Introducción
El Manifiesto fue la proclama de un militar golpista, el general O’Donnell, que en junio 1854 se había rebelado contra el gobierno del Partido Moderado. De hecho, el Manifiesto fue esencial para el triunfo de los sublevados, ya que posibilitó que una sublevación militar abocada al fracaso se convirtiese en una triunfante revolución popular que consiguió finalmente derribar al gobierno.
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General Leopoldo O'Donnell |
Este hecho histórico forma parte de un largo ciclo de pronunciamientos, revoluciones y guerras civiles que asolaron España durante buena parte del siglo XIX. Durante este periodo se produjo la transición desde el antiguo régimen al estado liberal y en este complicado proceso se enfrentaron concepciones ideológicas totalmente contrapuestas. En un primer momento los defensores del absolutismo se opusieron a los liberales. En el campo liberal también había profundas disensiones entre moderados y progresistas. Conforme avanzó el siglo la situación se complicó aún más con nuevas corrientes ideológicas como los demócratas y los republicanos.
El sistema político e institucional del incipiente estado liberal no consiguió soportar estas enormes presiones internas y externas. Los continuos cambios constitucionales, la falta de confianza en las instituciones y el corrupto sistema electoral contribuyeron a enconar los problemas. Quizá uno de los factores que más favorecieron la inestabilidad política era la forma de elección del gobierno. El rey era el que designaba al presidente del consejo de ministros y una vez que éste formaba el nuevo gobierno, se celebraban elecciones en las que, gracias a prácticas corruptas, el partido gubernamental se aseguraba una cómoda mayoría en el parlamento. En este sistema, el rey tenía una función fundamental ya que, si se decantaba por alguno de los partidos de forma descarada, impedía el acceso al gobierno del resto de formaciones políticas. Y esto es precisamente lo que sucedió durante el reinado de Isabel II. La reina favoreció sistemáticamente al Partido Moderado frente al Partido Progresista. De hecho, en 1854, cuando ocurrió el pronunciamiento de O’Donnell, el Partido Moderado llevaba ya una década en el poder. Esto es más llamativo en una época en la que los gobiernos duraban pocos meses, incluso semanas. Isabel II llevaba diez años eligiendo una y otra vez presidentes del Partido Moderado. Prácticamente, la única opción que tenían el resto de formaciones políticas para acceder al poder era recurrir a algún militar de prestigio, para que mediante un pronunciamiento o golpe de estado derribase al gobierno y forzase a la reina a designar a un presidente de otro partido.
El pronunciamiento de O'Donnell de 28 de junio de 1854
En el verano de 1854 el gobierno del Partido Moderado estaba en sus horas más bajas. El intento de reforma constitucional de 1852 del presidente Bravo Murillo, en el que se pretendía restringir las libertades individuales y fortalecer el poder de la corona en detrimento del parlamento, había provocado fuertes fricciones internas entre los moderados. Los escandalosos casos de corrupción en relación a las concesiones ferroviarias, en los que estaba implicada Maria Cristina, la madre de la reina, habían terminado por romper el partido. A pesar de disfrutar de una clara mayoría en el parlamento, el gobierno no consiguió que las cortes aprobasen una nueva ley que debía ratificar estas polémicas concesiones ferroviarias.
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María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. Madre de la reina Isabel II |
Tras su derrota en el parlamento, el gobierno suspendió las cortes el 9 de diciembre de 1853 y aprobó por decreto el nuevo presupuesto. No contento con esta deriva autoritaria, el gobierno destituyó y desterró a importantes militares que habían mostrado su descontento u oposición. Los hermanos Gutiérrez de la Concha fueron destinadas a Canarias y Mahón. O'Donnell, Ros de Olano y Mesina se ocultaban en Madrid para evitar su deportación. El general Serrano fue desterrado a Jaén.
En esta situación de completo desprestigio, se empezaron a organizar conspiraciones contra el gobierno entre progresistas e incluso entre importantes facciones de los moderados. Los acontecimientos se desencadenaron el 28 de junio de 1854. El general Dulce, uno de los militares implicados en la trama, reunió a varios regimientos de caballería en las afueras de Madrid con el pretexto de realizar unas maniobras militares. En ese momento el general O’Donnell hizo acto de presencia, tomó el mando y desveló su intención de derrocar al gobierno.
