Visita nuestro grupo de Facebook y nuestro canal de Youtube

viernes, 30 de julio de 2021

EL ECLIPE SOLAR DE 1900. LA EXPEDICIÓN DE LA SOCIEDAD ASTRONÓMICA BRITÁNICA A MANZANARES

Octavo programa de "Apuntes de Historia", de Manzanares10Tv, dedicado a narrar la visita de la Sociedad Astronómica Británica a Manzanares en el año 1900 para observar un eclipse de sol total.



INTRODUCCIÓN

El 28 de mayo del año 1900 una expedición de la Asociación Astronómica Británica se desplazó hasta Manzanares (Ciudad Real) para observar un eclipse de sol total. A su vuelta a Londres, los expedicionarios publicaron un libro en el que recogieron las observaciones científicas del eclipse y en el que también narraron curiosidades de su viaje y de los lugares que visitaron y, en concreto, hay bastantes páginas dedicadas a su estancia en Manzanares[1]. Este libro ha sido la base para elaborar el presente artículo.

La lectura del libro es especialmente interesante, no sólo por los hechos narrados, sino también por el estilo en la que está escrito y por la visión que tenían los expedicionarios sobre España y que dejan muy patente en el texto. El libro recuerda a las novelas de Julio Verne, en las que en muchas ocasiones los protagonistas son científicos que viajan a lugares recónditos del mundo. De hecho, hay una novela de este autor, no de las más conocidas, titulada En el país de las pieles, en la que uno de los personajes es un astrónomo que viaja al océano Ártico para ser el observador situado más al norte de un eclipse. Por otro lado, en los comentarios que hacen sobre Manzanares, y en general sobre España, se puede apreciar que los expedicionarios estaban muy influenciados por los denominados viajeros románticos el siglo XIX. Estos viajeros trasladaban a sus lectores una visión muy exótica de España, como si en vez de ser parte de Europa, fuese un país africano u oriental en el que sólo había bandoleros, toreros y flamencas. De hecho, cada vez que en Manzanares observan algo especialmente antiguo, como es el caso castillo o las tinajas de una bodega, consideran que es de origen árabe, cuando en realidad esta localidad no existía en tiempos de la ocupación musulmana.
EL ECLIPSE DE 1900

A principios del siglo XX hubo en pocos años tres eclipses totales de sol que pudieron observarse desde la península ibérica, por lo que internacionalmente fueron conocidos como los eclipses españoles. En concreto, el del año 1900 pudo apreciarse en toda su plenitud en una franja que iba desde Oporto (en la costa portuguesa), pasando por el norte de Extremadura y por las provincias de Ciudad Real, Albacete y Alicante. 

Estos eclipses despertaron mucho interés en la comunidad científica nacional e internacional. En concreto, para el eclipse de 1900, diferentes expediciones, principalmente británicas y francesas, se desplazaron hasta España eligiendo varios puntos de observación en la franja de oscurecimiento total. Los astrónomos del Observatorio de Madrid y de la Sociedad Astronómica de Dublín eligieron Plasencia. Hasta Argamasilla de Alba se desplazaron científicos franceses del Observatorio de Meudon. Los principales puntos de reunión de la comunidad científica fueron Elche y Santa Pola, que fueron elegidos por el Observatorio de París, las universidades de Montepellier y Toulouse, la comisión del Ministerio de Instrucción Pública de Francia, el Observatorio de San Fernando, el Observatorio del Vaticano, el Observatorio Astronómico de Londres, etc. En el caso de Manzanares, se desplazaron hasta esta localidad tres miembros de la Asociación Astronómica Británica: el capitán de marina Alfred Carpenter, el fotógrafo Francis Gare y el profesor Henry Keatley Moore.


Trayectoria sobre la península ibérica de los eclipses de 1860, 1900, 1905 y 1912[2].

Astrónomos desplazados a Argamasilla de Alba y Plasencia
Publicada en La Ilustración Española y Americana del 8 de junio de 1900.

No debe sorprendernos el despliegue de medios para observar el eclipse de 1900 ya que coincidió con un periodo de eclosión del conocimiento científico y de confianza en la capacidad de la ciencia para explicar los fenómenos naturales. De hecho, este interés por los eclipses se mantiene en la actualidad y prueba de ello es que un fenómeno de este tipo ocurrido en cualquier lugar del mundo es noticia destacada en los medios de comunicación.

