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viernes, 30 de julio de 2021

EL ECLIPE SOLAR DE 1900. LA EXPEDICIÓN DE LA SOCIEDAD ASTRONÓMICA BRITÁNICA A MANZANARES

Octavo programa de "Apuntes de Historia", de Manzanares10Tv, dedicado a narrar la visita de la Sociedad Astronómica Británica a Manzanares en el año 1900 para observar un eclipse de sol total.



INTRODUCCIÓN

El 28 de mayo del año 1900 una expedición de la Asociación Astronómica Británica se desplazó hasta Manzanares (Ciudad Real) para observar un eclipse de sol total. A su vuelta a Londres, los expedicionarios publicaron un libro en el que recogieron las observaciones científicas del eclipse y en el que también narraron curiosidades de su viaje y de los lugares que visitaron y, en concreto, hay bastantes páginas dedicadas a su estancia en Manzanares[1]. Este libro ha sido la base para elaborar el presente artículo.

La lectura del libro es especialmente interesante, no sólo por los hechos narrados, sino también por el estilo en la que está escrito y por la visión que tenían los expedicionarios sobre España y que dejan muy patente en el texto. El libro recuerda a las novelas de Julio Verne, en las que en muchas ocasiones los protagonistas son científicos que viajan a lugares recónditos del mundo. De hecho, hay una novela de este autor, no de las más conocidas, titulada En el país de las pieles, en la que uno de los personajes es un astrónomo que viaja al océano Ártico para ser el observador situado más al norte de un eclipse. Por otro lado, en los comentarios que hacen sobre Manzanares, y en general sobre España, se puede apreciar que los expedicionarios estaban muy influenciados por los denominados viajeros románticos el siglo XIX. Estos viajeros trasladaban a sus lectores una visión muy exótica de España, como si en vez de ser parte de Europa, fuese un país africano u oriental en el que sólo había bandoleros, toreros y flamencas. De hecho, cada vez que en Manzanares observan algo especialmente antiguo, como es el caso castillo o las tinajas de una bodega, consideran que es de origen árabe, cuando en realidad esta localidad no existía en tiempos de la ocupación musulmana.
EL ECLIPSE DE 1900

A principios del siglo XX hubo en pocos años tres eclipses totales de sol que pudieron observarse desde la península ibérica, por lo que internacionalmente fueron conocidos como los eclipses españoles. En concreto, el del año 1900 pudo apreciarse en toda su plenitud en una franja que iba desde Oporto (en la costa portuguesa), pasando por el norte de Extremadura y por las provincias de Ciudad Real, Albacete y Alicante. 

Estos eclipses despertaron mucho interés en la comunidad científica nacional e internacional. En concreto, para el eclipse de 1900, diferentes expediciones, principalmente británicas y francesas, se desplazaron hasta España eligiendo varios puntos de observación en la franja de oscurecimiento total. Los astrónomos del Observatorio de Madrid y de la Sociedad Astronómica de Dublín eligieron Plasencia. Hasta Argamasilla de Alba se desplazaron científicos franceses del Observatorio de Meudon. Los principales puntos de reunión de la comunidad científica fueron Elche y Santa Pola, que fueron elegidos por el Observatorio de París, las universidades de Montepellier y Toulouse, la comisión del Ministerio de Instrucción Pública de Francia, el Observatorio de San Fernando, el Observatorio del Vaticano, el Observatorio Astronómico de Londres, etc. En el caso de Manzanares, se desplazaron hasta esta localidad tres miembros de la Asociación Astronómica Británica: el capitán de marina Alfred Carpenter, el fotógrafo Francis Gare y el profesor Henry Keatley Moore.


Trayectoria sobre la península ibérica de los eclipses de 1860, 1900, 1905 y 1912[2].

Astrónomos desplazados a Argamasilla de Alba y Plasencia
Publicada en La Ilustración Española y Americana del 8 de junio de 1900.