El resto de las tropas de guarnición en Madrid se mantuvieron fieles al gobierno por lo que O’Donnell intentó tomar la capital por la fuerza el día 30 de junio. Se produjo una batalla en Vicálvaro, en las afueras de Madrid, que acabó sin un claro vencedor. Después de la batalla, las tropas gubernamentales se retiraron a Madrid y los sublevados marcharon a Aranjuez.
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Batalla de Vicálvaro. |
En los días siguientes la situación de O’Donnell empeoró notablemente. Mientras las fuerzas gubernamentales recibieron refuerzos procedentes de Valladolid y Burgos, los rebeldes no consiguieron que más unidades del ejército se sumasen al pronunciamiento. El día 4 de julio O’Donnell, consciente de que estaba en una situación militar muy precaria, decidió retirarse hacia el sur de España para ganar tiempo. El día 5 las tropas de O’Donnell llegaron a Puerto Lápice, el 6 pernoctaron en Villarrubia de los Ojos y, finalmente, el día 7 alcanzaron Manzanares, seguidas muy de cerca, apenas a un día de distancia, por las tropas gubernamentales.
El Manifiesto
La situación de O'Donnell a su llegada a Manzanares era crítica. Habían pasado nueve días desde el pronunciamiento, los sublevados estaban en retirada, no habían conseguido más apoyos de otras unidades militares, ni tampoco habían sumado apoyos de los partidos de la oposición. Aunque había un gran hartazgo entre los progresistas con el gobierno del Partido Moderado, no se sumaron al golpe de estado porque desconfiaban de O’Donnell. Este general había estado vinculado en el pasado al Partido Moderado, lo que provocaba que los progresistas vieran este pronunciamiento como una disputa interna de los moderados.
O'Donnell tenía que tomar una decisión en Manzanares. Si aceptaba el fracaso del golpe y optaba por exiliarse, podía desde Manzanares retirarse con sus tropas hacia el oeste, en dirección a Portugal. Sin embargo, la llegada de dos importantes personajes alteró el rumbo de los acontecimientos. El día anterior se había unido a los sublevados en Villarrubia de los Ojos el secretario personal de O'Donnell, Antonio Cánovas del Castillo. El general Serrano llegó directamente a Manzanares, procedente de Jaén donde estaba desterrado y acompañado por tan sólo cuatro criados.
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Antonio Cánovas del Castillo (1869). |
Estos tres personajes (O’Donnell, Serrano y Cánovas) llegaron a la conclusión de que la única opción que les quedaba para que el pronunciamiento triunfase era sumar a la sublevación a los progresistas y éste fue el principal motivo que les llevó a redactar el Manifiesto de Manzanares. El Manifiesto era un texto breve, incluso ambiguo, pero tenía la virtud de mencionar las reivindicaciones históricas del Partido Progresista y con esto esperaban sumar a los progresistas al golpe.
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Manifiesto de Manzanares del 7 de julio de 1854. |
En el Manifiesto se hablaba, por ejemplo, de mejorar la ley electoral, aunque sin mayor concreción. Las leyes electorales aprobadas por los moderados habían reducido mucho el derecho al voto. De hecho, sólo podía votar hombres mayores de 25 años que tributasen más de 400 reales en concepto de la contribución directa. Esta disposición limitaba el número de votantes a menos de un 1% de la población. Por el contrario, los progresistas defendían aumentar el número de electores bajando el mínimo de tributación que concedía el derecho al voto. El Partido Demócrata, que era una escisión del Partido Progresista, defendía el sufragio universal pero sólo para los hombres. En aquella época ninguna opción política se planteaba conceder el derecho de sufragio a las mujeres. En estos posicionamientos de los partidos había, además de principios ideológicos, cálculo político. Progresistas y demócratas confiaban en tener más votantes entre las clases medias y populares y esto era para ellos un claro incentivo para demandar la ampliación del censo electoral.
Otro punto que se mencionaba en el Manifiesto era la descentralización de la administración, dando mayor poder a los ayuntamientos. Los gobiernos del Partido Moderado habían aprobado una Ley Municipal que reservaba al gobierno o las autoridades provinciales el nombramiento de los alcaldes. Sin embargo, los progresistas defendían que los alcaldes debían ser elegidos por los vecinos mediante elecciones.