Desde el punto de vista científico, los eclipses permiten estudiar la corona solar, que es la capa de plasma alrededor del sol, que en circunstancias normales de luminosidad no puede observarse. En esta época los eclipses tenían un interés adicional, ya que se pensaba que eran una oportunidad única para detectar un supuesto planeta al que se había puesto el nombre de Vulcano. Desde el siglo XIX, se había propuesto la existencia de este planeta para justificar unas alteraciones observadas en el perihelio[3] del planeta Mercurio. Suponían que Vulcano no podía observarse en condiciones normales con los telescopios por su cercanía al Sol y pensaban que el oscurecimiento provocado por los eclipses permitiría por fin detectar al esquivo planeta Vulcano. Finalmente, en 1915, la teoría de la Relatividad de Einstein ofreció una justificación a las anomalías observadas en Mercurio y se abandonaron definitivamente las tesis sobre la posible existencia del planeta Vulcano.

Fotografía de la corona solar durante el eclipse de 1900.
Sociedad Astronómica Británica.

El interés por el eclipse de 1900 superó el ámbito científico, suscitando una gran curiosidad entre la ciudadanía. Muestra de ello son las continuas y detalladas noticias publicadas en toda la prensa. Muchísimos aficionados a la astronomía o simplemente curiosos se desplazaron en trenes especialmente fletados para la ocasión hasta la zona de ocultación total. Por citar sólo ejemplos de la provincia de Ciudad Real, hasta Alcázar de San Juan se acercaron muchos madrileños, "un inmenso gentío" según la prensa[4], aprovechando la vía férrea que conectaba la capital de España con esta localidad. Argamasilla de Alba acogió a una visita de la infanta Isabel de Borbón, tía de Alfonso XII y conocida popularmente como La Chata, acompañada de importantes personalidades. 

En el caso de Manzanares, se congregaron visitantes de pueblos cercanos y de Ciudad Real, desde donde se desplazó una comisión del instituto provincial. La compañía ferroviaria MZA también fletó un tren desde Linares hasta Manzanares con precios populares para todos aquellos interesados en observar el eclipse. Gracias a las noticas de prensa de la época podemos saber que el tren tardaba más de 6 horas en cubrir el trayecto desde Linares a Manzanares, una distancia de apenas 125 kilómetros. El viaje en primera clase costaba diez pesetas y dos en tercera que, a pesar de anunciarse como precios populares, no era una cantidad al alcance de todos los bolsillos. El precio del billete en tercera podría ser equivalente al salario de un día de un jornalero trabajando en labores agrícolas. Hay que tener en cuenta que con este dinero los jornaleros tenían que alimentar a su familia durante varios días, ya que su trabajo era ocasional y en periodos de menor actividad agrícola pasaban muchos días en paro. En definitiva, el eclipse tuvo que suscitar mucho interés para que la gente estuviese dispuesta a aguantar un viaje desde Linares a Manzanares de más de 12 hora entre la ida y la vuelta, con las comodidades de un tren de la época, y a un precio relativamente elevado.

Noticia publicada en El Heraldo de Madrid sobre el tren fletado con ocasión del eclipse, para cubrir el trayecto entre Linares y Manzanares.


LA SOCIEDAD ASTRONÓMICA BRITÁNICA EN MANZANARES

La expedición de la Sociedad Astronómica Británica llegó a Manzanares el domingo 27 de mayo, un día antes del eclipse. La embajada británica en Madrid había avisado previamente al Ayuntamiento de la visita, así que los astrónomos se dirigieron a la casa consistorial, en la actual Plaza de la Constitución, en busca del alcalde Pedro Antonio González-Calero Sánchez-Carrascosa.

Una vez llegados a la casa consistorial, los británicos intentaron hacerse entender en francés, ya que no hablaban español. Al ser domingo por la mañana, la mayor parte de los vecinos estaban en misa y hubo que esperar a que terminase la ceremonia religiosa para que el alcalde hiciese acto de presencia, acompañado de un profesor de escuela de Manzanares que sabía francés y que actuó como traductor. Una vez solventados los problemas de comunicación, el alcalde y todo el pueblo de Manzanares se volcaron en ayuda de los británicos.