No debe sorprendernos el despliegue de medios para observar el eclipse de 1900 ya que coincidió con un periodo de eclosión del conocimiento científico y de confianza en la capacidad de la ciencia para explicar los fenómenos naturales. De hecho, este interés por los eclipses se mantiene en la actualidad y prueba de ello es que un fenómeno de este tipo ocurrido en cualquier lugar del mundo es noticia destacada en los medios de comunicación.

Desde el punto de vista científico, los eclipses permiten estudiar la corona solar, que es la capa de plasma alrededor del sol, que en circunstancias normales de luminosidad no puede observarse. En esta época los eclipses tenían un interés adicional, ya que se pensaba que eran una oportunidad única para detectar un supuesto planeta al que se había puesto el nombre de Vulcano. Desde el siglo XIX, se había propuesto la existencia de este planeta para justificar unas alteraciones observadas en el perihelio[3] del planeta Mercurio. Suponían que Vulcano no podía observarse en condiciones normales con los telescopios por su cercanía al Sol y pensaban que el oscurecimiento provocado por los eclipses permitiría por fin detectar al esquivo planeta Vulcano. Finalmente, en 1915, la teoría de la Relatividad de Einstein ofreció una justificación a las anomalías observadas en Mercurio y se abandonaron definitivamente las tesis sobre la posible existencia del planeta Vulcano.

Fotografía de la corona solar durante el eclipse de 1900.
Sociedad Astronómica Británica.

El interés por el eclipse de 1900 superó el ámbito científico, suscitando una gran curiosidad entre la ciudadanía. Muestra de ello son las continuas y detalladas noticias publicadas en toda la prensa. Muchísimos aficionados a la astronomía o simplemente curiosos se desplazaron en trenes especialmente fletados para la ocasión hasta la zona de ocultación total. Por citar sólo ejemplos de la provincia de Ciudad Real, hasta Alcázar de San Juan se acercaron muchos madrileños, "un inmenso gentío" según la prensa[4], aprovechando la vía férrea que conectaba la capital de España con esta localidad. Argamasilla de Alba acogió a una visita de la infanta Isabel de Borbón, tía de Alfonso XII y conocida popularmente como La Chata, acompañada de importantes personalidades. 

En el caso de Manzanares, se congregaron visitantes de pueblos cercanos y de Ciudad Real, desde donde se desplazó una comisión del instituto provincial. La compañía ferroviaria MZA también fletó un tren desde Linares hasta Manzanares con precios populares para todos aquellos interesados en observar el eclipse. Gracias a las noticas de prensa de la época podemos saber que el tren tardaba más de 6 horas en cubrir el trayecto desde Linares a Manzanares, una distancia de apenas 125 kilómetros. El viaje en primera clase costaba diez pesetas y dos en tercera que, a pesar de anunciarse como precios populares, no era una cantidad al alcance de todos los bolsillos. El precio del billete en tercera podría ser equivalente al salario de un día de un jornalero trabajando en labores agrícolas. Hay que tener en cuenta que con este dinero los jornaleros tenían que alimentar a su familia durante varios días, ya que su trabajo era ocasional y en periodos de menor actividad agrícola pasaban muchos días en paro. En definitiva, el eclipse tuvo que suscitar mucho interés para que la gente estuviese dispuesta a aguantar un viaje desde Linares a Manzanares de más de 12 hora entre la ida y la vuelta, con las comodidades de un tren de la época, y a un precio relativamente elevado.

Noticia publicada en El Heraldo de Madrid sobre el tren fletado con ocasión del eclipse, para cubrir el trayecto entre Linares y Manzanares.


LA SOCIEDAD ASTRONÓMICA BRITÁNICA EN MANZANARES

La expedición de la Sociedad Astronómica Británica llegó a Manzanares el domingo 27 de mayo, un día antes del eclipse. La embajada británica en Madrid había avisado previamente al Ayuntamiento de la visita, así que los astrónomos se dirigieron a la casa consistorial, en la actual Plaza de la Constitución, en busca del alcalde Pedro Antonio González-Calero Sánchez-Carrascosa.

