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miércoles, 14 de julio de 2021

UNA HISTORIA DE TRAICIONES EN MANZANARES DURANTE LA PRIMERA GUERRA CARLISTA

En este artículo se narra una historia de traiciones durante la Primera Guerra Carlista (1833-1839), cuyos sucesos más relevantes tuvieron lugar en Manzanares o fueron protagonizados por manzanareños. A lo largo del relato también aparecerán heroicos hechos de armas y dolorosas tragedias, pero antes de avanzar es necesario describir los acontecimientos históricos que provocaron las guerras carlistas, un conjunto de conflictos civiles que asolaron España durante buena parte del siglo XIX.

Las guerras carlistas tuvieron su origen en 1833, con la ascensión al trono de Isabel II, tras el fallecimiento de su padre Fernando VII. El infante Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, consideraba que él era el legítimo heredero ya que mantenía que la ley sucesoria de 1713 establecía la prevalencia de los varones sobre las mujeres para acceder al trono. Sin embargo, esta ley había sido abolida por Fernando VII, pocos años antes de su muerte, en 1830.

Infante Carlos María Isidro.
Pintado por Vicente López y Portaña.

Pero además de una disputa dinástica, las guerras carlistas fueron también un conflicto ideológico, en el que se enfrentaron visiones políticas totalmente contrapuestas. Los seguidores del infante Carlos, denominados carlistas, defendían la monarquía absoluta, típica de siglos anteriores, en la que todo el poder se concentraba en manos del monarca. Por el contrario, en torno a Isabel II se agruparon los liberales. Éstos, herederos del ideario surgido en la Ilustración, anhelaban la aprobación de una Constitución que garantizase derechos y libertades, la elección por sufragio de unas Cortes, que la soberanía fuese, al menos, compartida entre las Cortes y la Corona, etc.

El principal escenario de estos conflictos bélicos fue el norte de España ya que en zonas rurales de Navarra, País Vasco, Aragón o Cataluña los carlistas consiguieron dominar amplios territorios en los que consiguieron poner en marcha el embrión de un estado. Durante la Primera Guerra Carlista, el infante Carlos instaló su corte en la navarra localidad de Estella, desde donde reclutó un ejército regular, cobraba impuestos o administraba justicia en los territorios controlados por sus tropas.

Fuera de esta zona del norte peninsular, la actual provincia de Ciudad Real fue posiblemente uno de los lugares con mayor presencia carlista. El conflicto se desarrolló como una guerra de guerrillas, protagonizada por diferentes líderes carlistas, que actuaron de forma autónoma y descoordinada, sin conseguir ocupar territorio de forma permanente.

Para comprender mejor los hechos que vamos a relatar es importante destacar que a estas guerrillas no sólo se sumaron carlistas convencidos, sino también desertores, ladrones o bandoleros. Éstos últimos luchaban por el botín, más que por cuestiones políticas o ideológicas. Benito Pérez Galdós resumió perfectamente el carácter de estos grupos ya que afirmaba que “sólo un gramo más de moral” distinguía a un guerrillero de un bandolero.

La lucha contra las guerrillas recayó principalmente en milicias de voluntarios, ya que el ejército regular isabelino estaba volcado en combatir a los carlistas en sus feudos en el norte de España. Se crearon milicias urbanas, más tarde llamadas milicias nacionales, cuyo principal objetivo era defender sus propias localidades. Adicionalmente, se formaron otras unidades de voluntarios, denominadas cuerpos francos, pero cuyo ámbito de actuación era provincial o regional. En nuestra provincia se formó un cuerpo franco denominado “Cazadores de La Mancha”, que estaba comandado por un manzanareño, el teniente coronel José González Calero, más conocido por el apodo de Tronera.

Manzanares, uno de los pueblos de la provincia en el que el liberalismo estaba más arraigado, jugó un papel destacado en la lucha de las milicias contra las guerrillas carlistas. Doce miembros de la milicia urbana de Manzanares participaron el 15 de abril de 1834 en una importante batalla en Ruidera, que supuso la derrota de uno de los guerrilleros carlistas más famosos de la época, Manuel Adame el Locho. Los carlistas se refugiaron en lo alto de un cerro, que desde entonces pasó a conocerse con el nombre de la Loma de los Muertos, donde fueron desalojados por los isabelinos tras una impetuosa carga. Este combate se saldó con la muerte de 60 carlistas y la toma de 10 prisioneros. La prensa de la época destacó especialmente el comportamiento heroico de uno de los milicianos de Manzanares, el abogado José Izquierdo[1].