Se les cedió a los astrónomos la torre del homenaje de castillo para que pudieran observar el eclipse. Este edifico era el segundo más alto de la localidad, después de la torre de la iglesia de la Asunción, y tenía la ventaja de disponer de una amplia azotea en la que se podían colocar cómodamente todos sus instrumentos científicos. El día del eclipse se apagaron unas chimeneas cercanas, suponemos que serían de industrias alcoholeras, para que el humo no dificultase la observación del eclipse. En todo momento los británicos estuvieron acompañados por una escolta de la policía local. Les invitaron a un "local club", según el texto original del libro en inglés, y que seguramente sería alguno de los casinos existentes en Manzanares y que eran el centro de reunión por excelencia de las clases más acomodados. También fueron invitados a una visita, con cena incluida, a la mayor bodega de la época en Manzanares llamada “La Montaña”. Esta bodega estaba situada en la calle Padres Capuchinos esquina con Jacinto Benavente y era propiedad de Diego Martín Quevedo. Hasta una banda de música se dedicó a tocarle serenatas a los británicos. Finalmente, el Ayuntamiento se hizo cargo de los costes de la estancia de los astrónomos en la posada en la que se habían alojado. Todo este despliegue de las autoridades y de la sociedad manzanareña transmiten la idea de que la visita de los astrónomos tuvo que ser todo un acontecimiento para la localidad.

Entrada a la bodega de "La Montaña".
Foto obtenida del grupo de Facebook "Fotos antiguas Manzanares"
.

La hospitalidad dispensada por los manzanareños a sus ilustres visitantes propició que los británicos se llevaran una impresión muy positiva sobre la localidad, incluso a pesar de que el primer contacto, nada más llegar a la posada en la que se alojaron, no fuera muy alentador. En la posada, muy austera según los británicos, había tres dormitorios consecutivos, comunicados unos con otros y en la primera habitación por la que pasaron se encontraron a un huésped durmiendo. Esta falta de intimidad les sorprendió negativamente y dejaron reflejado en el libro un comentario en el que mostraban su alivio por no haber viajado a España con sus esposas, evitándoles el trance de pasar a una habitación en la que dormía un desconocido.

Quitando este hecho puntual de la posada, las demás impresiones sobre Manzanares fueron muy positivas. Se quedaron especialmente asombrados por la bodega “La Montaña”, tanto por el tamaño como por la modernidad de sus instalaciones. Por otro lado, no es de extrañar que se sorprendieran porque ésta era la mayor y más moderna bodega de Manzanares, que en 1929 tenía una capacidad de almacenaje de nada menos de 2.200.000 litros.

Interior de la bodega de "La Montaña".
Foto obtenida del grupo de Facebook "Fotos antiguas Manzanares"
.

Los británicos también destacaron el buen abastecimiento de agua y electricidad con el que contaba Manzanares y que era realizado por empresas locales con capital aportado en su mayor parte por los vecinos.

Por último, también les llamó la atención la ausencia de mendigos y borrachos en comparación con otras zonas de España por las que habían pasado. Habían entrado a España por Gibraltar y en su viaje visitaron Ronda, Granada y Sevilla antes de llegar a Manzanares. Sorprendidos, preguntaron al alcalde por este aparente bienestar de los manzanareños y éste les respondió con cierto orgullo que en Manzanares no había nadie tan pobre como para mendigar y que la gente trabajaba durante la semana en las bodegas o para grandes propietarios agrícolas y aprovechaban los festivos para trabajar en sus pequeñas fincas y que, por tanto, no tenían tiempo que perder en las tabernas. Aunque la respuesta del alcalde quizá fue un poco exagerada, sí es cierto que a finales del siglo XIX y principios del XX Manzanares conoció una etapa de gran prosperidad y de aumento de la población gracias al despegue de una industria vinícola volcada en la exportación.

