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viernes, 20 de octubre de 2023

FOTOGRAFÍAS DE MANZANARES EN EL ARCHIVO HISTÓRICO DEL ABC (1909-1978)

El Archivo Histórico del periódico ABC atesora una enorme cantidad de información. Entre sus fondos se encuentra la revista Blanco y Negro, editada entre el año 1891 y el 2000, el propio periódico ABC fundado en 1903 y colecciones de fotografías que se remontan hasta mediados del siglo XIX. La publicación en internet de todos estos fondos permite hacer fáciles búsquedas de documentos relacionados con la historia de Manzanares.

En esta ocasión, vamos a presentar fotografías del Archivo Histórico del ABC relacionadas con Manzanares, que nos permitirán hacer un viaje por el tiempo entre 1909 y 1978. Si bien es cierto que no hemos localizado un número de excesivo de fotos, algunas son especialmente interesantes, ya sea por mostrar edificios muy representativos de nuestra localidad o por estar relacionadas con sucesos especialmente dramáticos ocurridos en Manzanares.


Plaza de toros (1909)

La primera de las fotografías, que pensamos que no se llegó a publicar en el periódico, se remonta al año 1909 y es especialmente llamativa ya que en ella se recoge un acontecimiento muy típico de la época. La fotografía fue tomada en la plaza de toros de Manzanares, justo en el momento en el que el público salía después de finalizar una corrida de toros. 

El evento tuvo que ser de importancia ya que aparece una gran cantidad de gente y numerosos carros y caballos esperando a sus dueños para hacer el viaje de regreso hacia el pueblo. En el centro de la foto, aunque no se aprecia nítidamente, se puede identificar a una pareja de la guardia civil, con tricornio y a caballo, velando por la seguridad del evento.

La plaza, por aquel entonces, era de reciente construcción, ya que se había inaugurado tan sólo nueve años antes. Las primeras décadas del siglo XX fueron años de prosperidad para Manzanares en los que se construyeron numerosos edificios públicos, además de la plaza de toros, como el Gran Teatro, la Casa del Pueblo, el Círculo Católico, el Casino o el Palacio Municipal.

Plaza de toros de Manzanares, año 1909.


El asesinato de "La Reinilla" (1911)

La siguiente fotografía es, desgraciadamente, de carácter mucho menos lúdico. Muestra la detención de uno de los implicados en el triple asesinato de "La Reinilla" ocurrido en Manzanares el 22 de enero de 1911[1]. En concreto, en la foto aparece Miguel Galindo Expósito, conocido también como Morguetas o Morquetas, que fue detenido por los guardias civiles Juan Ledesma y José Román del puesto de Argamasilla de Alba. Esta foto se incluyó en el diario ABC del 8 de febrero de 1911.

Detención de Miguel Galindo Expósito, coautor del crimen de "La Reinilla", febrero de 1911

Miguel Galindo era un delincuente común, natural de La Solana, que el año anterior se había fugado de un penal de Ceuta. Junto a otros tres cómplices, entraron en una casa de la antigua carretera de Madrid con el objetivo de robar, asesinando brutalmente a martillazos a las tres personas que se encontraban en el interior. Los asesinados fueron Doroteo Guerrero Galiana, de 60 años, su esposa Vicenta Gómez-Pardo Fernández-Luengo, de 53 años y apodada La Reinilla, y su hija adoptada Carmen García-Verdugo Pinto, de tan sólo 10 años de edad.

Los cuatro asesinos fueron detenidos y condenados por tan bárbaro crimen a la pena de muerte, aunque posteriormente a dos de ellos le conmutaron el castigo por la cadena perpetua. Miguel Galindo fue uno de los dos ejecutados, por garrote vil, en Ciudad Real el 22 de abril de 1914. 


La Guerra de Marruecos (1921-1922)

Las siguientes dos fotografías nos trasladan a la Guerra de Marruecos en los meses posteriores al Desastre de Anual ocurrido en julio de 1921. Esta derrota costó al ejército español alrededor de 11.000 muertos y perder el control de la parte oriental del protectorado español en el norte de Marruecos. La retirada española llegó hasta la ciudad de Melilla, que quedó asediada por los rebeldes rifeños. En estas críticas circunstancias era imperativo el envío de refuerzos y mejorar la moral de las tropas. 

La población de Manzanares contribuyó en la medida de sus posibilidades a estos objetivos[2]. En diciembre de 1921 se organizó en nuestra localidad una campaña de recogida de donativos con el objetivo de proporcionar un aguinaldo a los 120 soldados manzanareños que combatían en el norte de Marruecos. La recaudación ascendió a la considerable cantidad de más de 10.000 pesetas. Con estos fondos se compraron, para cada soldado, ropa, una caja de mantecados, un kilo de chorizos, una caja de turrón, unas botellas de vino, aguardiente y mistela, además de asignar 40 pesetas en metálico por persona. Dos comisiones del Ayuntamiento partieron en el mes de diciembre hacia Marruecos para entregar en persona estos regalos: una comisión se dirigió hacia la zona de Ceuta y otra hacia Melilla. En la primera de las fotografías, tomada a finales de diciembre de 1921, aparece la comisión de Melilla repartiendo en el monte Arruit los regalos a los soldados manzanareños. En el centro de la fotografía, de uniforme y con barba blanca, se encuentra el general Cabanellas. A su derecha, con sombrero, el alcalde Manzanares Miguel Muñoz Camacho, acompañado por dos concejales. Esta noticia apareció en la cabecera de la tercera página del diario ABC del 12 de enero de 1921.

Entrega de suministros a soldados manzanareños en el monte Arruit, diciembre de 1921.
El acalde de Manzanares Miguel Muñoz con el general Cabanellas.

El monte Arruit, donde fue tomada la fotografía, era un lugar especialmente simbólico ya que había sido uno de los puntos principales del desastre de Anual. Cuando el monte Arruit fue reconquistado por el ejército español el 24 de octubre de 1921 el escenario no podía ser más desolador. Diseminados por toda la zona se encontraron los cuerpos insepultos y medio momificados de 3.000 soldados españoles fallecidos en los combates de julio. Muchos de los cadáveres presentaban señales de haber sido degollados, destripados o lapidados. La entrega del aguinaldo en el monte Arruit era, sin lugar a dudas, un acto de propaganda del Ejército que intentaba publicitar de esta forma los progresos en la lucha contra los rebeldes rifeños.

Además de esta distribución de alimentos en Marruecos, la población de Manzanares también destacó por el apoyo prestado a los trenes con refuerzos militares que viajaban hacia los puertos de embarque en el sur de España. En la estación de tren de Manzanares se organizó una especie de servicio de intendencia que distribuyó unas 12.000 raciones de comida y bebida entre los soldados que viajaban a bordo de los trenes. Como recompensa a estos esfuerzos, el alcalde de Manzanares, Miguel Muñoz, fue condecorado con la cruz del mérito militar. La siguiente fotografía fue tomada durante el acto de entrega de la condecoración en el mes de julio de 1922.