Grabado de la prensa de la época.
Grabado obtenido de https://ruideratreasures.es/la-loma-de-los-muertos-batalla-de-ruidera/


Loma de los muertos.
Foto obtenida de https://ruideratreasures.es/la-loma-de-los-muertos-batalla-de-ruidera/


También tuvo mucho protagonismo el manzanareño, ya mencionado, José González Calero, Tronera, comandante de los “Cazadores de La Mancha”. En algún periódico nacional se llegaba a afirmar que “claman en aquel país (refiriéndose a La Mancha) porque no quite el gobierno de allí al bravo Calero, con lo cual dan por segura la pacificación[2]. De hecho, hay frecuentes noticias en la prensa, casi laudatorias, sobre sus combates contra los guerrilleros carlistas[3]. En muchas de estas noticias se menciona que Tronera partía en busca o combatía con una partida carlista liderada por Luis Archidona. Destaquemos estos dos nombres, Tronera y Archidona, porque van a tener mucha relevancia en esta historia.

 

Noticia sobre un combate contra los carlistas de José González Calero, Tronera.
El Correo Nacional del 9 de julio de 1838.


A pesar de éxitos parciales, como el de la batalla de Ruidera, y del arrojo que mostraron los milicianos liberales, progresivamente los guerrilleros carlistas fueron adueñándose de la situación y actuando cada vez con mayor descaro e impunidad. Son numerosas las noticias que desde Manzanares se enviaban a la prensa quejándose de que las comunicaciones con Madrid o Andalucía estaban cortadas por la acción de los guerrilleros o que el servicio de Correos había sido desvalijado. Las ventas que jalonaban el Camino Real eran otro de los objetivos preferentes de los carlistas. La venta de Quesada, situada a unos 14 kilómetros al norte de Manzanares, es mencionada en numerosas ocasiones en la prensa por ser atacada por los guerrilleros e incluso, en alguna ocasión, llegó a ser incendiada[4].

La situación empeoraba notablemente cuando alguna expedición carlista procedente del norte llegaba a La Mancha y se unía a los guerrilleros. El 29 de diciembre de 1837 salió desde la zona controlada por los carlistas en La Rioja una expedición comandada por el militar Basilio García, formada por cuatro batallones de infantería y dos de caballería, y cuyo objetivo principal era organizar, con la ayuda de las guerrillas, un frente estable en La Mancha. La expedición de Basilio estuvo deambulando por La Mancha entre enero y abril de 1838, dejando un rastro de desolación y muerte a su paso. Quizá el suceso más sangriento de toda la guerra en la provincia fue protagonizado por las tropas de Basilio el 26 de febrero de 1838 en Calzada de Calatrava. Cuando los milicianos nacionales de Calzada se percataron de la llegada de las numerosas huestes carlistas, se refugiaron en la iglesia principal del pueblo junto a sus familias. El propio párroco de Calzada, Valeriano Torrubia, instigó a Basilio para que sus fuerzas atacasen a los milicianos resguardos en su iglesia. Es relevante aclarar que el clero, especialmente en zonas rurales, apoyaba abiertamente al carlismo, sumándose en ocasiones los propios sacerdotes a los grupos guerrilleros. Los milicianos se defendieron resueltamente del ataque de los carlistas, lo que llevó a éstos a incendiar la iglesia para acabar con su resistencia. Aunque los datos varían mucho según las fuentes, pudieron fallecer abrasados y sepultados en el interior del templo unas 200 personas, entre milicianos y sus mujeres e hijos. Meses más tarde, el párroco Valeriano Torrubia fue condenado a muerte por estos hechos por los liberales y posteriormente fusilado.

Ruinas de la iglesia de Calzada de Calatrava destruida en 1838.
Foto obtenida de https://www.calzadaplus.com/2011/02/historia-negra-de-calzada-de-cva.html

Pocos meses después de estos trágicos acontecimientos, en mayo de 1838, el gobierno se decidió al fin a enviar refuerzos del ejército regular a La Mancha. El ejército de reserva que se estaba formando en Andalucía, con unos efectivos que deberían rondar los 12.000 soldados, fue destinado a La Mancha con el objetivo de derrotar de una vez por todas a los grupos guerrilleros. Este ejército estaba comandado por el general Narváez, que con el tiempo se convertiría en uno de los más importantes militares del siglo XIX, llegando a ser hasta en siete ocasiones presidente del consejo de ministros.

