base en Badajoz, pero el coronel al mando de la unidad, deseando librarse de tan peculiar oficial, maniobró para que se le concediese el retiro del ejército. Estando ya asignado al depósito de Jaén, fue nombrado fiscal de la comisión militar de Granada, a pesar que según el periódico apenas sabía leer y escribir. Tampoco duró mucho como fiscal, ya que las tropelías cometidas por Barba en el cargo provocaron que fuera cesado. En el momento de la muerte de Fernando VII vivía en Almagro del sueldo que cobraba como fiscal cesante.

Este negativo retrato de Eugenio Barba que nos proporciona el periódico El Universal hay que tomarlo con cierta cautela. La prensa de la época estaba fuertemente alineada con las opciones políticas liberales y es posible que este tipo de información se utilizase como un instrumento más de guerra, para ridiculizar o denostar a los carlistas, quizá de forma exagerada o sensacionalista. En este sentido, la Primera Guerra Carlista tiene características de las guerras modernas, en las que ya no sólo se combate en los tradicionales escenarios de la guerra, la tierra o el mar, sino que también se lucha en el ámbito de las ideas a través de los numerosos periódicos surgidos al calor de las libertades que progresivamente instaurará el nuevo régimen liberal.

Volviendo al año 1833, Eugenio Barba se unió a los carlistas el 14 de noviembre levantando una partida en su población natal de Aldea del Rey, siguiendo la estela ya descrita de Juan Vicente Rugeros, que días antes se había pronunciado en Alcolea de Calatrava. Fiel a su trayectoria criminal, esta primera partida comandada por Barba estaba formado por nueves presos escapados de la cárcel que iniciaron su aventura robando caballos en Aldea del Rey[8]. De nuevo, los omnipresentes húsares de la Princesa salieron en persecución de la partida de Barba desde Almagro alcanzándola el día 16 en las cercanías de Calzada de Calatrava, en un cortijo a los pies de la sierra. Los soldados consiguieron abatir al segundo de Barba, el alférez retirado Miguel Valiente, recuperando la mayor parte de los caballos robados. El resto de integrantes de la partida se dispersaron a pie y Barba consiguió escapar gracias a la velocidad de su caballo. Tras esta primera derrota, Barba se refugió en la zona de sierras al suroeste de la provincia, en las cercanías de Calzada de Calatrava, que por lo accidentado del relieve era un terreno ideal para las guerrillas carlistas. Según las noticias de prensa Barba continuó rodeándose de bandoleros y contrabandistas[9].

Recreación de un guerrillero carlista de la zona de La Mancha[10].


La partida de Manuel Adame el Locho.

Aunque la partida de Eugenio Barba fue relevante en estos primeros meses de guerra, la más importante y la que más atención recibió por parte de la prensa fue sin duda la liderada por Manuel Adame el Locho. Tras escapar de su arresto en el mes de octubre organizó una partida integrada por una veintena de hombres que actuó en la misma zona que la guerrilla de Eugenio Barba, en las sierras del suroeste de la provincia, sin atreverse a operar en áreas de llanura o más pobladas por lo reducido de sus fuerzas[11].

De nuevo, los húsares de la Princesa del coronel Yarto, en esta ocasión apoyados por los granaderos de la Guardia Real Provincial, fueron los responsables de derrotar y disolver esta primera partida de Adame. Una columna móvil de húsares y granaderos se internó en el valle de Alcudia y atacó el 20 de diciembre en lo alto de un collado a los guerrilleros carlistas. Aunque el combate se saldó con un solo fallecido, se consiguió dispersar a los carlistas. En los días siguientes, la acción combinada de las tropas de Yarto y de las autoridades municipales de Almodóvar, Brazatortas, Almadén, Alamillo y el administrador de Alcudia, que enviaron milicianos para cerrar todas las salidas del valle, consiguieron acabar definitivamente con este primer grupo liderado por Adame[12]. En los días siguientes hay numerosas noticias que hablan de la captura de los miembros de la partida de Adame o que aquellos que consiguieron escapar se presentaban en sus poblaciones para entregarse y acogerse a los indultos que ofrecía el Gobierno a los carlistas arrepentidos[13]. Las autoridades tomaron dos importantes medidas para incentivar estas deserciones. En primer lugar, el 27 de diciembre ofrecieron una recompensa de 6.000 reales por la captura de Adame y de Juan Vicente Rugeros[14], que como ya hemos comentado se había integrado en la partida del primero, y de 5.000 reales en caso de capturar a solo uno de los dos cabecillas. En segundo lugar, prorrogaron los indultos a los carlistas arrepentidos durante 20 días más a partir del 5 de enero[15]. Sin embargo, el escurridizo Adame no fue capturado y durante semanas se perdió su pista completamente. A finales de enero se especulaba con que Adame intentaba refugiarse en Portugal y que Juan Vicente Rugero seguía vagando en solitario por los montes[16].