Entrega de la cruz al mérito militar al alcalde de Manzanares Miguel Muñoz por parte del diputado Arsenio Martínez Campos.
Julio de 1922.

En la fotografía, marcado con el número 1, aparece el condecorado alcalde de Manzanares, Miguel Muñoz. A su derecha, con el número 2, el diputado Arsenio Martínez Campo, marqués de la Viesca, que fue el encargado de imponerle la medalla con la cruz del mérito militar. Más a la derecha de la fotografía, se encuentra el manzanareño Antonio Rubio-Manzanares, que por aquella época ocupaba el cargo de presidente de la Diputación Provincial de Ciudad Real. Esta noticia fue publicada, al igual que la anterior, de forma destacada, en la página 3 del diario ABC del 13 de julio de 1922.


Muerte de Ignacio Sánchez Mejías (1934)

La siguiente noticia nos traslada a los años de la Segunda República y, de nuevo, a otro suceso trágico acontecido en nuestra localidad: la cogida del torero Ignacio Sánchez Mejías el 11 de agosto de 1934. No estaba previsto inicialmente que Sánchez Mejías torease en Manzanares esa fatídica tarde, pero la lesión de otro matador provocó que entrase a última hora en el cartel. 

Cartel de la corrida del 11 de agosto de 1934.
No aparece Sánchez Mejías ya que a última hora sustituyó al lesionado Ortega.

Se conservan cuatro fotografías tomadas justo en el momento de la cogida, tres de ellas realizadas por nuestro paisano Melchor Díaz-Pinés Pinés y la cuarta por otro espectador de apellidos González Larios. Estas fotografías fueron publicadas por multitud de diarios, entre ellos el ABC.

La primera de las fotografías, la tomada por González Larios, es el pase previo a la cogida y se puede apreciar el peligro del lance al estar el diestro sobre la barrera sin posibilidad de escapatoria.

Pase previo a la cogida de Ignacio Sánchez Mejías.

Las siguientes fotos fueron tomadas por Melchor Díaz-Pinés. La primera de ellas, se corresponde al mismo lance que la anterior, pero tomada en primer plano y desde el lado opuesto. 

Pase previo a la cogida de Ignacio Sánchez Mejías.

El pie de esta foto en la crónica del diario ABC describía perfectamente la peligrosidad del momento: "Sánchez Mejías desafió a la primera res de la lidia ordinaria, así, sentado en el estribo y dio ese pase escalofriante. Lo cerrado de la suerte se aprecia perfectamente en la foto"

La segunda de las fotografías fue tomada justo en el momento de la cornada que recibió Sánchez Mejías en el muslo derecho.

Momento en el que es corneado en el muslo derecho Ignacio Sánchez Mejías.

Continuamos con la crónica del ABC que describe perfectamente la gravedad de la situación: "Al repetir, el diestro fue enganchado por la ingle. La foto reproduce este terrible momento de la cogida. El toro volteó horriblemente a Sánchez Mejías, suspendiéndolo durante un rato".

En la última de las fotografías se aprecia el momento en el que Sánchez Mejías, gravemente herido, es sacado del ruedo. Según el ABC: "Por un burladero, Sánchez Mejías, es retirado del ruedo. He aquí la última fotografía del famoso diestro. La gravedad de la herida que lleva en el muslo derecho, la adivinan todos los espectadores en ese gesto grabado en el rostro".

Salida por el burladero de Sánchez Mejías momentos después de ser corneado.

Tras la cornada, Sánchez Mejías se negó a ser operado en la enfermería de la plaza por el médico local Fidel Cascón Arroyo y solicitó ser trasladado a Madrid. Dos días después murió en la capital de España a consecuencia de la gangrena que había ocasionado la herida. Su figura trascendió con mucho el ámbito taurino, ya que fue también aficionado a la literatura y escritor, hombre de negocios, presidente del Betis Club de Fútbol... Todas estas facetas de carácter público le convirtieron en uno de los personajes más populares de la cultura española durante el primer tercio del siglo XX. Tras su muerte, fue homenajeado por varios poetas de la Generación del 27, en particular por Federico García Lorca, que escribió una elegía en su recuerdo titulada Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.

Todos estas fotografías de la cogida de Ignacio Sánchez Mejías fueron publicadas en el diario ABC los días 14 y 16 agosto de 1934.


El accidente del Talgo (1978)

Este viaje por el tiempo a través del Archivo Histórico del ABC nos lleva a ahora a los primeros años de la Transición, a otro trágico suceso ocurrido en Manzanares el día 15 de diciembre de 1978: el accidente del tren Talgo.

A las 16:20 de la tarde entraba en la estación de Manzanares un tren Talgo procedente de Madrid con destino Cádiz. Ese día 15 de diciembre era viernes y el tren tenía una alta ocupación, principalmente andaluces que volvían a sus hogares para pasar el fin de semana. El convoy estaba compuesto por una locomotora y 20 vagones en los que viajaban 413 personas. El tren no debía tener parada en Manzanares ya que circulaba a una velocidad de 120 km/h a su llegada a nuestra localidad.

Los primeros vagones entraron por la vía correcta con aparente normalidad, pero, de forma repentina e inesperada, los tres últimos se desplazaron por otra vía lo que produjo en jerga ferroviaria un "latigazo". Esto provocó que se partiera el enganche de los tres últimos vagones, desplazándose éstos de forma descontrolada durante 400 metros, chocando con todo lo que encontraban a su paso, hasta que se empotraron con un tren de mercancías estacionado en una vía paralela. El choque fue brutal, quedando los vagones convertidos en un amasijo de hierros. Dos de los vagones accidentados se quedaron cruzados ocupando todas las vías del ferrocarril a su paso por Manzanares, como se puede apreciar en la siguiente fotografía.

Vagones accidentados cruzados sobres las vías del tren en la estación de Manzanares.

De forma inmediata, 
los empleados de Renfe de la estación, ayudados por algunos viajeros, iniciaron las labores de rescate. La noticia se propagó a toda velocidad por Manzanares y rápidamente acudieron al lugar de los hechos ambulancias, Guardia Civil y voluntarios de la Cruz Roja. En los primeros momentos fue complicado evaluar la magnitud de la tragedia ya que muchos heridos y fallecidos se encontraban aprisionados entre el amasijo de hierros en los que se habían convertido los vagones accidentados. Como era diciembre y anochecía muy pronto, se tuvo que montar con focos una iluminación improvisada para continuar con las labores de rescate. Una suave y fría llovizna hizo acto de presencia, contribuyendo a aumentar, aún más si cabe, la atmósfera de irrealidad, de drama que envolvía a la estación.

A las siete y media de la tarde, se habían recuperado 7 cadáveres y evacuado a los heridos al hospital de Manzanares y, aquellos especialmente graves, derivados a Madrid. Varios de los ingresados en el hospital fallecieron arrojando un desolador balance final de 13 muertos y 14 heridos graves. Todos ellos viajaban en los últimos tres vagones. De hecho, el conductor del tren y los viajeros de los primeros vagones no fueron conscientes del accidente hasta que fueron avisados desde la estación de Manzanares, ordenando que parase de forma inmediata el tren.