Los astrónomos estaban equipados con cámaras para fotografiar el eclipse y también las utilizaron para tomar instantáneas de los lugares que visitaron. En el caso concreto de Manzanares, incluyeron en el libro dos llamativas fotografías de la localidad. La primera de ellas es una foto de la plaza en un día de mercado, con toda la explanada llena de carros y puestos de ventas y con la iglesia al fondo. En la foto pueden apreciarse unos balcones en la fachada de la iglesia que en la actualidad no existen. Comentan en el libro que estos balcones se utilizaban como palcos para ver las corridas de toros que se celebraban en la plaza. También mencionan que estaba a punto de finalizar la construcción de la actual plaza de toros que, en efecto, se inauguró pocos meses después, el día 8 de agosto de ese mismo año.

Fotografía de la plaza de la Constitución de Manzanares, tomada por la Asociación Astronómica Británica durante su visita del año 1900.

La segunda foto es del castillo de Manzanares, que como hemos comentado, fue el lugar desde el que observaron el eclipse. Esta instantánea es especialmente interesante porque posiblemente sea la fotografía más antigua que se conserva del castilloEn el primer plano de la foto, están dos de los astrónomos. El que está de pie con una larga barba es el profesor Henry Keatley Moore y el que está sentado será probablemente el capitán de marina Carpenter, de hecho, parece que está manejando un sextante. El tercer expedicionario, el fotógrafo Francis Gare, estaría en ese momento tras la cámara tomando la instantánea. Podemos ver en la foto que los astrónomos están rodeados de muchos curiosos, sobre todo niños, prueba de la expectación que generaba la visita. Se puede ver también la ermita de San Antonio y, desde un punto de vista urbanístico, se puede apreciar que en esa época el castillo estaba prácticamente en las afueras de la localidad, sin casi edificaciones a su alrededor.

Fotografía del castillo de Manzanares, tomada por la Asociación Astronómica Británica durante su visita del año 1900.

El profesor Henry Keatley Moore también realizó un dibujo del castillo, en el que se puede apreciar que el edificio ya parece más una venta que una antigua fortaleza medieval. Sólo sobresale la torre del homenaje para dejar constancia de su antiguo uso militar. De hecho, mencionan que esa época el castillo se utilizaba como granero y almacén.

Dibujo realizado por Henry Keatly Moore del castillo de Mazanares (1900).


LA GRABACIÓN DEL ECLIPSE

La Asociación Astronómica Británica no sólo se desplazó hasta Manzanares, sino que también envió expediciones a Carolina del Norte (EE.UU.), al océano Atlántico, a Portugal, a Argelia y a otras ciudades españolas. La expedición enviada a EE.UU consiguió grabar con una cámara de cine unas espectaculares imágenes del eclipse. Curiosamente la grabación fue realizada por un mago británico, Nevil Maskelyne, que también era un pionero del cine y un entusiasta de la ciencia. Esta grabación ha sido recuperada y digitalizada recientemente, en el año 2019, y como colofón a este artículo incluimos a continuación un vídeo editado por El País en el que se puede ver estas interesantes imágenes del eclipse del año 1900.




Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas, julio de 2021.




[1] "The total solar eclipse, 1900: report of the expeditions organized by the British Astronomical Association to observe the total solar eclipse of 1900, may 28", E. Walter Munder, Londres 1901.

Se incluye un enlace al libro completo y otro a las páginas dedicadas principalmente a narrar la estancias de los astrónomos en Manzanares.

[2] Mapa obtenido del artículo "La participación de Josep Comas Solà, director del Observatorio Fabra, en el eclipse de 1912", Jorge Núñez de Murga  y Josep Maria Codina Vidal, Revista Real Academia Galega de Ciencias, año 2012, número 31.

[3] El perihelio es el punto más cercano de la órbita de un cuerpo celeste alrededor del Sol.




miércoles, 14 de julio de 2021

UNA HISTORIA DE TRAICIONES EN MANZANARES DURANTE LA PRIMERA GUERRA CARLISTA

En este artículo se narra una historia de traiciones durante la Primera Guerra Carlista (1833-1839), cuyos sucesos más relevantes tuvieron lugar en Manzanares o fueron protagonizados por manzanareños. A lo largo del relato también aparecerán heroicos hechos de armas y dolorosas tragedias, pero antes de avanzar es necesario describir los acontecimientos históricos que provocaron las guerras carlistas, un conjunto de conflictos civiles que asolaron España durante buena parte del siglo XIX.