Estos éxitos contra las guerrillas durante los primeros meses de la guerra se debieron sin duda a la acción decidida del coronel Tomás Yarto. En reconocimiento a sus méritos, fue nombrado comandante general interino de la provincia de Ciudad Real[17]. El cargo lo ocupó hasta el 14 de diciembre, fecha en la que asumió la comandancia militar de la provincia el mariscal de campo Francisco Ramonet[18]. El coronel Yarto aún permaneció en la provincia hasta el día 25 de diciembre, siendo su último gran servicio la derrota de Adame. El nuevo comandante Francisco Ramonet dividió la provincia en cuatro zonas y en cada una de ellas desplegó una columna móvil con tropas del ejército de infantería y caballería que, con el apoyo de las milicias urbanas, tenían como misión perseguir a bandoleros y carlistas en su área de responsabilidad[19].

La aparente tranquilidad lograda con las victorias del mes de noviembre y diciembre de 1833 sobre Manuel Adame, Vicente Rugeros, Eugenio Barba y otros cabecillas de menor entidad como el bandolero Colorado[20] se vio de nuevo truncada con la llegada de la primavera. En el mes de marzo de 1834 se publicó una inquietante noticia sobre la marcha de 50 hombres de Ciudad Real, Miguelturra y otros pueblos para unirse a una nueva partida que estaba organizando Manuel Adame[21]. Al contrario de lo que se había publicado, Adame no sólo no había huido a Portugal, sino que había aprovechado los meses de enero y febrero para organizar la mayor partida carlista desde el inicio de la guerra compuesta en un principio por unos 120 hombres, de los cuales 30 iban a caballo.

La partida de Adame fue localizada a los pocos días desplazándose en dirección hacia Alcolea de Calatrava. La columna móvil de poniente, liderada por el capitán del regimiento provincial de Córdoba Luis Clavería, se desplazó rápidamente hacia Alcolea batiendo a los rebeldes el 11 de marzo. El encuentro no fue concluyente ya que las fuerzas de Adame huyeron aprovechando la llegada de la noche, dejando sobre el terreno cuatro guerrilleros muertos y dos caballos que fueron capturados por los militares[22].

En los siguientes días reinó la confusión sobre el paradero de Adame ya que se publicaron noticias que le ubicaban en sitios tan distantes como los montes de Toledo, Fontanarejos, Baeza, Andújar o huyendo hacia Extremadura[23]. Además, algunas de estas noticias elevaban hasta 500 el número de efectivos rebeldes con lo que la sensación de alarma debió cundir por todos los pueblos de la provincia.

Los acontecimientos se precipitaron a partir de mediados de abril. El día 13 de este mes la partida de Adame apareció para sorpresa de todos en Villarrubia de los Ojos, con intención de aprovisionarse de suministros, pero la milicia urbana de la localidad se fortificó en la casa del pósito, en la plaza principal, y consiguió rechazar a los carlistas sufriendo cinco bajas mortales entre sus filas. Sin embargo, no pudieron evitar que las tropas de Adame secuestraran a dos vecinos[24]. Esta práctica del secuestro de personas acomodadas fue habitual en la provincia de Ciudad Real durante la guerra ya que con las recompensas pagadas por las familias se financiaban las partidas carlistas.


La batalla de Ruidera (abril de 1834). La importante contribución de Manzanares en la derrota de Manuel Adame el Locho.