En el Archivo del ABC hemos encontrado fotografías, menos conocidas y muchas de ellas no publicadas en su momento, que muestran en primer plano los efectos de la tremenda colisión sobre los vagones accidentados.





Vagones accidentados.

Entre los fallecidos se encontraba un diputado del PSOE, Alfonso Fernández Torres, que viajaba junto a otros compañeros congresistas y senadores. De 71 años de edad, había sido durante la II República presidente de la Diputación Provincial de Jaén. Finalizada la guerra fue condenado a muerte, aunque posteriormente se le conmutó la pena por 30 años de prisión. Salió de la cárcel en libertad provisional en 1955. Había apadrinado nada menos que a Felipe González y Alfonso Guerra en su ingreso en las Juventudes Socialistas.

Otra trágica historia estuvo protagonizada por la familia de Gregorio Cabezas. Se habían desplazado en coche desde Sevilla a Madrid para someter a unas pruebas médicas a su esposa. A la hora de volver a Sevilla, su mujer se había sentido indispuesta por lo que decidieron que hiciera el camino de vuelta en el Talgo para viajar con mayor comodidad. La hermana de Gregorio, que estaba con ellos en Madrid, se ofreció a acompañar a su cuñada en el tren. En mitad del camino de regreso a Sevilla, Gregorio tuvo noticia del accidente por la radio y temiéndose lo peor se dirigió con su coche de forma inmediata a Manzanares. A la llegada a nuestra localidad tuvo que pasar el amargo trago de identificar a su esposa y a su hermana entre los cadáveres, en una improvisada morgue que se había organizado en una de las salas de la estación.

En todo drama no puede faltar un héroe, cuya historia permita destacar al menos una buena noticia entre tanta tragedia. Este papel se lo ganó por derecho propio el sargento de la Armada Pedro Fernández Jiménez, que viajaba en los vagones accidentados y, a pesar de estar herido, ayudó a salvar a otros viajeros. Reproducimos a continuación el relato sobre el accidente en primera persona del sargento, que transmite con toda su crudeza el caos de los primeros momentos tras la colisión[3]:

"Iba leyendo tranquilamente una novela cuando de repente noté un fuerte bache, como si el tren hubiera pasado por un cambio de agujas. Después todo fue muy rápido. Creo que di varias vueltas en el aire y caí al suelo. Me acordé de una película de catástrofe. Luego sentí un tremendo golpe y que los hierros se venían hacia mí. Los paneles donde se guardan los equipajes de desprendieron. Luego no sé cómo me vi en el exterior.
 
Advertí a un hombre tendido en el suelo. Entré de nuevo en el vagón y observé como otro viajero se encontraba aprisionado entre dos asientos. Pedí ayuda...A otro pasajero caído de bruces traté de colocarle bien, pero su chaqueta se había enganchado y no podía. Había otra mujer que pedía ayuda y logré sacarla fuera. De nuevo volví a subir al vagón y traté de sacar al hombre de la chaqueta. Le agarré del cinturón y tiré con todas mis fuerzas, pero no podía moverle.

Otra mujer daba alaridos entre los hierros retorcidos. Entre otro hombre y yo, como pudimos la retiramos y logramos ponerla a salvo. Vi algunas personas caídas en el suelo. Les toqué el rostro, no daban señales de vida...Después, alguien me recogió y me trasladó a esta clínica. Luego en mi misma habitación entraba una de las personas que yo había rescatado. Se echó a llorar y me abrazó. Cuando ocurrió el accidente no sentí dolor, ya en la clínica empecé a notar un intenso frío."

Pedro Fernández Jiménez. 

Respecto a la causa del accidente, se especuló en los primeros momentos que había sido provocado por un cambio de agujas en el momento que pasaban los últimos vagones del convoy. Esto habría provocado que los últimos tres vagones se desplazaran por otra vía diferente por la que circulaba el resto del tren. Renfe afirmó públicamente que no era muy probable que un erróneo cambio de agujas fuera la causa del accidente, ya que la estación de Manzanares contaba con un mecanismo de seguridad automático que impedía que se realizasen cambios mientras un tren estuviese circulando por las vías[4]. Por su parte, la empresa Talgo, constructora de los vagones, se defendió afirmando que el diseño de éstos hacía prácticamente imposible que descarrillaran en una vía recta y que la causa debían ser factores externos[5]

Finalmente, el 21 de diciembre, seis días después del accidente, Renfe publicó una nota explicando que el siniestro no era achacable al estado de la vía ni a una maniobra incorrecta. Según la compañía, el origen del descarrilamiento había sido una avería en la suspensión de una de las ruedas del antepenúltimo vagón que había provocado, a su vez, tras salirse de la vía y por un choque con la aguja y la contraaguja, un accidental y fatal cambio de agujas[6]:

Resumen de la nota de Renfe con las causas del accidente.

El accidente fue noticia destacada en la prensa nacional durante el mes de diciembre de 1978, llegando a ser portada del diario ABC al día siguiente de los hechos, el sábado 16 de diciembre.

Portada del diario ABC del 16 de diciembre de 1978.

Terminamos con el accidente del tren Talgo este recorrido por la historia de Manzanares a través del Archivo del periódico ABC. En fechas muy recientes nuestra localidad ha sido también noticia en ABC y en todos los medios de comunicación por otro trágico suceso, el asesinato de dos empresarios, pero estos hechos ya han sido tratados en otra reciente entrada de este blog. En cualquier caso, dejaremos el relato detallado de estos sucesos para un futuro, cuando hayan dejado de ser candente actualidad para convertirse en una triste y llamativa historia del pasado.

Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas, octubre de 2023.



[1] BERMÚDEZ GARCÍA MORENO, ANTONIO (2021): Manzanares bajo el reinado de Alfonso XIII (1902-1931), Versión digital 2021, páginas 474-477.

[2] BERMÚDEZ GARCÍA MORENO, ANTONIO (2021): Manzanares bajo el reinado de Alfonso XIII (1902-1931), Versión digital 2021, páginas 215-221.

[3] ABC del 17 de diciembre de 1978, edición de Sevilla, página 53.

[4] ABC del 17 de diciembre de 1978, edición de Sevilla, página 53.

[5] ABC del 17 de diciembre de 1978, edición Madrid, página 54.

[6] ABC del 21 de diciembre de 1978, edición de Sevilla, página 36.


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domingo, 1 de octubre de 2023

PROGRAMA "ÚLTIMO TESTIGO" DE EQUIPO DE INVESTIGACIÓN

En esta ocasión, no vamos a hablar de un acontecimiento histórico, sino de una noticia de candente actualidad en la que desafortunadamente Manzanares ha sido protagonista. Publicamos el programa íntegro de Equipo de Investigación, de La Sexta, titulado Último testigo, que relata detalladamente la desaparición y muerte de dos empresarios manzanareños (Juan Miguel Isla y Jesús María González) y la detención en marzo del 2023 del presunto asesino Antonio Caba.