Las guerras carlistas tuvieron su origen en 1833, con la ascensión al trono de Isabel II, tras el fallecimiento de su padre Fernando VII. El infante Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, consideraba que él era el legítimo heredero ya que mantenía que la ley sucesoria de 1713 establecía la prevalencia de los varones sobre las mujeres para acceder al trono. Sin embargo, esta ley había sido abolida por Fernando VII, pocos años antes de su muerte, en 1830.

Infante Carlos María Isidro.
Pintado por Vicente López y Portaña.

Pero además de una disputa dinástica, las guerras carlistas fueron también un conflicto ideológico, en el que se enfrentaron visiones políticas totalmente contrapuestas. Los seguidores del infante Carlos, denominados carlistas, defendían la monarquía absoluta, típica de siglos anteriores, en la que todo el poder se concentraba en manos del monarca. Por el contrario, en torno a Isabel II se agruparon los liberales. Éstos, herederos del ideario surgido en la Ilustración, anhelaban la aprobación de una Constitución que garantizase derechos y libertades, la elección por sufragio de unas Cortes, que la soberanía fuese, al menos, compartida entre las Cortes y la Corona, etc.

El principal escenario de estos conflictos bélicos fue el norte de España ya que en zonas rurales de Navarra, País Vasco, Aragón o Cataluña los carlistas consiguieron dominar amplios territorios en los que consiguieron poner en marcha el embrión de un estado. Durante la Primera Guerra Carlista, el infante Carlos instaló su corte en la navarra localidad de Estella, desde donde reclutó un ejército regular, cobraba impuestos o administraba justicia en los territorios controlados por sus tropas.

Fuera de esta zona del norte peninsular, la actual provincia de Ciudad Real fue posiblemente uno de los lugares con mayor presencia carlista. El conflicto se desarrolló como una guerra de guerrillas, protagonizada por diferentes líderes carlistas, que actuaron de forma autónoma y descoordinada, sin conseguir ocupar territorio de forma permanente.

Para comprender mejor los hechos que vamos a relatar es importante destacar que a estas guerrillas no sólo se sumaron carlistas convencidos, sino también desertores, ladrones o bandoleros. Éstos últimos luchaban por el botín, más que por cuestiones políticas o ideológicas. Benito Pérez Galdós resumió perfectamente el carácter de estos grupos ya que afirmaba que “sólo un gramo más de moral” distinguía a un guerrillero de un bandolero.

La lucha contra las guerrillas recayó principalmente en milicias de voluntarios, ya que el ejército regular isabelino estaba volcado en combatir a los carlistas en sus feudos en el norte de España. Se crearon milicias urbanas, más tarde llamadas milicias nacionales, cuyo principal objetivo era defender sus propias localidades. Adicionalmente, se formaron otras unidades de voluntarios, denominadas cuerpos francos, pero cuyo ámbito de actuación era provincial o regional. En nuestra provincia se formó un cuerpo franco denominado “Cazadores de La Mancha”, que estaba comandado por un manzanareño, el teniente coronel José González Calero, más conocido por el apodo de Tronera.

Manzanares, uno de los pueblos de la provincia en el que el liberalismo estaba más arraigado, jugó un papel destacado en la lucha de las milicias contra las guerrillas carlistas. Doce miembros de la milicia urbana de Manzanares participaron el 15 de abril de 1834 en una importante batalla en Ruidera, que supuso la derrota de uno de los guerrilleros carlistas más famosos de la época, Manuel Adame el Locho. Los carlistas se refugiaron en lo alto de un cerro, que desde entonces pasó a conocerse con el nombre de la Loma de los Muertos, donde fueron desalojados por los isabelinos tras una impetuosa carga. Este combate se saldó con la muerte de 60 carlistas y la toma de 10 prisioneros. La prensa de la época destacó especialmente el comportamiento heroico de uno de los milicianos de Manzanares, el abogado José Izquierdo[1].