Una vez llegados a la casa consistorial, los británicos intentaron hacerse entender en francés, ya que no hablaban español. Al ser domingo por la mañana, la mayor parte de los vecinos estaban en misa y hubo que esperar a que terminase la ceremonia religiosa para que el alcalde hiciese acto de presencia, acompañado de un profesor de escuela de Manzanares que sabía francés y que actuó como traductor. Una vez solventados los problemas de comunicación, el alcalde y todo el pueblo de Manzanares se volcaron en ayuda de los británicos.

Se les cedió a los astrónomos la torre del homenaje de castillo para que pudieran observar el eclipse. Este edifico era el segundo más alto de la localidad, después de la torre de la iglesia de la Asunción, y tenía la ventaja de disponer de una amplia azotea en la que se podían colocar cómodamente todos sus instrumentos científicos. El día del eclipse se apagaron unas chimeneas cercanas, suponemos que serían de industrias alcoholeras, para que el humo no dificultase la observación del eclipse. En todo momento los británicos estuvieron acompañados por una escolta de la policía local. Les invitaron a un "local club", según el texto original del libro en inglés, y que seguramente sería alguno de los casinos existentes en Manzanares y que eran el centro de reunión por excelencia de las clases más acomodados. También fueron invitados a una visita, con cena incluida, a la mayor bodega de la época en Manzanares llamada “La Montaña”. Esta bodega estaba situada en la calle Padres Capuchinos esquina con Jacinto Benavente y era propiedad de Diego Martín Quevedo. Hasta una banda de música se dedicó a tocarle serenatas a los británicos. Finalmente, el Ayuntamiento se hizo cargo de los costes de la estancia de los astrónomos en la posada en la que se habían alojado. Todo este despliegue de las autoridades y de la sociedad manzanareña transmiten la idea de que la visita de los astrónomos tuvo que ser todo un acontecimiento para la localidad.

Entrada a la bodega de "La Montaña".
Foto obtenida del grupo de Facebook "Fotos antiguas Manzanares"
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La hospitalidad dispensada por los manzanareños a sus ilustres visitantes propició que los británicos se llevaran una impresión muy positiva sobre la localidad, incluso a pesar de que el primer contacto, nada más llegar a la posada en la que se alojaron, no fuera muy alentador. En la posada, muy austera según los británicos, había tres dormitorios consecutivos, comunicados unos con otros y en la primera habitación por la que pasaron se encontraron a un huésped durmiendo. Esta falta de intimidad les sorprendió negativamente y dejaron reflejado en el libro un comentario en el que mostraban su alivio por no haber viajado a España con sus esposas, evitándoles el trance de pasar a una habitación en la que dormía un desconocido.

Quitando este hecho puntual de la posada, las demás impresiones sobre Manzanares fueron muy positivas. Se quedaron especialmente asombrados por la bodega “La Montaña”, tanto por el tamaño como por la modernidad de sus instalaciones. Por otro lado, no es de extrañar que se sorprendieran porque ésta era la mayor y más moderna bodega de Manzanares, que en 1929 tenía una capacidad de almacenaje de nada menos de 2.200.000 litros.

Interior de la bodega de "La Montaña".
Foto obtenida del grupo de Facebook "Fotos antiguas Manzanares"
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Los británicos también destacaron el buen abastecimiento de agua y electricidad con el que contaba Manzanares y que era realizado por empresas locales con capital aportado en su mayor parte por los vecinos.

Por último, también les llamó la atención la ausencia de mendigos y borrachos en comparación con otras zonas de España por las que habían pasado. Habían entrado a España por Gibraltar y en su viaje visitaron Ronda, Granada y Sevilla antes de llegar a Manzanares. Sorprendidos, preguntaron al alcalde por este aparente bienestar de los manzanareños y éste les respondió con cierto orgullo que en Manzanares no había nadie tan pobre como para mendigar y que la gente trabajaba durante la semana en las bodegas o para grandes propietarios agrícolas y aprovechaban los festivos para trabajar en sus pequeñas fincas y que, por tanto, no tenían tiempo que perder en las tabernas. Aunque la respuesta del alcalde quizá fue un poco exagerada, sí es cierto que a finales del siglo XIX y principios del XX Manzanares conoció una etapa de gran prosperidad y de aumento de la población gracias al despegue de una industria vinícola volcada en la exportación.