Ramón María Narváez.
Pintado por Vicente López y Portaña.

Las tropas del general Narváez desplegaron una gran actividad por toda La Mancha y, en pocas semanas, se notó una notable mejoría. A lo largo del verano, las partidas carlistas empezaron a ser derrotadas y dispersadas y muchos de sus líderes, entre ellos el ya mencionado Luis Archidona, se entregaron, acogiéndose a generosos indultos que ofrecía el gobierno a los arrepentidos. Al final del verano, un sentimiento de victoria y alivio recorría los pueblos manchegos. Precisamente el 4 de septiembre, la prensa publicó una carta del Ayuntamiento de Manzanares, dirigida al general Narváez, en la que se expresaba un entusiasta agradecimiento por sus logros en la lucha contra los carlistas:

“…hacerle presente los más vivos sentimientos de gratitud que animan a este vecindario por los beneficios tan palpables que han logrado del celo y actividad incansable de V. E. en perseguir y destrozar, con el brillante ejército de Reserva, las facciones que aniquilaban la provincia[5].

Pero justo en estos momentos, unas denuncias y rumores vinieron a enturbiar, una vez más, la sensación de recobrada tranquilidad de los manzanareños. Las acusaciones posiblemente surgieron de algún carlista detenido que pretendía mejorar su situación personal colaborando con la justicia. Se denunciaba que entre las tropas isabelinas en la provincia había un traidor que había estado en connivencia con el líder carlista Luis Archidona. Las sospechas recayeron, en el hasta entonces considerado héroe, el manzanareño José González Calero, Tronera, teniente coronel de los “Cazadores de La Mancha”. El general Narváez podría haber considerado que eran unas calumnias sin fundamento, con intención de perjudicar a una persona que, como Tronera, tanto se había distinguido en la persecución de los carlistas. Sin embargo, Narváez dio crédito a las acusaciones y nombró una comisión para investigar los hechos. La comisión estaba formada por uno los oficiales de su estado mayor y, atendiendo a que el acusado era de Manzanares, se incluyó también en la comisión al comandante militar y al alcalde de esta localidad, Manuel Peñalosa.

Los investigadores emplearon siete días en busca de pruebas, recorriendo diversos pueblos de la provincia (Manzanares, La Solana, Alhambra, Osa de Montiel y Alcázar de San Juan). Las evidencias empezaron a acumularse en contra de Tronera. Los investigadores recuperaron joyas robadas por Archidona, que posteriormente Tronera había regalado a mujeres, que suponemos serían sus amantes. También recuperaron objetos vendidos por Tronera procedentes de robos cometidos por Archidona. El propio Narváez remitió un oficio a los investigadores en el que unos hermanos, vecinos de Villar y que se dedicaban a comprar paños robados por los carlistas, declaraban que Tronera les había exigido el pago de 50 onzas de oro a cambio de no detenerles. Finalmente, los investigadores interrogaron a Luis Archidona, que acabó reconociendo que había llegado a un acuerdo con Tronera para repartirse los botines robados a cambio de que éste les dejase actuar con impunidad. Otros testigos confirmaron los hechos. Una vecina de Manzanares, de nombre Juana Patón, casada con un carlista, reconoció que había servido de enlace entre Archidona y Tronera y que, incluso, había llevado una onza de oro a Tronera de parte de Archidona. Con todas estas pruebas recopiladas, los investigadores interrogaron a Tronera, que acabó derrumbándose y reconociendo todos los hechos. Como única justificación alegó que “un vecino de Osa de Montiel, a quien no conocía ni sabía cómo se llamaba, el cual le dijo que esto iba muy mal, y que era bueno que todos vivieran, por cuyo motivo celebró el convenio mencionado con Archidona[6].