La noticia del ataque a Villarrubia de los Ojos se extendió rápidamente por los pueblos vecinos. En el caso de Manzanares, situada a 33 kilómetros de Villarrubia, la noticia llegó a las 7 de la tarde del mismo día 13, gracias a un oficio enviado por alcalde de Puerto Lápice[25]. Afortunadamente, en esos momentos Manzanares no estaba indefensa ya que la localidad era un punto estratégico para el ejército en el que se había establecido un depósito de los quintos reclutados en la provincia que debían incorporarse a realizar el servicio militar. En esas fechas, además de los miembros de la milicia urbana, había en Manzanares más de 500 mozos y casi un centenar de militares de diferentes unidades que se habían desplazado hasta la localidad para recoger a los reclutas.

Ante las alarmantes noticias de la proximidad de las fuerzas de Adame, las autoridades locales civiles y militares se reunieron para organizar la defensa. En este punto hay controversia entre los diferentes relatos que nos han llegado de los hechos. El acalde mayor de Manzanares se atribuyó todo el mérito de las disposiciones tomadas junto con el comandante de armas de la localidad, Bernardo Ferrón. Sin embargo, en días posteriores, el subdelegado de Fomento, máxima autoridad provincial, acusó al alcalde mayor de atribuirse decisiones que en realidad habían tomado el comandante del depósito de quintos de Manzanares el teniente coronel graduado Andrés Bonet, el comandante de armas Bernardo Ferrón y el responsable de Hacienda Ramón Moreno.

Independientemente del rol jugado por cada uno de estos personajes, se tomó la decisión de que las fuerzas militares que se encontraban en Manzanares saliesen de forma inmediata en dirección hacia Villarrubia de los Ojos, quedando la defensa de la localidad y la custodia de los quintos en manos de la milicia urbana. Los quintos podían ser un sustancioso botín para Adame ya que en caso de tomar Manzanares podía engrosar sus propias filas con muchos de los reclutas. De hecho, era común que muchos desertores del ejército se unieran a las partidas carlistas ya que preferían combatir en las guerrillas que operaban cerca de sus poblaciones antes que ser enviados como soldados a frentes lejanos.

De nuevo, hay algunas divergencias entre las fuentes en cuanto al número de efectivos, pero podemos concluir que la columna militar que salió de Manzanares en dirección hacia Villarrubia estaba formada por unos 90 militares de tres unidades diferentes: el regimiento de infantería de la Princesa nº4, el regimiento Extremadura nº3 de caballería ligera y la Guardia Real Provincial. El mando de esta heterogénea columna le correspondió al oficial de mayor rango, Sebastián Urribarrena, teniente graduado de capitán del regimiento de infantería de la Princesa.

Por su parte, los urbanos de Manzanares se quedaron toda la noche del 13 al 14 de abril patrullando por el interior de la población y sus alrededores. A las 6 de la mañana del día 14, cuando los urbanos se disponían a volver a su domicilio tras una larga y tensa noche de vigila, se recibió en el Ayuntamiento un oficio enviado por el acalde mayor de Daimiel en el que se comunicaba que las tropas de Adame, tras dejar Villarrubia, se dirigían hacia Manzanares. La noticia no podía ser más desalentadora porque recordemos que las fuerzas militares habían salido de la localidad, por lo que defensa debía recaer exclusivamente sobre los vecinos.

Ante el peligro inminente que acechaba Manzanares, el Ayuntamiento publicó un bando en el que se pedía a todos los manzanareños que colaborasen en la defensa de la localidad. Según la narración del alcalde mayor, el pueblo de Manzanares acudió mayoritariamente al llamamiento. Hombres, mujeres y niños abandonaron sus labores cotidianas para sumarse a las fuerzas de defensa. La perspectiva de que centenares de guerrilleros carlistas entrasen en Manzanares, liderados por un caudillo como Manuel Adame, con un amplio historial a sus espaldas de rapiñas y asesinatos, tenía que ser un incentivo suficiente para que los vecinos estuviesen dispuestos a tomar las armas para defender sus vidas y su patrimonio.