Los astrónomos estaban equipados con cámaras para fotografiar el eclipse y también las utilizaron para tomar instantáneas de los lugares que visitaron. En el caso concreto de Manzanares, incluyeron en el libro dos llamativas fotografías de la localidad. La primera de ellas es una foto de la plaza en un día de mercado, con toda la explanada llena de carros y puestos de ventas y con la iglesia al fondo. En la foto pueden apreciarse unos balcones en la fachada de la iglesia que en la actualidad no existen. Comentan en el libro que estos balcones se utilizaban como palcos para ver las corridas de toros que se celebraban en la plaza. También mencionan que estaba a punto de finalizar la construcción de la actual plaza de toros que, en efecto, se inauguró pocos meses después, el día 8 de agosto de ese mismo año.

Fotografía de la plaza de la Constitución de Manzanares, tomada por la Asociación Astronómica Británica durante su visita del año 1900.

La segunda foto es del castillo de Manzanares, que como hemos comentado, fue el lugar desde el que observaron el eclipse. Esta instantánea es especialmente interesante porque posiblemente sea la fotografía más antigua que se conserva del castilloEn el primer plano de la foto, están dos de los astrónomos. El que está de pie con una larga barba es el profesor Henry Keatley Moore y el que está sentado será probablemente el capitán de marina Carpenter, de hecho, parece que está manejando un sextante. El tercer expedicionario, el fotógrafo Francis Gare, estaría en ese momento tras la cámara tomando la instantánea. Podemos ver en la foto que los astrónomos están rodeados de muchos curiosos, sobre todo niños, prueba de la expectación que generaba la visita. Se puede ver también la ermita de San Antonio y, desde un punto de vista urbanístico, se puede apreciar que en esa época el castillo estaba prácticamente en las afueras de la localidad, sin casi edificaciones a su alrededor.

Fotografía del castillo de Manzanares, tomada por la Asociación Astronómica Británica durante su visita del año 1900.

El profesor Henry Keatley Moore también realizó un dibujo del castillo, en el que se puede apreciar que el edificio ya parece más una venta que una antigua fortaleza medieval. Sólo sobresale la torre del homenaje para dejar constancia de su antiguo uso militar. De hecho, mencionan que esa época el castillo se utilizaba como granero y almacén.

Dibujo realizado por Henry Keatly Moore del castillo de Mazanares (1900).


LA GRABACIÓN DEL ECLIPSE

La Asociación Astronómica Británica no sólo se desplazó hasta Manzanares, sino que también envió expediciones a Carolina del Norte (EE.UU.), al océano Atlántico, a Portugal, a Argelia y a otras ciudades españolas. La expedición enviada a EE.UU consiguió grabar con una cámara de cine unas espectaculares imágenes del eclipse. Curiosamente la grabación fue realizada por un mago británico, Nevil Maskelyne, que también era un pionero del cine y un entusiasta de la ciencia. Esta grabación ha sido recuperada y digitalizada recientemente, en el año 2019, y como colofón a este artículo incluimos a continuación un vídeo editado por El País en el que se puede ver estas interesantes imágenes del eclipse del año 1900.




Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas, julio de 2021.




[1] "The total solar eclipse, 1900: report of the expeditions organized by the British Astronomical Association to observe the total solar eclipse of 1900, may 28", E. Walter Munder, Londres 1901.

Se incluye un enlace al libro completo y otro a las páginas dedicadas principalmente a narrar la estancias de los astrónomos en Manzanares.

[2] Mapa obtenido del artículo "La participación de Josep Comas Solà, director del Observatorio Fabra, en el eclipse de 1912", Jorge Núñez de Murga  y Josep Maria Codina Vidal, Revista Real Academia Galega de Ciencias, año 2012, número 31.

[3] El perihelio es el punto más cercano de la órbita de un cuerpo celeste alrededor del Sol.




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