Grabado de la prensa de la época.
Grabado obtenido de https://ruideratreasures.es/la-loma-de-los-muertos-batalla-de-ruidera/


Loma de los muertos.
Foto obtenida de https://ruideratreasures.es/la-loma-de-los-muertos-batalla-de-ruidera/


También tuvo mucho protagonismo el manzanareño, ya mencionado, José González Calero, Tronera, comandante de los “Cazadores de La Mancha”. En algún periódico nacional se llegaba a afirmar que “claman en aquel país (refiriéndose a La Mancha) porque no quite el gobierno de allí al bravo Calero, con lo cual dan por segura la pacificación[2]. De hecho, hay frecuentes noticias en la prensa, casi laudatorias, sobre sus combates contra los guerrilleros carlistas[3]. En muchas de estas noticias se menciona que Tronera partía en busca o combatía con una partida carlista liderada por Luis Archidona. Destaquemos estos dos nombres, Tronera y Archidona, porque van a tener mucha relevancia en esta historia.

 

Noticia sobre un combate contra los carlistas de José González Calero, Tronera.
El Correo Nacional del 9 de julio de 1838.


A pesar de éxitos parciales, como el de la batalla de Ruidera, y del arrojo que mostraron los milicianos liberales, progresivamente los guerrilleros carlistas fueron adueñándose de la situación y actuando cada vez con mayor descaro e impunidad. Son numerosas las noticias que desde Manzanares se enviaban a la prensa quejándose de que las comunicaciones con Madrid o Andalucía estaban cortadas por la acción de los guerrilleros o que el servicio de Correos había sido desvalijado. Las ventas que jalonaban el Camino Real eran otro de los objetivos preferentes de los carlistas. La venta de Quesada, situada a unos 14 kilómetros al norte de Manzanares, es mencionada en numerosas ocasiones en la prensa por ser atacada por los guerrilleros e incluso, en alguna ocasión, llegó a ser incendiada[4].

La situación empeoraba notablemente cuando alguna expedición carlista procedente del norte llegaba a La Mancha y se unía a los guerrilleros. El 29 de diciembre de 1837 salió desde la zona controlada por los carlistas en La Rioja una expedición comandada por el militar Basilio García, formada por cuatro batallones de infantería y dos de caballería, y cuyo objetivo principal era organizar, con la ayuda de las guerrillas, un frente estable en La Mancha. La expedición de Basilio estuvo deambulando por La Mancha entre enero y abril de 1838, dejando un rastro de desolación y muerte a su paso. Quizá el suceso más sangriento de toda la guerra en la provincia fue protagonizado por las tropas de Basilio el 26 de febrero de 1838 en Calzada de Calatrava. Cuando los milicianos nacionales de Calzada se percataron de la llegada de las numerosas huestes carlistas, se refugiaron en la iglesia principal del pueblo junto a sus familias. El propio párroco de Calzada, Valeriano Torrubia, instigó a Basilio para que sus fuerzas atacasen a los milicianos resguardos en su iglesia. Es relevante aclarar que el clero, especialmente en zonas rurales, apoyaba abiertamente al carlismo, sumándose en ocasiones los propios sacerdotes a los grupos guerrilleros. Los milicianos se defendieron resueltamente del ataque de los carlistas, lo que llevó a éstos a incendiar la iglesia para acabar con su resistencia. Aunque los datos varían mucho según las fuentes, pudieron fallecer abrasados y sepultados en el interior del templo unas 200 personas, entre milicianos y sus mujeres e hijos. Meses más tarde, el párroco Valeriano Torrubia fue condenado a muerte por estos hechos por los liberales y posteriormente fusilado.

Ruinas de la iglesia de Calzada de Calatrava destruida en 1838.
Foto obtenida de https://www.calzadaplus.com/2011/02/historia-negra-de-calzada-de-cva.html

Pocos meses después de estos trágicos acontecimientos, en mayo de 1838, el gobierno se decidió al fin a enviar refuerzos del ejército regular a La Mancha. El ejército de reserva que se estaba formando en Andalucía, con unos efectivos que deberían rondar los 12.000 soldados, fue destinado a La Mancha con el objetivo de derrotar de una vez por todas a los grupos guerrilleros. Este ejército estaba comandado por el general Narváez, que con el tiempo se convertiría en uno de los más importantes militares del siglo XIX, llegando a ser hasta en siete ocasiones presidente del consejo de ministros.