Las autoridades municipales tomaron numerosas disposiciones para mejorar las defensas de Manzanares. Se repartieron todas las armas disponibles entre los voluntarios, se prepararon municiones y se recogió toda la pólvora disponible en la administración de Rentas. Las mujeres también contribuyeron preparando, como si de un asedio medieval se tratase, calderas de agua caliente, reuniendo piedras y otros utensilios adecuados para el combate. Los quintos fueron organizados en compañías por el teniente coronel Andrés Bonet con el objetivo de que también contribuyeran en la defensa de la localidad. Con todas estas fuerzas disponibles, se guarnecieron los principales puntos estratégicos de la localidad. Para empezar, se guarnecieron las puertas de entrada a Manzanares que se habían habilitado en días anteriores cuando se habían construido tapias para formar una especie de muralla que rodease la población. Otro punto importante que se protegió fueron los depósitos de caudales con los que contaban la administración de Correos, de la Encomienda y del Ayuntamiento. También se dispusieron vigías en lo alto de la torre de la iglesia con el objetivo de examinar desde este punto privilegiado los alrededores de la población. Se organizaron también patrullas que recorrían de forma permanente las calles de Manzanares. Por último, en la plaza se estableció una especie de fuerza de reserva para acudir rápidamente a cualquier punto en el que se necesitasen refuerzos.

Para coordinar todo este dispositivo se estableció una junta permanente en el Ayuntamiento con los miembros de la corporación y “personas de categoría”. Las autoridades municipales decidieron enviar partes a las poblaciones cercanas (Membrilla, Valdepeñas, La Solana, Argamasilla de Alba, Tomelloso, Infantes, Santa Cruz de Mudela y Almagro) para avisarles de la llegada de las fuerzas de Adame. Otra importante decisión tomada por las autoridades, quizá para fidelizar a las capas más populares que podían ser más propensas a tomar partido por los carlistas, fue organizar una suscripción para obtener fondos con los que pagar a los jornaleros y necesitados que colaborasen en las tareas de defensa.

Por último, para intentar detectar lo antes posible la llegada de los guerrilleros, se dispuso que once urbanos a caballo explorasen el término municipal por el camino de Villarrubia. Nos ha llegado el nombre de estos valientes manzanareños, que como veremos, jugaron un papel muy importante en los siguientes días.

Nombre Otros datos
Manuel Sánchez Carrascosa Regidor decano. Al mando del grupo
Sebastián Sánchez-Cantalejo Regidor segundo
José Izquierdo Abogado
José González-Elipe Abogado
José Antonio Sánchez de Ávila
Agustín Burgos Alférez retirado
Luis Díaz PallarésCesante de policía
Francisco Mira
Antonio López Blanco
Pedro Galiana
Francisco Lorente

Los urbanos manzanareños en su misión de exploración no se encontraron con las huestes de Adame, pero en la dehesa de Madara, en las cercanías de Arenas de San Juan, localizaron la columna militar que había salido el día 13 de Manzanares bajo las órdenes de Sebastián Urribarrena. Los urbanos, en lugar de volver a Manzanares, decidieron unirse a la columna militar. No fueros los únicos que se agregaron a la columna ya que procedente de Daimiel apareció otro personaje, junto a 12 urbanos de caballería de aquel pueblo, que tendrá un papel protagonista en esta historia, el comandante José Bessieres. Pertenecía al regimiento de caballería Castilla nº 1 de ligeros. Esa unidad estaba agregada al ejército de observación de Portugal al mando del general José Ramón Rodil, cuya misión era capturar al infante Carlos María Isidro, que como ya hemos explicado estaba refugiado en el país vecino. El día 9 de marzo, José Bessieres, estando en Ledesma (Salamanca), había recibido la orden de recoger en Almagro a los quintos que debían incorporarse al ejército de observación[26]. No sabemos exactamente las circunstancias que llevaron a José Bessieres a unirse a la columna militar que había salido de Manzanares, pero es probable que estando en Daimiel conociese el ataque a Villarrubia y que se dirigiese con las tropas disponibles en busca de Adame, convergiendo con los militares procedentes de Manzanares. Otro refuerzo adicional provino de Membrilla, en este caso 7 urbanos a caballo, que se habían movilizado tras el aviso del Ayuntamiento de Manzanares a los pueblos vecinos. De toda esta heterogénea tropa formada por militares y urbanos de diferentes pueblos asumió el mando el comandante José Bessieres, ya que era el oficial de mayor graduación.