En el programa se reconstruye con todo detalle los últimos momentos de los empresarios antes de su desaparición y cada uno de los pasos de la investigación policial que llevaron a la captura del acusado.

El programa fue rodado en su mayor parte en Manzanares tras la detención de Antonio Caba y antes de que se encontrase el cuerpo del primero de los empresarios desaparecidos, Jesús María González, en el mes de junio.
 


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viernes, 1 de septiembre de 2023

MANZANARES Y LA PROVINCIA DE CIUDAD REAL DURANTE LA PRIMERA GUERRA CARLISTA (1833 - 1840): Capítulo 7. El motín de Manzanares, la culminación de la revolución progresista (septiembre - octubre 1835)

La falta de avances políticos, que hemos descrito al comienzo del capítulo anterior, provocaron un gran descontento entre los progresistas, no solo con el gobierno moderado de Martínez de la Rosa sino también con el marco institucional creado a partir del Estatuto Real. En el ideario progresista el Estatuto no era más que un parche que estaba muy lejos de colmar sus aspiraciones. El objetivo principal de los progresistas era la proclamación de la Constitución de Cádiz o, en su defecto, la aprobación de una nueva constitución.

La marcha de la guerra contra los carlistas también contribuyó a socavar la posición del gobierno. En el capítulo anterior hemos visto la proliferación de guerrillas durante el año 1835 en la provincia de Ciudad Real. En el conjunto de España el conflicto bélico también transcurría de forma adversa para los liberales. Las victorias del general Zumalacárregui sobre las tropas isabelinas permitieron que los carlistas dominaran amplias zonas del País Vasco y Navarra y que llegaran incluso a sitiar la ciudad de Bilbao en el mes de junio de 1835.

El primer serio aviso del descontento que estaba fermentando entre los sectores liberales más avanzados fue el motín protagonizado por el regimiento de voluntarios de Aragón en enero de 1835. En la madrugada del día 18, liderados por el teniente Cayetano Cardero, más de 600 soldados del regimiento, apoyados por milicianos y civiles armados, se apoderaron de la Casa de Correos en la Puerta del Sol de Madrid. Entre sus demandas estaban la dimisión del presidente y la tramitación de las peticiones del Estamento de Procuradores, como la legislación sobre derechos fundamentales también comentada en el capítulo anterior, que el Gobierno había dejado en el olvido. Durante los disturbios murió el general Canterac, capitán general de Madrid, que se personó de forma temeraria en la Casa de Correos acompañado únicamente por un ayudante para intentar disuadir a los insurrectos. Aunque el motín fue sofocado en las horas siguientes, tras algunos combates por las calles del centro de Madrid, el Gobierno mostró una gran debilidad ya que el único castigo impuesto a los sublevados fue la obligación de incorporarse de forma inmediata a la lucha en el frente del norte contra los carlistas.

Grabado de El Panorama Español. Asesinato del general Canterac en Madrid en enero de 1835.

En los meses siguientes la ira de los descontentos se dirigió contra otra importante institución tradicionalmente enfrentada a los postulados liberales, la Iglesia. Se produjeron motines anticlericales en diferentes ciudades españolas, similares al estallido de violencia del verano anterior en Madrid en plena epidemia de cólera. El principal de los motines sucedió en Zaragoza el 3 de abril de 1835 y se saldó con una decena de religiosos muertos, varios heridos y el incendio del convento de la Victoria.

Durante el mes de mayo la efervescencia llegó a las calles de Madrid afectando nada menos que al presidente Martínez de la Rosa. El día 11, a la salida de una conflictiva reunión del Estamento de Procuradores, el presidente del Gobierno se vio rodeado de una turba armada con armas blancas que gritaban “¡Muerte al traidor!”. Aunque Martínez de la Rosa consiguió llegar hasta su coche y salir del tumulto, a la llegada a su domicilio se repitieron los incidentes. La aparición del capitán general de Madrid consiguió apartar a los violentos que rodeaban el coche del presidente y éste finalmente pudo entrar en su casa sano y salvo.

Ataque a Martínez de la Rosa el 11 de mayo de 1835[1].

Todos estos hechos llevaron al Gobierno de Martínez de la Rosa a una situación límite. Muchos eran los factores que debilitaban la acción de gobierno: la inestabilidad reinante en todo el país ya fuera por la guerra o por los motines liberales, la fuerte oposición de la minoría progresista en el Estamento de Procuradores o los desastres bélicos en el frente norte. Finalmente, Martínez de la Rosa presentó su dimisión irrevocable a la regente María Cristina el 7 de junio de 1835.

El sustituto de Martínez de la Rosa al frente del Gobierno fue José María Queipo de Llano, conde de Toreno. La trayectoria de Toreno tenía muchos puntos en común con la de su antecesor. Había sido diputado en las Cortes de Cádiz y exiliado en los periodos absolutistas del reinado de Fernando VII. El tiempo había templado sus planteamientos y, al igual que Martínez de la Rosa, pertenecía a la mayoría moderada. El auténtico cambio en el nuevo Gobierno lo representaba la entrada del progresista Juan Álvarez de Mendizábal en la cartera de Hacienda. Mendizábal era un brillante hombre de negocios que había financiado en 1820 el golpe del coronel Riego que dio lugar al Trienio Liberal y, más recientemente, en 1833 había sido el artífice económico en el triunfo de los liberales portugueses en la guerra civil contra los miguelistas, éste último movimiento político del país vecino equivalente a los carlistas españoles. Con estas exitosas credenciales, muchos españoles depositaron sobre Mendizábal las esperanzas de lograr una pronta victoria sobre el carlismo. El nombramiento de Mendizábal también significaba una clara cesión de la regente en favor de los progresistas, ya que era la primera vez que se daba entrada en el Gobierno a un destacado líder de esta corriente política. Sin embargo, el nombramiento de Mendizábal, lejos de apaciguar los ánimos de los progresistas, fue en la práctica un incentivo para nuevos motines, ya que sentían cada vez más cerca la posibilidad de lograr, no solo un ministerio, sino la presidencia del Gobierno y avanzar en las reformas que hasta ahora habían frenado los moderados.

A partir del mes de julio los motines se extendieron por toda España, convirtiéndose en un auténtico movimiento revolucionario. Zaragoza volvió a ser protagonista iniciando un nuevo motín el 5 de julio. A continuación, las protestas se extendieron a Cataluña: Reus el día 22 de julio, Barcelona a partir del 25, Tarragona, Mataró, Sabadell… La insurrección se propagó pronto por toda la zona de levante afectando los desórdenes a Murcia y Valencia.

Todos estos motines tuvieron unas características muy similares. Los amotinados no se conformaban ya con la caída del Gobierno o la tramitación de las peticiones presentadas en el Estamento de Procuradores. En su lugar, exigían una completa transformación del sistema político con la reinstauración de la Constitución de Cádiz o la aprobación de una nueva constitución.