Ramón María Narváez.
Pintado por Vicente López y Portaña.

Las tropas del general Narváez desplegaron una gran actividad por toda La Mancha y, en pocas semanas, se notó una notable mejoría. A lo largo del verano, las partidas carlistas empezaron a ser derrotadas y dispersadas y muchos de sus líderes, entre ellos el ya mencionado Luis Archidona, se entregaron, acogiéndose a generosos indultos que ofrecía el gobierno a los arrepentidos. Al final del verano, un sentimiento de victoria y alivio recorría los pueblos manchegos. Precisamente el 4 de septiembre, la prensa publicó una carta del Ayuntamiento de Manzanares, dirigida al general Narváez, en la que se expresaba un entusiasta agradecimiento por sus logros en la lucha contra los carlistas:

“…hacerle presente los más vivos sentimientos de gratitud que animan a este vecindario por los beneficios tan palpables que han logrado del celo y actividad incansable de V. E. en perseguir y destrozar, con el brillante ejército de Reserva, las facciones que aniquilaban la provincia[5].

Pero justo en estos momentos, unas denuncias y rumores vinieron a enturbiar, una vez más, la sensación de recobrada tranquilidad de los manzanareños. Las acusaciones posiblemente surgieron de algún carlista detenido que pretendía mejorar su situación personal colaborando con la justicia. Se denunciaba que entre las tropas isabelinas en la provincia había un traidor que había estado en connivencia con el líder carlista Luis Archidona. Las sospechas recayeron, en el hasta entonces considerado héroe, el manzanareño José González Calero, Tronera, teniente coronel de los “Cazadores de La Mancha”. El general Narváez podría haber considerado que eran unas calumnias sin fundamento, con intención de perjudicar a una persona que, como Tronera, tanto se había distinguido en la persecución de los carlistas. Sin embargo, Narváez dio crédito a las acusaciones y nombró una comisión para investigar los hechos. La comisión estaba formada por uno los oficiales de su estado mayor y, atendiendo a que el acusado era de Manzanares, se incluyó también en la comisión al comandante militar y al alcalde de esta localidad, Manuel Peñalosa.

Los investigadores emplearon siete días en busca de pruebas, recorriendo diversos pueblos de la provincia (Manzanares, La Solana, Alhambra, Osa de Montiel y Alcázar de San Juan). Las evidencias empezaron a acumularse en contra de Tronera. Los investigadores recuperaron joyas robadas por Archidona, que posteriormente Tronera había regalado a mujeres, que suponemos serían sus amantes. También recuperaron objetos vendidos por Tronera procedentes de robos cometidos por Archidona. El propio Narváez remitió un oficio a los investigadores en el que unos hermanos, vecinos de Villar y que se dedicaban a comprar paños robados por los carlistas, declaraban que Tronera les había exigido el pago de 50 onzas de oro a cambio de no detenerles. Finalmente, los investigadores interrogaron a Luis Archidona, que acabó reconociendo que había llegado a un acuerdo con Tronera para repartirse los botines robados a cambio de que éste les dejase actuar con impunidad. Otros testigos confirmaron los hechos. Una vecina de Manzanares, de nombre Juana Patón, casada con un carlista, reconoció que había servido de enlace entre Archidona y Tronera y que, incluso, había llevado una onza de oro a Tronera de parte de Archidona. Con todas estas pruebas recopiladas, los investigadores interrogaron a Tronera, que acabó derrumbándose y reconociendo todos los hechos. Como única justificación alegó que “un vecino de Osa de Montiel, a quien no conocía ni sabía cómo se llamaba, el cual le dijo que esto iba muy mal, y que era bueno que todos vivieran, por cuyo motivo celebró el convenio mencionado con Archidona[6].