Jinetes del regimiento de caballería Castilla nº 1 de ligeros.
Unidad del comandante José Bessieres
Pintado por Augusto Ferrer-Dalmau

Durante los días 14 y 15 de abril, la columna de Bessieres estuvo tras la pista de Adame. Éste finalmente no se dirigió a Manzanares, como parecían sus primeras intenciones, sino que desde Villarrubia se encaminó hacia Argamasilla de Alba, para terminar finalmente en Ruidera sobre la 1 del mediodía del día 15. En esta población aprovecharon para aprovisionarse de pólvora asaltando la fábrica que existía en la localidad y que producía este explosivo aprovechando la fuerza del agua de las lagunas con molinos hidráulicos.

Las tropas de Bessieres les seguían muy de cerca ya que finalmente les alcanzaron tres horas después, sobre las cuatro de la tarde, localizando a los carlistas en lo alto de una loma a unos pocos kilómetros de la población de Ruidera, en la cañada de los Carros junto a la actual carretera nacional 430. La situación no era muy favorable para los militares ya que eran superados en número. Bessieres estimó que las fuerzas de Adame se componían de 200 hombres a pie y 60 a caballo. Frente a este contingente sólo contaba con 92 militares y 32 urbanos (12 de Manzanares) y de todos ellos sólo 60 iban a caballo. Además, la situación elevada en la que se encontraban los carlistas jugaba a su favor, ya que una carga de caballería de las tropas de Bessieres perdería efectividad y velocidad por tener que ascender por un terreno empinado.

Cañada de los Carros en las cercanías de Ruidera
Ruta por la que escapaba la partida de Adame antes de ser alcanzada 

El impetuoso Bessieres no se dejó arredrar por estas dificultades y ordenó a sus tropas cargar contra los carlistas en lo alto de la loma. Hasta dos cargas tuvieron que realizar, recibiendo continuos disparos de fusilería de los carlistas a corta distancia. Contra todo pronóstico, los hombres de Bessieres consiguieron ascender hasta lo alto de loma provocando la huida desorganizada de los carlistas. Muchos de los combates que se dieron en esta guerra terminaban habitualmente cuando los guerrilleros optaban por dispersarse, sin embargo, en esta ocasión las tropas de Bessieres persiguieron a los carlistas durante legua y media (más de 8 kilómetros) acuchillándoles sin piedad en su huida. Una vez más, el escurridizo Adame consiguió escaparse a toda velocidad con la mayor parte de su caballería, unos 40 jinetes, dejando a merced de las tropas de Bessieres a toda su infantería. El número de muertos y prisioneros denota que fue un combate sin cuartel en el que las tropas de Bessieres no tuvieron piedad con los vencidos, posiblemente ejecutándolos aunque se rindieran: 60 muertos y 10 prisioneros entre los carlistas. En este sentido, este combate fue el más sangriento en la provincia en los primeros años de guerra ya que, como hemos visto hasta ahora, los enfrentamientos solían terminar rápidamente con pocas bajas en cuanto los guerrilleros optaban por dispersarse. El carácter brutal del combate quedó de manifiesto en el hecho de que la loma en la que se libró la batalla paso a conocerse a partir de entonces como la loma de los Muertos. Las tropas de Bessieres no sólo infligieron una rotunda derrota a Adame, sino que también liberaron a nueve urbanos de Carrizosa que eran prisioneros de los carlistas, recuperaron buena parte de la pólvora robada, unos 46 kilogramos, e incautaron un gran número de armas.

Frente a las elevadas bajas de los carlistas, los isabelinos sólo tuvieron que lamentar un herido de bala y la captura por parte del enemigo del alférez Félix Cordero, del regimiento de Extremadura nº3. Éste fue liberado al poco tiempo por Adame con la esperanza de que este gesto sirviese para que se dispensase un mejor trato a los prisioneros carlistas.

El comandante Bessieres destacó especialmente el comportamiento heroico de los alféreces Antonio Lechuga y Félix Cordero, del cabo Félix Blanco, del soldado Felipe Quile y del urbano de Manzanares el abogado José Izquierdo. En el momento culminante de la persecución, a punto de alcanzar a Adame, el comandante Bessieres recibió una descarga a tan sólo diez pasos, de la que milagrosamente salió ileso a pesar de que algunas balas atravesaron su ropa. En ese momento sólo quedaban a su lado el alférez Antonio Lechuga y el manzanareño José Izquierdo por lo que los carlistas se revolvieron e intentaron capturarlos. En esas circunstancias, Bessieres tuvo que retroceder e intentar reagrupar a sus tropas, momento que aprovechó Adame para escapar definitivamente de la batalla.