Otra característica común es que las masas tomaron el control de las calles cometiendo todo tipo de desmanes: quema de conventos, asesinato de religiosos, saqueos de domicilios particulares, destrucción de fábricas, etc. Detrás de esta extrema violencia popular existían variadas motivaciones cuyas causas, más profundas, trascendían al malestar generado por las políticas del Gobierno.

En el caso de los ataques a las fábricas se advierte una componente de protesta obrera en los motines. Consideraban que la nueva maquinaria propulsada a vapor sustituía la fuerza de trabajo de una gran cantidad de hombres, dejando sin trabajo a multitud de obreros.

La violencia contra la Iglesia era fruto de un arraigado anticlericalismo de buena parte de la sociedad española. Desde hacía siglos, y especialmente desde la Ilustración, se había asentado una corriente de opinión crítica contra la Iglesia. Las conductas poco edificantes de muchos religiosos, la acumulación de riqueza, el cobro del diezmo a los campesinos y otros muchos privilegios socavaban el prestigio de la institución. Las órdenes religiosas eran especialmente cuestionadas ya que se consideraba que no aportaban nada a la sociedad al mismo tiempo que eran grandes acaparadoras de propiedades y bienes de todo tipo. Estos reproches de tipo moral se convirtieron en un enfrentamiento político con el liberalismo por los posicionamientos defendidos por la Iglesia durante el primer tercio del siglo XIX. En las Cortes de Cádiz y durante el posterior reinado de Fernando VII una parte considerable de la Iglesia se alineó con los absolutistas cerrándose a cualquier reforma liberal que erosionase su posición dominante en la sociedad española. El carlismo también contó con el apoyo de buena parte de la jerarquía católica, al mismo tiempo que muchos curas y frailes engrosaron las filas de las guerrillas. Este sería el sustrato que provocó que las revueltas progresistas del año 1835 tuvieran una fuerte componente anticlerical. Esta violencia ejercida contra la Iglesia fue una constante en la historia de España durante los siguientes 100 años hasta la Guerra Civil (1936-1939). Durante este periodo el anticlericalismo más violento afloró en todos los procesos revolucionarios con el asesinato de religiosos y la destrucción de templos.

Linchamiento de un monje por un grupo de mujeres durante los motines anticlericales de 1835[2].

En general, las autoridades fueron incapaces de hacer frente a los violentos ya que las tropas militares y las milicias urbanas mostraban afinidad con los revolucionarios. Las autoridades no podían emplearlas para mantener el orden ya que corrían el riesgo de que se unieran a los insurrectos emporando aún más la situación. Algunos mandos que mostraron más voluntad de combatir a los amotinados fueron directamente asesinados. Quizá el caso más relevante fue el del general Bassa, gobernador militar de Barcelona. El 5 de agosto los revolucionarios asaltaron su residencia, matándole de varios disparos. Posteriormente, arrojaron su cadáver desde un balcón, arrastrándolo por las calles de la ciudad y finalmente quemándolo en mitad de una macabra celebración.

Asesinato del general Bassa en el mes de agosto de 1835 en Barcelona.

Tras unos días iniciales de intensa violencia, se recuperaba cierta normalidad con la creación de juntas que asumían el poder local. Estas juntas ordenaban el proceso revolucionario encauzando las protestas con reivindicaciones políticas concretas: aprobación de una constitución, extinción del clero regular, reforma del secular, nueva ley electoral, separación de los empleados públicos afines al carlismo, restablecimiento de las diputaciones provinciales, etc. Adicionalmente, las diferentes juntas locales se agrupaban y coordinaban creando juntas regionales como fue el caso de Cataluña, Aragón, Valencia, etc.

Durante el mes agosto la revolución se extendió desde las provincias levantinas a Madrid, aunque en esta ciudad las autoridades consiguieron reducir a los insurrectos. A finales de mes, prácticamente toda Andalucía se unió a la revolución formando juntas que asumieron el poder. A principios de septiembre, la sublevación se extendió de forma exitosa por Galicia, Badajoz y Palma de Mallorca, ante la impotencia del Gobierno del conde de Toreno, que veía como sus disposiciones eran ignoradas mientras el ejército confraternizaba con los revolucionarios. Es precisamente en este momento de la historia, durante el mes de setiembre y octubre de 1835, cuando la provincia de Ciudad Real, y concretamente Manzanares, desempeñará un papel protagonista en la política española.


El homenaje a la bandera del regimiento Imperial Alejandro en Manzanares

Antes de continuar con la narración, veamos como la provincia de Ciudad Real había permanecido al margen del movimiento revolucionario que se estaba desarrollando por toda España. Como demuestran los resultados electorales de junio de 1834 y la presencia constante de las guerrillas, la mayor parte de la provincia era afín al partido moderado o directamente simpatizante del carlismo. Era difícil que en este ambiente ideológico la provincia participase en revoluciones de carácter progresista.

En el verano de 1835 la excepción fue Manzanares, en la que, sin llegarse a producirse motines o disturbios, hubo un acto de clara simpatía progresista. El día 26 de julio se produjo un acto de reafirmación liberal con el homenaje a una bandera que había pertenecido al regimiento Imperial Alejandro en el año 1820[3]. Este regimiento fue fundamental para el triunfo del alzamiento del coronel Riego que dio inicio al Trienio Liberal. Cuando Riego, abandonado por la mayor parte de sus tropas, estaba a punto de fracasar, los soldados del regimiento Imperial Alejandro se pronunciaron en Ocaña el 5 de marzo de 1820. Este pronunciamiento fue decisivo para que el movimiento revolucionario comenzará a propagarse por todo el país y triunfase la revolución. En el mismo año 1820, a su paso por Manzanares, el regimiento Imperial Alejandro intercambió una bandera con los Voluntarios Nacionales de Manzanares. Finalizado el Trienio, las nuevas autoridades absolutistas intentaron confiscar la bandera, pero no pudieron lograrlo ya que un decidido liberal manzanareño la mantuvo escondida durante más de una década. En el verano de 1835, en un ambiente revolucionario en toda España, homenajear a la bandera del regimiento que tanto contribuyó al triunfo del sublevado coronel Riego era toda una declaración de intenciones y un apoyo, más o menos explícito, a los amotinados progresistas.

El homenaje tuvo que ser todo un acontecimiento en Manzanares. El acto empezó con la salida de la bandera de la casa del manzanareño que la había preservado durante tantos años, siendo escoltada por la compañía más selecta de la milicia urbana de la localidad, la compañía de granaderos. Desfilaron solemnemente hasta la plaza, en donde aguardaba el resto del batallón de la milicia manzanareña, estando al frente su comandante Ángel Ortega. A continuación, entraron en la iglesia colocando la bandera al lado del altar mayor en presencia del alcalde, concejales, oficiales de la milicia y otras autoridades. El acto culminó con la celebración de una solemne misa amenizada por la banda de música de la milicia urbana.