Cuando los investigadores pusieron en conocimiento del general Narváez todos los hechos, éste ordenó la celebración de un consejo de guerra sumarísimo contra Tronera. El consejo de guerra se celebró en Manzanares el 26 de septiembre de 1838, con la presencia del propio Narváez. Como no podía ser de otra forma, Tronera fue condenado a la pena de muerte por traición. En la sentencia se especificaba que debía ser fusilado a la mañana siguiente en las afueras de Manzanares, en presencia de todas las tropas de guarnición de la localidad, para que sirviera de público escarmiento. Además, justo antes de la ejecución, Tronera debía ser degradado y, por último, debía ser fusilado de espaldas. El fusilamiento por la espalda era una deshonra adicional, que sólo se reservaba para traidores.

Noticia publicada en El Correo Nacional el 3 de octubre de 1838 sobre el juicio y ejecución de José González Calero, Tronera.

Esta historia aún depara una sorpresa más ya que, tras el consejo de guerra, en la noche previa al fusilamiento, alguien introdujo una pequeña navaja escondida en el asiento de enea de la silla que había en la celda de Tronera. Éste, quizá intentado evitar la humillación para su familia y él mismo de ser fusilado en su propio pueblo, intentó degollarse. Los guardias que le custodiaban se dieron cuenta a tiempo y avisaron a los médicos, que consiguieron taponar la herida y salvarle la vida. En algún periódico se especuló con que Tronera había solicitado entrevistarse esa noche con el general Narváez, con intención de asesinarle con la navaja, pero tras rechazar el general la petición de Tronera, fue cuando éste intentó suicidarse[7].

A las 8 de la mañana del día siguiente, el manzanareño Tronera, de 36 años de edad, malherido a consecuencia de su intento de suicidio de la noche anterior, fue finalmente fusilado. Junto a Tronera también fueron fusilados los alcazareños Luis Archidona y Antonio Correas, éste último conocido con el apodo de Pili y lugarteniente de Archidona, y el también carlista Carmelo Barrera, apodado Veneno y natural de La Solana. De nada le sirvió a Archidona su colaboración con la justicia y el haber delatado a Tronera, ya que compartió el mismo destino que su cómplice.

Escena de un fusilamiento por la espalda, similar al sufrido por José González Calero, Tronera.

La Primera Guerra Carlista concluyó en agosto de 1839, tras seis largos años de guerra, con el famoso abrazo de Vergara entre el general carlista Maroto y el general isabelino Espartero, natural de Granátula de Calatrava. Los acuerdos de Vergara supusieron la rendición de los carlistas, a cambio de mantener los fueros de las provincias vascas y de un reconocimiento por parte del gobierno de los empleos, grados y condecoraciones de los militares carlistas. El final de la guerra supuso el afianzamiento de Isabel II como reina y la consolidación del nuevo régimen liberal en España.

Abrazo de Vergara

En algunas zonas, los carlistas no aceptaron el acuerdo de Vergara y la lucha se prolongó. El general Cabrera continuó la guerra en el Maestrazgo hasta mayo de 1840. En La Mancha, las guerrillas carlistas continuaron luchando a pesar de los acuerdos de paz, convertidas en muchos casos en grupos de simples bandoleros, sin mayores objetivos políticos.

Una triste herencia de las tres guerras carlistas que acontecieron en el siglo XIX fue su contribución a enquistar el problema del bandolerismo en La Mancha, no pudiéndose erradicar estos grupos violentos hasta casi finales de siglo. Esta historia es, sin duda, un buen ejemplo representativo de la relación tan estrecha que tuvieron los conflictos bélicos y el fenómeno del bandolerismo en La Mancha.

Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas.

Artículo publicado en el número 6 de la revista Raíz y Rama, mayo de 2021.


[1] Periódico La Revista Española del 21 de abril de 1834.

[2] Periódico El Castellano del 24 de julio de 1838.

[3] Las noticias de prensa que narran de forma elogios las acciones de Tronera son:

Periódico El Eco del Comercio del 11 de enero de 1838.

Periódico El Castellano del 8 de julio de 1838. 

Periódico El Eco del Comercio del 16 de julio de 1838. 

Periódico El Castellano del 24 de julio de 1838.

Periódico El Correo Nacional del 25 de julio de 1838. 

Periódico El Castellano del 6 de agosto de 1838. 

Periódico El Diario Constitucional de Mallorca del 7 de agosto de 1838. 

Periódico El Guardia Nacional del 8 de agosto de 1838

Periódico El Correo Nacional del 14 de agosto de 1838