Grabado con la recreación de la batalla de Ruidera[27]


En la noche del mismo día 15, en Manzanares, desconocedores aún del resultado de la batalla, se organizó un pequeño convoy de suministros con un carro lleno de pan, queso, vino y cebada para los caballos que fue escoltado por cuatro urbanos de la localidad. Este convoy pudo localizar a los hambrientos y cansados hombres de Bessieres y aprovisionarlos en la casa Grande, en el límite entre los términos municipales de Manzanares y Argamasilla de Alba. La noticia de la victoria no llegó a Manzanares hasta el día siguiente, el 16 a las seis y media de la tarde, y se celebró por todo lo alto. Las campanas de las iglesias empezaron a repicar mientras los manzanareños se echaban a las calles con vivas a Isabel II. A la llegada de la noche, la fiesta continuó hasta medianoche con iluminación general, con banda de música en la plaza tocando canciones patrióticas y con la declamación de improvisadas poesías, mientras en los balcones del Ayuntamiento se exponían los retratos de la reina regente María Cristina y su hija Isabel II. A pesar de las celebraciones, las patrullas se mantuvieron esa noche ante el riesgo que los restos de la partida de Adame pudieran llegar hasta Manzanares. Al día siguiente, el día 17, la fiesta continuó cuando la columna de Bessieres, con 18 prisioneros, llegó a Manzanares y fue recibida por toda la población que se echó a la calle para saludar y vitorear a los vencedores de Ruidera.

En cuanto a Adame, completamente derrotado, escarmentado y acosado por los urbanos y las fuerzas militares de las poblaciones que atravesaba en su huida[28], decidió refugiarse en Portugal al que llegó tras muchas penalidades el día 26 de abril con tan solo 22 hombres[29]. A partir de este momento, Adame desapareció de la primera página de la historia y poco más se conoce sobre su vida excepto que murió años más tarde en Inglaterra en el exilio. El resto de supervivientes de la batalla de Ruidera fueron capturados en los días siguientes o se presentaron voluntariamente a las autoridades[30]. Podemos concluir, que tras una combativa vida a favor del absolutismo y habiendo participado hasta en tres guerras, la batalla de Ruidera supuso el fin para el hasta entonces indestructible Manuel Adame el Locho, también denominado en la prensa liberal en algunas ocasiones como el Viriato manchego.


La muerte de Eugenio Barba y el fin de las primeras guerrillas.

El mes de abril fue muy fructífero para las fuerzas isabelinas ya que, después de la derrota de Adame, la partida de Eugenio Barba fue completamente aniquilada. La suerte que había acompañado a Barba durante tantos años de correrías le abandonó definitivamente. A mediados de ese mes, el alcalde mayor de Calzada de Calatrava tuvo noticia de que la partida de Barba, compuesta por 23 jinetes y 8 infantes, se encontraba en Ballesteros con intención de pasar el puerto de Calatrava. El alcalde mayor salió con 33 urbanos de la localidad en persecución de los rebeldes que huyeron hacia Mestanza. A la persecución y acoso de Barba se unieron más fuerzas: la columna militar del capitán Lorenzo Benítez, los provinciales de Sevilla y los urbanos de Mestanza, Puertollano, Fuencaliente y de la aldea de San Lorenzo. Ante la presión de tan numerosas fuerzas la partida de Barba empezó a encontrarse en serias dificultades. El 23 de abril los urbanos de Fuencaliente consiguieron sorprender a los rebeldes abatiendo a uno, hiriendo en el muslo a Barba y capturando todos sus caballos. Sin la movilidad que proporcionaban la caballería la partida de Barba estaba condenada a ser destruida. El 26 de abril fue un día clave en el que entre los urbanos de Mestanza y Puertollano capturaron a seis guerrilleros y terminaron por dispersar completamente la partida. En esos momentos la situación de Barba era crítica ya que se encontraba solo, desfallecido, herido y rodeado por los mestanceños, que incluso emplearon perros caza para intentar localizarle como si de una alimaña se tratase. El día 27 el apresado fue Juan Díaz Rodero, el segundo de Barba, también por los milicianos de Mestanza. En estas difíciles circunstancias el líder guerrillero aguantó un día más, con desesperados intentos nocturnos de evadir el cerco al que estaba sometido. Finalmente, el 28 de abril a las 11 de la mañana tres urbanos de Mestanza localizaron y abatieron al escurridizo Barba poniendo fin a su vida a los 47 años de edad[31]. En todos estos combates desempeñó un papel clave el alcalde mayor de Mestanza, Joaquín de Palma y Vinuesa, que, desde el 18 de abril, junto con los urbanos de la localidad, estuvo persiguiendo sin descanso por toda la sierra a la partida de Barba.