La revolución en Manzanares

Durante el mes de agosto y principios de septiembre no tenemos constancia de alteraciones en la provincia de Ciudad Real. El propio gobernador civil, Andrés Rubiano, publicaba con orgullo el 6 de septiembre que “la tranquilidad no ha sido perturbada en ningún punto de esta provincia”, que “me alienta la grata confianza de que la íntima adhesión de los honrados manchegos al Trono legítimo, no será jamás mancillada por ningún género de escisión y desorden”[4]. Sin embargo, a los pocos días la situación cambiaría radicalmente a consecuencia de las acciones combinadas del Gobierno y de los revolucionarios andaluces.

Desde sus inicios las juntas que iban surgiendo en las diferentes capitales andaluzas empezaron a reclutar voluntarios y asegurarse la obediencia de las unidades militares con el objetivo de crear un Ejército Andaluz con el que asegurar al triunfo de la revolución[5]. Esta componente militar de las juntas andaluzas se vio potenciada por las decisiones del Gobierno del conde de Toreno.

En un intento desesperado de cortar de raíz la pujanza del movimiento revolucionario que se extendía por toda España se aprobó un duro decreto el 2 de septiembre, firmado por la reina regente, en el que se declaraban “ilegales las juntas usurpadoras de la autoridad real” y se comisionaba al Gobierno para “reprimir vigorosamente” a los amotinados[6]. Consecuencia directa de este real decreto fue la decisión por parte del Gobierno de enviar hacia Andalucía al mariscal de campo Latre, nombrado capitán general de los reinos de Granada y Jaén, con un contingente de 2.500 soldados para restaurar el orden público. El día 9 de septiembre salieron las tropas de Latre desde Madrid en dirección a Andalucía[7]. Este paso dado por el Gobierno corría el riesgo de desencadenar un conflicto armado entre moderados y progresistas, al mismo tiempo que seguía en curso la guerra contra el carlismo. El reciente régimen liberal español, encarnado en la regencia de María Cristina, difícilmente podría perdurar si se desataba una segunda guerra civil entre moderados y progresistas.

Las juntas andaluzas no sólo no se amilanaron ante el envite gubernamental, sino que además tomaron enérgicas medidas para organizar el Ejército de Andalucía y hacer frente a las tropas de Latre. La Junta de Granada, con fecha 7 de septiembre, envió a todas sus tropas disponibles hacia Despeñaperros. La Junta de Sevilla, dos días después y coincidiendo con la salida de las tropas de Latre de Madrid, propuso que el Ejército de Andalucía estuviese formado por al menos 16.000 hombres (14.500 de infantería y 1.500 caballería) con 7 baterías de artillería. Solicitaba además que todas las fuerzas se congregasen en Andújar y que en esta ciudad se formase una Junta Suprema de Andalucía responsable de armar y dirigir al ejército. La Junta de Jaén proclamó de forma entusiasta su apoyo a la propuesta sevillana el 14 de septiembre[8]. De esta forma, al mismo tiempo que las tropas de Latre avanzaban hacia el sur, el Ejército de Andalucía, formado por unidades regulares del ejército y milicias de urbanos y voluntarios, empezó a congregase en la provincia de Jaén.

Las tropas de Latre llegaron a Manzanares el día 14 de septiembre y fiel a sus órdenes de acabar con los sublevados detuvo a los manzanareños más identificados con los progresistas y los desterró a la capital provincial. Ese mismo día, a las tres de la tarde, llegó a Manzanares una comisión de los sublevados andaluces formada por el alcalde mayor de Arjona, capitán de Urbanos, y dos soldados del regimiento de caballería 4º ligeros. La situación no era nada favorable para las tropas gubernamentales ya que en Manzanares circulaba el rumor de que las juntas andaluzas ya habían conseguido reunir en Despeñaperros un contingente de 6.000 hombres apoyados por 7 piezas de artillería, frente a los 2.500 soldados que comandaba Latre. A pesar de esta notable inferioridad numérica, Latre no sólo se negó a conferenciar con la comisión, sino que, además, de forma inmediata, los desarmó y apresó[9].

Estos hechos ocurridos en Manzanares coincidieron con la caída del gobierno del conde de Toreno en Madrid ese mismo día 14 y la llegada al poder del progresista Mendizábal. En el mes de junio, cuando fue nombrado ministro de Hacienda, Mendizábal se encontraba en Londres. Antes de volver a España inició una larga gira por Francia y Portugal para arreglar asuntos de negocios y obtener el apoyo de los gobiernos de ambos países a la causa liberal. Por estos motivos, Mendizábal no regresó a España hasta principios de septiembre de 1835. La situación del país era tan desesperada que la regente María Cristina, a pesar de su cercanía ideológica con los moderados, no tuvo más opción que entregarle la jefatura del Gobierno al progresista Juan Álvarez Mendizábal el 14 de septiembre de 1835. Este nombramiento era sin duda un gran triunfo para el movimiento revolucionario, pero las Juntas, lejos de disolverse y darle una oportunidad al nuevo Gobierno, se mantuvieron constituidas, reteniendo el poder efectivo en buena parte del país, a la expectativa de comprobar el rumbo que fuera a tomar el nuevo presidente Mendizábal.

Sin conocer seguramente esta noticia, la división de Latre salió de Manzanares en dirección sur al encuentro de las fuerzas sublevadas, con el firme propósito de cumplir unas órdenes que tras el cambio de Gobierno no tenían ya sentido alguno. Cuando las noticias del avance de Latre llegaron a Madrid, la prensa pidió al nuevo Gobierno que, de forma inmediata, anulasen las órdenes de Latre para evitar un enfrentamiento completamente innecesario y de consecuencias imprevisibles con las fuerzas reunidas por las juntas andaluzas[10].

Por su parte la vanguardia del Ejército de Andalucía había avanzado hasta Venta de Cárdenas, ya en la provincia de Ciudad Real. Estaba comandada por el coronel Carlos Villapadierna, del regimiento de caballería 4º de Ligeros, pero el liderazgo político lo ejercía Luis Antonio Pizarro Ramírez, conde de las Navas, que había sido uno de los principales líderes progresistas en el Estamento de Procuradores y azote del Gobierno durante toda la legislatura.

Con las tropas de Latre en Santa Cruz de Mudela y el Ejército Andaluz en Venta de Cárdenas, a menos de 30 kilómetros de distancia, el choque militar parecía inevitable. Los andaluces intentaron una última mediación y solicitaron el día 16 de septiembre que al día siguiente se celebrase una reunión en Almuradiel, población a medio camino entre Santa Cruz de Mudela y Venta de Cárdenas. Latre accedió al encuentro que tuvo lugar el 17 de septiembre con el coronel Carlos Villapadierna y con el conde de las Navas. Desafortunadamente, la reunión terminó sin llegar a ningún acuerdo por lo que todo apuntaba que sería la fuerza de las armas la que decantaría la situación[11]. Sorprende el empeño de Latre en continuar con su misión cuando ya se había producido la caída del conde Toreno y la llegada al poder de Mendizábal. Una posible explicación es que todavía no hubiese llegado a Santa Cruz de Mudela la noticia del cambio ministerial.