Cuando los investigadores pusieron en conocimiento del general Narváez todos los hechos, éste ordenó la celebración de un consejo de guerra sumarísimo contra Tronera. El consejo de guerra se celebró en Manzanares el 26 de septiembre de 1838, con la presencia del propio Narváez. Como no podía ser de otra forma, Tronera fue condenado a la pena de muerte por traición. En la sentencia se especificaba que debía ser fusilado a la mañana siguiente en las afueras de Manzanares, en presencia de todas las tropas de guarnición de la localidad, para que sirviera de público escarmiento. Además, justo antes de la ejecución, Tronera debía ser degradado y, por último, debía ser fusilado de espaldas. El fusilamiento por la espalda era una deshonra adicional, que sólo se reservaba para traidores.

Noticia publicada en El Correo Nacional el 3 de octubre de 1838 sobre el juicio y ejecución de José González Calero, Tronera.

Esta historia aún depara una sorpresa más ya que, tras el consejo de guerra, en la noche previa al fusilamiento, alguien introdujo una pequeña navaja escondida en el asiento de enea de la silla que había en la celda de Tronera. Éste, quizá intentado evitar la humillación para su familia y él mismo de ser fusilado en su propio pueblo, intentó degollarse. Los guardias que le custodiaban se dieron cuenta a tiempo y avisaron a los médicos, que consiguieron taponar la herida y salvarle la vida. En algún periódico se especuló con que Tronera había solicitado entrevistarse esa noche con el general Narváez, con intención de asesinarle con la navaja, pero tras rechazar el general la petición de Tronera, fue cuando éste intentó suicidarse[7].

A las 8 de la mañana del día siguiente, el manzanareño Tronera, de 36 años de edad, malherido a consecuencia de su intento de suicidio de la noche anterior, fue finalmente fusilado. Junto a Tronera también fueron fusilados los alcazareños Luis Archidona y Antonio Correas, éste último conocido con el apodo de Pili y lugarteniente de Archidona, y el también carlista Carmelo Barrera, apodado Veneno y natural de La Solana. De nada le sirvió a Archidona su colaboración con la justicia y el haber delatado a Tronera, ya que compartió el mismo destino que su cómplice.

Escena de un fusilamiento por la espalda, similar al sufrido por José González Calero, Tronera.

La Primera Guerra Carlista concluyó en agosto de 1839, tras seis largos años de guerra, con el famoso abrazo de Vergara entre el general carlista Maroto y el general isabelino Espartero, natural de Granátula de Calatrava. Los acuerdos de Vergara supusieron la rendición de los carlistas, a cambio de mantener los fueros de las provincias vascas y de un reconocimiento por parte del gobierno de los empleos, grados y condecoraciones de los militares carlistas. El final de la guerra supuso el afianzamiento de Isabel II como reina y la consolidación del nuevo régimen liberal en España.

Abrazo de Vergara

En algunas zonas, los carlistas no aceptaron el acuerdo de Vergara y la lucha se prolongó. El general Cabrera continuó la guerra en el Maestrazgo hasta mayo de 1840. En La Mancha, las guerrillas carlistas continuaron luchando a pesar de los acuerdos de paz, convertidas en muchos casos en grupos de simples bandoleros, sin mayores objetivos políticos.

Una triste herencia de las tres guerras carlistas que acontecieron en el siglo XIX fue su contribución a enquistar el problema del bandolerismo en La Mancha, no pudiéndose erradicar estos grupos violentos hasta casi finales de siglo. Esta historia es, sin duda, un buen ejemplo representativo de la relación tan estrecha que tuvieron los conflictos bélicos y el fenómeno del bandolerismo en La Mancha.

Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas.

Artículo publicado en el número 6 de la revista Raíz y Rama, mayo de 2021.


[1] Periódico La Revista Española del 21 de abril de 1834.

[2] Periódico El Castellano del 24 de julio de 1838.

[3] Las noticias de prensa que narran de forma elogios las acciones de Tronera son:

Periódico El Eco del Comercio del 11 de enero de 1838.

Periódico El Castellano del 8 de julio de 1838. 

Periódico El Eco del Comercio del 16 de julio de 1838. 

Periódico El Castellano del 24 de julio de 1838.

Periódico El Correo Nacional del 25 de julio de 1838. 

Periódico El Castellano del 6 de agosto de 1838. 

Periódico El Diario Constitucional de Mallorca del 7 de agosto de 1838. 

Periódico El Guardia Nacional del 8 de agosto de 1838

Periódico El Correo Nacional del 14 de agosto de 1838



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