El carácter cada vez más feroz de la guerra se puso de manifiesto con la suerte que corrieron muchos de los prisioneros procedentes de las disueltas partidas de Adame y Barba. En el mes de mayo hay muchas noticias de fusilamientos[32]. Algunos son fusilados por el papel relevante que jugaron en las guerrillas, como es el caso de Juan Díaz Rodero, segundo de Barba. En otros casos, la condena muerte se aplica a los reincidentes, por ejemplo, a Pedro Sánchez Barba, alias Manteca. Éste último se había incorporado a las filas carlistas al principio de la guerra y en enero de 1834 se había acogido a un indulto ofrecido por las autoridades. No tardó en volver a incorporarse a las guerrillas y eso le acabaría costando la vida. Es posible que su posible parentesco con Eugenio Barba, con el que compartía el segundo apellido, jugase en su contra e hiciera que las autoridades juzgasen con mayor rigor su reincidencia en el bando carlista.

Los prisioneros que evitaron la pena de muerte se enfrentaron a duras penas. Muchos fueron condenados a servir durante seis años como militares en las compañías fijas de Filipinas. Otros fueron condenados a penas de seis o diez años en los presidios africanos, como el peñón de Vélez de la Gomera. Las difíciles condiciones de vida en los pequeños presidios del norte de África provocaban la necesidad de importar población forzosa desde la península, en este caso guerrilleros carlistas, para realizar trabajos de todo tipo para las guarniciones militares e incluso para integrase en ellas como soldados. Las condiciones de vida debían ser aún más penosas para los deportados a Filipinas ya que los prisioneros mayores de 50 años, en atención a su edad, eran enviados preferentemente a los presidios africanos.

En los meses de mayo y junio la tranquilidad de la provincia de Ciudad Real sólo fue turbada por una guerrilla que actuó principalmente en los montes de Toledo liderada por Benito Cuerva, alias Lobito. Finalmente, Lobito fue capturado el 15 de junio en Madridejos y fusilado el día 26 de ese mismo mes por la espalda tras ser degradado, pues ostentaba el grado de capitán[32]. Con la muerte de Lobito se cierra este primer episodio de la guerra en la provincia de Ciudad Real marcado por la aparición de guerrillas vinculadas a Manual Adame y a sus antiguos oficiales. En este periodo, militares y milicianos mantuvieron la iniciativa en la guerra pudiendo desmantelar con cierta rapidez a las partidas carlistas. Durante el verano de 1834 la preocupación de los manchegos pasó de la guerra contra las guerrillas a otro enemigo aún más mortífero, el cólera.

 

Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas, septiembre de 2022


[1] (ASENSIO RUBIO, 2011: 77-83).

[2] En una noticia publicada en el periódico El Diario del Comercio el 29 de mayo de 1834 se comentaba que los hermanos Rugeros participaron en una conspiración en Aldea del Rey denunciada el 11 de octubre del año anterior por Valentín de Perea, oficial de los húsares de la Princesa. Por su participación en estos hechos, el subdelegado principal de policía de la provincia solicitó al gobernador de Almagro la detención de los dos hermanos Rugeros. Otra fuente (ASENSIO RUBIO 2011: 83) involucra a Juan Vicente Rugeros en una trama junto a Manuel Adame y Francisco Javier Echalecu, otro de los detenidos en octubre de 1833, pero fecha esta conspiración en la primavera y verano de 1834. Por la propia narración del suceso pensamos que hay una errata en las fechas, ya que los hechos se sitúan antes de la batalla de Ruidera de abril de 1834, por lo que la conspiración realmente debió suceder en el año 1833, meses antes del fallecimiento de Fernando VII.