Quizá el planteamiento más importante del Manifiesto y que más contribuyó a convencer a los progresistas era restaurar la milicia nacional, un cuerpo armado de ciudadanos voluntarios que debía tener el propósito de mantener el orden público y defender el régimen constitucional. Los progresistas consideraban que la milicia nacional era la mejor garantía para que se respetase la voluntad popular y evitar que futuros gobiernos quedasen a merced de la intervención del ejército.
La revolución
Una vez firmado el Manifiesto por O'Donnell, el gran objetivo de los sublevados era conseguir que se difundiese por toda España. Para ello, Cánovas del Castillo se adelantó a las tropas de O'Donnell y marchó hasta Jaén en busca de una imprenta donde poder imprimir copias. Acto seguido, regresó a Madrid escondido en un carro de un comerciante de aceite y, una vez en la capital, hizo circular de forma clandestina el Manifiesto.
El efecto del Manifiesto fue fulminante y partir de su difusión por toda España los hechos se precipitaron. Los progresistas y demócratas se empezaron a rebelar por toda España: el 14 de julio en Barcelona, el 16 en Valencia y el 17 en Madrid. Las masas populares llenaron de barricadas las calles de Madrid; hubo combates con las tropas que aún defendían al gobierno; asaltaron la casa del presidente del gobierno y el palacio de María Cristina y liberaron a presos políticos de las cárceles. En definitiva, una revolución en toda regla.
La reina, cercada en el Palacio Real, no tuvo más remedio que ceder ante los sublevados y nombró presidente del gobierno al general Espartero, que era el líder histórico de los progresistas. Esto suponía que por primera vez en diez años el Partido Progresista retornaba al poder. El general O’Donnell también tuvo su recompensa y fue nombrado ministro de la Guerra. El 28 de julio el general Espartero hacía su entrada triunfal en Madrid, aclamado por la multitud, dando comienzo al periodo conocido como el Bienio Progresista (1854-1856).
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Baldomero Espartero (1865) |
La estancia de O'Donnell en Manzanares
Una vez explicados los principales hechos de política nacional relacionados con el Manifiesto nos detendremos en narrar lo sucedido en Manzanares, durante la estancia del general O'Donnell. Los sublevados apenas estuvieron en Manzanares dos días. Llegaron el 7 de julio, que fue el mismo día en el que se firmó el Manifiesto, y partieron de la localidad en la mañana del día 9 en dirección a Santa Cruz de Mudela, perseguidos de cerca por las tropas gubernamentales.
En la prensa de la época apenas hay detalles concretos sobre lo sucedido en esos dos días en Manzanares y, además, la imagen que nos transmiten las noticias publicadas varía mucho dependiendo de la afinidad política del medio de comunicación. En la prensa gubernamental se acusaba a los sublevados de que, a punta de bayoneta, se habían llevado del Ayuntamiento la recaudación del impuesto de la contribución del primer trimestre y que, además, habían exigido a los vecinos más acaudalados un pago adicional de 40.000 reales. En la prensa afín a los sublevados se publicó que en Manzanares hubo una gran celebración la noche del día 8 de julio, amenizada por una orquesta militar, con la participación entusiasta de los vecinos y los soldados, que gritaron vivas a la Constitución, a la libertad y a los generales O’Donnell y Serrano.
Curiosamente, la mejor fuente de información sobre lo acontecido esos días es un reportaje de una revista de Jaén, de nombre Don Lope de Sosa, publicada en 1914, sesenta años después de sucedidos los hechos. Según esta revista, el general O’Donnell fue recibido en nuestra localidad por Francisco González-Elipe Camacho. Este ilustre manzanareño tuvo una activa vida política. Fue diputado en cinco ocasiones y nombrado senador vitalicio en 1865. Además de político, fue jurista y escritor, siendo autor de numerosas comedias y dramas.
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Francisco González-Elipe Camacho. Foto obtenida del libro "El Manifiesto de Manzanares" de José Antonio García-Noblejas. |
Según cuenta la revista, Cánovas se alojó en la casa del alcalde en funciones, Pablo González-Calero Ruiz-Escribano, situada en la esquina de la calle Empedrada con la calle Manifiesto. Sería precisamente en esta casa donde Cánovas redactó el Manifiesto.
Por último, también se relata en la revista que el Manifiesto fue firmado por O’Donnell en la casa, ya desaparecida, de Francisco González-Elipe donde estaba alojado, ubicada en la esquina de la calle Iglesia con Empedrada.