En la noche del 17 al 18 de septiembre, un hecho imprevisto alteró toda la situación y evitó el enfrentamiento armado. La mayor parte de las tropas de Latre se sublevaron en la plaza de Santa Cruz de Mudela dando vivas a la Constitución, a la libertad y a Isabel II. Sólo un escuadrón de granaderos, parte de los artilleros y algunos oficiales continuaron a las órdenes de Latre, por lo que éste, totalmente desautorizado, optó por salir precipitadamente en mitad de la noche en dirección a Madrid.

Salida hacia Madrid del general Latre, después de que sus tropas se uniesen a los insurrectos en Santa Cruz de Mudela[12].

El coronel Villapadierna, acompañado por el conde de las Navas, aprovechó la situación y rápidamente se puso en movimiento hacia Santa Cruz de Mudela al frente de sus fuerzas de caballería, llegando a las 7 de la mañana, y asumiendo el mando de las tropas sublevadas[13]. Al día siguiente, el 19 de septiembre, la situación de los revolucionarios se consolidó ya que más tropas procedentes de Andalucía llegaron a Santa Cruz de Mudela: otros 2.500 hombres del regimiento de infantería del Rey, del regimiento provincial de Murcia y batallones de urbanos del reino de Jaén. En los siguientes días estaba prevista también la llegada de las fuerzas enviadas desde Cádiz y Sevilla. Ante tal aglomeración de tropas, el Ejército Andaluz empezó avanzar hacia el norte. En la prensa se rumorea que su intención era llegar hasta Ocaña, aunque finalmente sólo avanzaron hasta Manzanares donde establecieron su cuartel general[14].

Tras la llegada al poder de Mendizábal, la huida de Latre y con las tropas andaluzas inundando toda Ciudad Real, las autoridades locales y provinciales, que hasta hace unos días se vanagloriaban de su adhesión al Gobierno, de forma oportunista, empezaron a formar juntas revolucionarias. A partir del 19 de septiembre, la capital provincial, Almagro, Torralba, Carrión, Calzada de Calatrava… se pronuncian en favor de la Constitución[15]. Hasta el gobernador civil, Andrés Rubiano, que apenas dos semanas antes destacaba la fidelidad de la provincia al Gobierno de Toreno, publicó un escrito en favor de las peticiones de las juntas y en el que se disculpaba por no haberse sumado antes al movimiento revolucionario, alegando que en las semanas anteriores toda su atención había estado volcada en la lucha contra los carlistas[16].

Como vemos en el caso de Ciudad Real, el nombramiento de Mendizábal como presidente del gobierno no desactivó a las juntas, sino que éstas se mantuvieron en activo y exigieron al nuevo Gobierno reformas inmediatas, siendo la principal de ellas la convocatoria de Cortes Constituyentes, cuyo objetivo debía ser la redacción y aprobación de una nueva Constitución. Mendizábal tenía que llegar a una situación de compromiso que permitiese contentar a las juntas y conseguir su disolución, al mismo tiempo que debía afrontar los problemas más graves que atravesaba al país como la guerra contra el carlismo y la situación financiera del Estado. Todo ello sin llegar a un enfrentamiento directo con la regente o con los moderados, que, aunque fuera del gobierno, seguían siendo una fuerza política fundamental para mantener la estabilidad del bando liberal.

En sus primeras semanas de Gobierno, uno de los mayores quebraderos de Mendizábal fue, sin lugar a dudas, la Junta Superior de Andalucía, ya que fue la más beligerante y una de las últimas en disolverse. Pero más que la Junta en sí, el mayor problema para Mendizábal era el Ejército de Andalucía establecido en Manzanares. A todos los efectos era un ejército amotinado que seguía sin acatar la autoridad del Gobierno. Aunque el ejército dependía de la Junta Superior de Andalucía, en la práctica su liderazgo lo ejercía desde Manzanares el conde de las Navas. Su ubicación a pocos días de marcha de Madrid era la principal amenaza para la consolidación y continuidad del nuevo Gobierno. Entre las tropas del conde de las Navas y la capital tan sólo se interponía un escuadrón de granaderos de la Guardia ubicado en Valdemoro, fuerzas a todas luces insuficientes para parar a los amotinados en caso de que quisieran marchar hacia Madrid[17]. Por ello, durante las siguientes semanas, Manzanares fue el foco principal de atención de la política nacional y centro de complejas negociaciones cuyo objetivo principal era devolver a la obediencia a las tropas amotinadas.

La complejidad y criticidad de las negociaciones se ponen de manifiesto por el hecho que desde el 21 de septiembre y durante el mes de octubre la prensa publicó numerosas noticias sobre los continuos viajes entre Madrid y Manzanares de relevantes representantes del Gobierno: Rodrigo Aranda Salazar, conde de Humanes y procurador por la provincia de Jaén[18]; Miguel Chacón Durán, procurador por la provincia de Almería[19]; el diplomático Manuel María de Aguilar Puerta[20]; el secretario particular de Mendizábal, de apellido Schneider[21]; el brigadier Narciso López, comandante general de Ciudad Real[22]. La elección de los negociadores por parte del Gobierno pone de manifiesto el papel preponderante del conde de las Navas, ya que Rodrigo Aranda era pariente suyo y Miguel Chacón y Manuel María Aguilar amigos personales. El Gobierno intentaba influir en el conde de las Navas enviando a personas de su total confianza. Otro factor que confirma que el peso de toda la negociación se llevaba desde Manzanares es una noticia en la que se puede inferir que las juntas andaluzas desconocían los detalles de las conversaciones, ya que reclamaban al conde de las Navas “que les trasladen las comunicaciones que haya con el gobierno, pues a ellas toca en representación de las provincias resolver lo que sea conveniente al procomunal”[23].

Luis Antonio Pizarro y Ramírez, conde de las Navas [24]. 

No sólo se acercaban a Manzanares los enviados gubernamentales, también hay noticias sobre la visita del famoso periodista y escritor José de Espronceda, que quería conocer de primera mano el estado de las negociaciones y persuadir al conde de las Navas para que depusiera su actitud hostil al Gobierno. La estancia de Espronceda en Manzanares provocó un gran revuelo ya que en la prensa se afirmó que Antonio Bernabéu, compañero de Espronceda, había estado a punto de ser fusilado por el conde de las Navas y que ambos eran enviados de Mendizábal[25]. Espronceda y Bernabéu tuvieron que desmentir estas noticias con una carta enviada a la prensa en la que afirmaron que no habían actuado en nombre del Gobierno y que tampoco habían corrido riesgo de ser fusilados. Aunque de opinión contraria al conde de las Navas, habían tenido una acogida favorable y atenta durante su estancia en Manzanares[26].

Otro huésped en Manzanares del conde de las Navas durante estas semanas fue el general Antonio Quiroga, héroe junto a Riego de la sublevación liberal de 1820. Nombrado nuevo capitán general de Granada por el gobierno de Mendizábal fue supuestamente detenido, según la prensa, a su paso por Manzanares a finales de este mes cuando marchaba a ocupar su nuevo puesto[27]. Sin embargo, como puede concluirse de un escrito del propio Quiroga fechado en Manzanares el 11 de octubre, permaneció en la localidad por voluntad propia, apoyando de forma implícita con su presencia a los sublevados[28].