[3] Periódico La Revista Española del 1 de noviembre de 1833.

[4] Periódico La Revista Española del 15 de noviembre de 1833.

[5] Periódico La Revista Española del 19 de noviembre de 1833.

[6] Periódico El Universal del 16 de abril de 1834.

[7] Las escuelas de latinidad eran centros educativos de enseñanza secundaria o preuniversitaria, que impartían estudios de latín y gramática necesarios para acceder a la universidad. ​

[8] Periódico La Revista Española del 19 y 26 de noviembre y del 3 de diciembre de 1833.

[9] Periódico La Revista Española del 13 de diciembre de 1833.

[10] (BARBA PIZARRO y MOLINA, 2021: 141).

[11] Periódico La Revista Española del 13 de diciembre de 1833.

[12] Periódico La Revista Española del 27 de diciembre de 1833.

[13] Periódicos La Revista Española del 31 de diciembre de 1833 y del 5 y 14 de enero de 1834 y Boletín Oficial de La Mancha del 5 y 19 de enero de 1834.

[14] Boletín Oficial de La Mancha del 2 de enero de 1834 y el periódico La Revista Española del 3 de enero de 1834.

[15] Boletín Oficial de La Mancha del 5 de enero de 1834.

[16] Periódicos La Revista Española del 24 de enero de 1834 y Diario Balear del 25 de enero de 1834

[17] Periódico La Revista Española del 3 de diciembre de 1833.

[18] Periódico La Revista Española del 20 de diciembre de 1833.

[19] Boletín Oficial de La Mancha del 20 de febrero de 1834. La orden sobre la organización de las tropas del ejército acuarteladas en la provincia en columnas móviles está fechada el 25 de enero de 1834.

[20] Periódico La Revista Española del 20 de diciembre de 1833. El mencionado Colorado era un violento salteador de caminos que se había sumado a la rebelión carlista liderando una partida de 17 hombres que actuaba en coordinación con Manuel Adame. De nuevo, los húsares de la Princesa en unión con los granaderos provinciales de la Guardia Real fueron los responsables de dispersar esta partida y abatir a su líder en las cercanías de Picón durante el mes de diciembre de 1833. 

[21] Periódico La Revista Española del 11 de marzo de 1834.

[22] Boletín Oficial de La Mancha del 15 de marzo de 1834.

[23] Periódico La Revista Española del 18 de marzo de 1834 y del 1, 7, 9 y 15 de abril de 1834.

[24] Boletín Oficial de La Mancha del 18 de abril de 1834.

[25] La reconstrucción de la batalla de Ruidera se ha realizado sobre las siguientes fuentes:

  • La Gaceta de Madrid del 24 y 29 de abril de 1834.
  • Boletín Oficial de La Mancha 22 y 28 de abril de 1834.
  • (MOYA GARCÍA y FERNÁNDEZ-PACHECO SÁNCHEZ-GIL: 2020).

[26] (DE SOTTO, 1859: 281).

[27] Panorama español. Crónica contemporánea, tomo II¸ Madrid 1842, página 117.

[28] Periódico La Revista Española del 23 y 30 de abril de 1834, Boletín Oficial de La Mancha del 22 de abril de 1834

[29] Periódico El Universal del 30 de abril de 1834.

[30] Boletín Oficial de La Mancha del 24 y 26 de abril de 1834.

[31] Boletín Oficial de La Mancha del 24 y 30 de abril y periódicos El Eco del Comercio del 2 de mayo de 1834 y La Revista Española del 7 de mayo de 1834. Los tres urbanos de Mestanza que abatieron a Barba fueron Juan Castellanos, Nicolás Larios y Sánchez y Antonio Rodríguez.

[32] Periódicos El Eco del Comercio del 6 y 7 de mayo de 1834, La Revista Española del 7 de mayo de 1834, El Universal del 6 de mayo de 1834 y el Boletín Oficial de la Mancha del 2, 8 y 10 de mayo de 1834.

[32] Periódico El Eco del Comercio del 26 de junio y 2 de julio de 1834.


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