Que el general O'Donnell eligiese Manzanares para hacer una parada no fue, probablemente, fruto de la casualidad. En primer lugar, en nuestra localidad contó con el apoyo de las autoridades municipales espoleadas por la influencia de Antonio González-Elipe, que posiblemente conocería al propio O'Donnell gracias a su prolongada carrera política en Madrid dentro del Partido Moderado. En segundo lugar, nuestra localidad se había caracterizado en el pasado reciente por ser un bastión del liberalismo en la provincia de Ciudad Real. Tanto durante el Trienio Liberal (1820-1823) como durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840), Manzanares había sido un contrapeso en la provincia frente a absolutistas y carlistas. Estos condicionantes pudieron favorecer que O'Donnell eligiese Manzanares, esperando recibir una acogida más entusiasta que la que había obtenido en los días previos en otras poblaciones desde su salida de Aranjuez el día 4 de julio.
La fuente del Manifiesto de Manzanares
En el mes de agosto de 1854, en el seno de la prensa madrileña surgió una iniciativa para construir un monumento conmemorativo del Manifiesto en Manzanares. El Ayuntamiento de Manzanares se sumó a esta iniciativa y a finales de agosto envió a Madrid una comisión con el objetivo de recaudar fondos para erigir el monumento. Dicha comisión estaba compuesta por José Carrión Vega, Francisco Sánchez Cantalejo y José Antonio Merino.
Los comisionados, acompañados por relevantes periodistas propulsores del proyecto, fueron recibidos por el ministro de Fomento. En presencia del ministro se propuso la construcción de un monumento que fuera de utilidad para los manzanareños, en concreto una fuente que debía ubicarse en la plaza mayor. Los comisionados indicaron que se podía traer el agua hasta la fuente de un paraje que distaba una legua y media de la localidad. Estimaban que para hacer esta obra se necesitaría un presupuesto de unos 20.000 duros. Posteriormente, la comisión fue recibida por Espartero y O’Donnell y se decidió abrir una suscripción nacional para recaudar fondos para el proyecto. Tanto O’Donnell como Espartero apoyaron el proyecto y aportaron cada uno de ellos 1.000 reales.
Aunque es cierto que en Manzanares hubo una fuente del Manifiesto, primero en el parterre del kiosco de la música, frente a la fábrica de harinas, y después en la plaza
del Gran Teatro hasta finales de los años 70 del siglo XX, no sabemos si en realidad fue construida con los fondos recaudados por esta iniciativa de la prensa madrileña. La fuente que finalmente se construyó era muy sencilla, alejada del proyecto inicial que parecía más ambicioso. Es posible que la recaudación de fondos no fuera suficiente para abordar el proyecto y el Ayuntamiento decidiese construir por su cuenta un monumento mucho más modesto.
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En primer plano la fuente del Manifiesto en la plaza del Gran Teatro. |
Conclusión
Retomando el relato de la política nacional, las primeras medidas del gobierno de Espartero fueron muy ambiciosas. Se convocaron unas cortes constituyentes, que debían aprobar una nueva Constitución que recogiera las demandas de los revolucionarios reflejadas en el Manifiesto. Sin embargo, el gobierno de Espartero duró sólo dos años y además fue un periodo de gran inestabilidad social y económica que acabó truncando muchas de las iniciativas gubernamentales. Finalmente, no se llegó ni siquiera a aprobar la nueva Constitución ya que en 1856, una vez que se había cerrado su redacción y antes de que fuese aprobada, Espartero fue derrocado por O’Donnell. Esto demuestra que O'Donnell había tenido que recurrir a los progresistas para evitar el fracaso del golpe, pero que ideológicamente estaba muy alejado de sus posiciones. Los nuevos gobiernos a partir de 1856 fueron sustentados por la Unión Liberal, nuevo partido surgido de la fusión entre las corrientes más centristas de moderados y progresistas.
Podemos concluir que, aunque el Manifiesto sí que consiguió derribar al gobierno, el fracaso de la presidencia de Espartero imposibilitó que el programa político del Manifiesto pudiera llevarse completamente a la práctica. Sin embargo, la influencia del Manifiesto perduró entre los progresistas españoles durante buena parte del siglo XIX. No es raro encontrar periódicos que 15 o 20 años después reivindicaban la recuperación de los ideales recogidos en el Manifiesto de Manzanares.
Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas, febrero de 2021.
Fuentes y bibliografía específica sobre los acontecimientos sucedidos en Manzanares
- Noticias sobre la estancia en Manzanares de O'Donnell: