En el XXI Congreso de la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha, celebrado en Manzanares el 19 y 20 de octubre de 2024, se ha presentado la ponencia titulada "MANZANARES, BASTIÓN DEL LIBERALISMO: LOS MANIFIESTOS DE 1835 Y 1854". Todas las ponencias del congreso se recopilarán en un libro que se publicará en los próximos meses. Como adelanto al libro, incluimos a continuación el resumen de dicha ponencia, que se expuso en la biblioteca municipal Lope de Vega como parte de los actos del congreso.
Pero antes de continuar con el motivo central de mi intervención quiero hacer una reivindicación del término liberal que, desgraciadamente, está en la actualidad lleno de connotaciones negativas. No hay mayor ataque entre rivales políticos que calificar las iniciativas de otros partidos con los adjetivos de “neoliberal” o “ultra liberal”. Sin embargo, en el siglo XIX el liberalismo era la corriente de pensamiento político más avanzada que representaba el anhelo de muchos ciudadanos de crear una sociedad más justa basada en el reconocimiento de los derechos individuales (expresión, asociación, propiedad…), la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley o la soberanía popular. Para los liberales todos estos derechos debían estar recogidos y protegidos por una constitución. Estos planteamientos son, ni más ni menos, que la base de las modernas democracias occidentales.
Volviendo al tema principal de mi ponencia, ¿en qué me baso para destacar el carácter liberal de Manzanares? Podría citar muchos acontecimientos, por ejemplo, durante la Primera Guerra Carlista se debatió en las Cortes convertir a Manzanares en la capital provincial por ser el lugar más seguro de la provincia para albergar a instituciones como la Diputación o el Gobierno Civil. Se consideraba a Manzanares el pueblo más afín al nuevo régimen liberal y el que, además, contaba con una Guardia Nacional muy numerosa, formada por vecinos voluntarios, que protegería a las autoridades provinciales ante posibles ataques de los carlistas. De forma similar, en 1823, al final del Trienio Liberal, Manzanares se convirtió, en palabras de otro historiador, en el "Cádiz de La Mancha", por ser el último refugio de las autoridades provinciales antes del triunfo final de los absolutistas.
Sin embargo, en mi ponencia me voy a centrar en dos hechos históricos ocurridos en Manzanares que provocaron nada menos que la caída del Gobierno, como son los manifiestos de 1835 y 1854. Mucho más conocido el segundo que el primero y, sin embargo, ambos muy similares por su desarrollo y repercusiones políticas. Ahora los gobiernos se deciden normalmente en Madrid y, en algunas ocasiones, en Cataluña o el País Vasco, pues en aquella época, o al menos en estos dos episodios, esto ocurría nada menos que en Manzanares.
Para entender lo sucedido en estas dos fechas hay que tener en cuenta que el liberalismo se había escindido en dos corrientes políticas antagónicas que serán los protagonistas de estos hechos: moderados y progresistas. En este caso no se pueden hacer analogías con el presente, no deberíamos identificar ideológicamente a estos partidos con los que actualmente dominan la política española ya que por aquel entonces la izquierda o el socialismo no existían, ya que son un fenómeno político posterior.
Pasemos ya a describir sin más dilación los acontecimientos ocurridos y las similitudes de ambos procesos. Tanto en 1835 como en 1854 gobernaban los moderados en medio de un gran descontento de la opinión pública. En 1835 el descrédito del Gobierno se debía a la tibieza en las reformas, no se había proclamado todavía una constitución a pesar de que habían pasado ya dos años desde la muerte del absolutista Fernando VII. Adicionalmente, los fracasos militares en la Primera Guerra Carlista contribuían poderosamente al descrédito del Gobierno. En 1854 las causas del descontento eran múltiples: la falta de alternancia habiendo monopolizado el poder los moderados durante la última década; el giro autoritario del Gobierno, que quería aprobar una reforma constitucional muy restrictiva de las libertades individuales; los escándalos de corrupción relacionados con concesiones ferroviarias, que afectaban incluso a María Cristina, la madre de la reina Isabel II. En este último punto de la corrupción, desgraciadamente, poco hemos cambiado en estos dos últimos siglos.
En ambas fechas hubo una sublevación militar para derribar al Gobierno. En 1835 fue el Ejército de Andalucía quién se sublevó y en 1854 fueron parte de las tropas de guarnición en Madrid.
De nuevo, en estos dos periodos, los ejércitos sublevados terminaron estableciéndose en Manzanares. En 1835 el Ejército de Andalucía avanzó hasta Manzanares donde fijó durante semanas su cuartel general y desde donde suponía una amenaza para el Gobierno por su cercanía a Madrid a pocos días de marcha. Y en 1854, tras una batalla de resultado indeciso contra fuerzas leales al Gobierno en las afueras de Madrid, en Vicálvaro, los sublevados se retiraron hasta Manzanares.
Otra similitud es que en ambos casos al frente de los sublevados había importantes figuras políticas. En 1835 el liderazgo político del Ejército de Andalucía lo ostentaba desde Manzanares el Conde de las Navas, que había sido uno de los principales líderes progresistas en las Cortes convocadas el año anterior. En 1854 la sublevación la lideró el general O’Donnell, al que se le unieron en nuestra localidad otras prominentes figuras como fue el caso del general Serrano y Antonio Cánovas del Castillo.
De nuevo, en ambas ocasiones, en Manzanares se redactó y proclamó un Manifiesto. El objetivo principal del Manifiesto de 1854 era atraer a los progresistas a la sublevación. El general O’Donnell era una figura próxima a los moderados, lo que había restado apoyo político a los sublevados. Los partidos de oposición, principalmente los progresistas, consideraban la sublevación como una disputa interna entre diferentes corrientes de los moderados. Los guiños del Manifiesto hacia las posiciones políticas progresistas (ampliación del derecho al voto, descentralización en favor de los ayuntamientos, recuperación de la milicia nacional, etc.) fueron decisivos para que éstos se unieron a la sublevación. De esta forma, el Manifiesto de Manzanares del año 1854 fue decisivo para que una sublevación militar al borde del fracaso se convirtiera en una revolución popular que se acabó extendiendo por toda España. En este caso, sí que hay diferencias respecto a 1835 ya que el Manifiesto de ese año redactado por el Conde de las Navas, cuya principal reclamación era la proclamación de una constitución, no tuvo tanta repercusión política. En 1835 el poder de los sublevados se basaba más en el numeroso Ejército de Andalucía, acantonado en Manzanares tan cerca de Madrid, que en la fuerza de las ideas transmitidas en su Manifiesto.
Finalmente, ambos episodios tuvieron un resultado muy parecido: los gobiernos moderados cayeron y fueron sustituidos por gabinetes liderados por grandes figuras del partido progresista. En 1835 encabezó el nuevo Gobierno Juan Álvarez de Mendizábal, que al año siguiente aprobaría la importante desamortización de los bienes eclesiásticos, y en 1854 la presidencia recayó en el general Espartero, manchego originario de Granátula de Calatrava.
Esta es una explicación muy rápida de los hechos, ambos acontecimientos tienen una gran complejidad interna de mucho interés y para más información les remito a mi ponencia. No querría terminar sin hacer un llamamiento. Estamos en una época en la que cualquier acontecimiento histórico se interpreta a la luz de la más inmediata actualidad política, en la que fácilmente se hacen bandos calificando a todos los personajes históricos como amigos o enemigos. Creo que ha llegado la hora de que los españoles se reconcilien con su historia y, en este caso concreto, que los manzanareños y todos los castellanos manchegos, de cualquier ideología, se sientan legítimamente orgullosos de estos acontecimientos en los que Manzanares ocupó un lugar central en la historia y evolución política de España.
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