Sobre el contenido de las intensas negociaciones entre el Gobierno y el conde de las Navas hay poca información, aunque se conocen las principales demandas trasladadas por los insurrectos: la ratificación por el Gobierno de todas las resoluciones aprobadas por las juntas, el acceso para los sublevados a cargos en la administración, la eliminación de las partidas carlistas de La Mancha, la detención del conde de Toreno y la convocatoria de Cortes Constituyentes[29]. Esta última demanda era la más importante, siendo además compartida por la mayor parte de las juntas establecidas en todo el territorio nacional. Es más, en general, las juntas vinculaban su disolución al momento en que se realizara esta convocatoria de Cortes. El propio conde de las Navas insistió en dos manifiestos, el primero firmado el 20 de septiembre en Santa Cruz de Mudela y el segundo el 27 de septiembre en Manzanares, sobre este mismo argumento, sobre la necesidad de la aprobación de una nueva constitución como base del reinado de Isabel II. En el caso de Manzanares, estos hechos son un claro precedente histórico del famoso manifiesto que en esta misma población firmó en 1854 el general O’Donnell[30].

Manifiestos del 20 y 27 de septiembre de 1835.
Archivo privado del conde de las Navas. Imágenes cedidas por José María Aguilar Ortiz

Mendizábal maniobró hábilmente frente a estas peticiones tomando una seria de decisiones que colmaron en buena medida las expectativas de las juntas. En primer lugar, ofreció una salida política a los junteros. Con un decreto del 21 de septiembre recuperó las diputaciones provinciales, ya contempladas en la Constitución de 1812, y ofreció a las juntas revolucionarias la posibilidad de integrarse en esta nueva institución. Además, concedió un perdón general por todos los sucesos ocurridos durante el proceso revolucionario, lo que era especialmente importante para posibilitar la vuelta a la legalidad de muchos de los insurrectos. Nombró para importantes cargos a personas que habían jugado un papel muy relevante en las revueltas. Álvaro Gómez Becerra, vocal de la Junta de Zaragoza, fue nombrado ministro de Gracia y Justicia. El conde de Almodóvar, presidente de la Junta de Valencia, pasó a ocupar el cargo de ministro de la Guerra.

El colofón a todas estas medidas tuvo lugar el 28 de septiembre con la convocatoria de unas nuevas Cortes que, sin llegar a denominarse constituyentes, debían tener como objetivo principal reformar el Estatuto Real. Esta convocatoria se hacía sin fecha fija y se establecía como condición previa la reforma del sistema electoral. Mendizábal quería ampliar el derecho al voto a capas más amplias de la sociedad, esperando conseguir con esto una victoria de los progresistas en las elecciones que debían elegir a las nuevas Cortes. Para poder aprobar esta reforma de la ley electoral y para tomar medidas urgentes que la crítica situación del país requería se convocaron para el 16 de noviembre, de forma transitoria, a las Cortes vigentes resultado de las elecciones de junio de 1834.

Con esta enrevesada decisión, Mendizábal se acercaba a la petición principal de las juntas de convocar Cortes Constituyentes sin enfrentarse de forma directa a la regente y los moderados, ya que, de forma inmediata, las únicas Cortes que iban a funcionar eran las del año 1834 en las que los moderados tenían mayoría. Tan arriesgada maniobra se vio coronada con el éxito ya que durante el mes de octubre las juntas revolucionarias que aún persistían acordaron su disolución.

El propio conde de las Navas cedió finalmente y el día 10 de octubre llegó a Madrid con el compromiso de que el Ejército de Andalucía, que seguía acuartelado en Manzanares, saldría en breve en dirección a Aragón a combatir a los carlistas[31]. La Junta Suprema de Andalucía negoció entre el 12 y el 15 de octubre en Madrid su disolución. Tras los acuerdos cerrados el día 15, los representantes de la Junta regresaron a Andújar, haciendo parada en Manzanares, para confirmar a los mandos del ejército que debían ponerse a las órdenes del Gobierno y marchar al punto que éste estableciese[32]. Finalmente, la Junta Suprema de Andalucía se disolvió el día 19 de octubre.

Aún pasaron unos días hasta que se hizo efectiva la marcha del Ejército de Andalucía de Manzanares. Podemos imaginar el tremendo esfuerzo que debió suponer para la localidad abastecer durante tantas semanas a un ejército formado por miles de hombres, las molestias que tuvo que suponer para los vecinos alojar a esta enorme cantidad de soldados y convivir con ellos durante tan largo periodo. Los efectos de esta ocupación afectaron también a las poblaciones cercanas. Los militares enviaron destacamentos a Membrilla, La Solana, Moral de Calatrava, Daimiel, Valdepeñas y Torrenueva para requisar comida, pertrechos y dinero pertenecientes a las encomiendas[33]. Afortunadamente, con el transcurso de los días la presión sobre los menguados recursos de la zona tuvo que disminuir porque las milicias de voluntarios andaluces empezaron a regresar a sus zonas de origen. En los momentos postreros de la presencia de las tropas en Manzanares, las fuerzas habían quedado reducidas a cinco batallones de unidades regulares del ejército[34].

La salida definitiva del Ejército de Andalucía de Manzanares en dirección al frente en Aragón no se produjo finalmente hasta el mañana del 24 de octubre, para gran alivio del Gobierno que veía así por fin desactivado el peligro que suponía para su propia supervivencia la presencia de un ejército sublevado a pocos días de marcha de Madrid[35]. Mendizábal podía al fin continuar con su acción de gobierno libre de semejante amenaza y poner en marcha importantes y transformadoras reformas de la sociedad española.

Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas, septiembre 2023


[1] Panorama español. Crónica contemporánea, tomo III¸ Madrid 1845, página 31.

[2] Panorama español. Crónica contemporánea, tomo III¸ Madrid 1845, página 49.

[3] El Eco del Comercio del 8 de agosto de 1835.

[4] Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real del 6 de septiembre de 1835.

[5] En fecha tan temprana como el 30 y 31 de agosto la Junta de Jaén comenzó el reclutamiento de voluntarios y nombró al coronel Carlos Villapadierna, del regimiento de caballería 4º de Ligeros, comandante general de la Vanguardia del Ejército de Andalucía. Boletín Oficial de la Provincia de Jaén del 2 de septiembre de 1835.

[6] La Gaceta del 4 de septiembre de 1835.

[7] La Abeja del 7 y 10 de septiembre de 1835.

[8] Boletín Oficial de la Provincia de Jaén del 16 de septiembre de 1835.

[9] La Revista Española del 17 de septiembre de 1835.

[10] La Revista Española del 18 de septiembre de 1835

[11] Boletín Oficial de la Provincia de Jaén del 19 y 23 de septiembre de 1835.

[12] Panorama español. Crónica contemporánea, tomo III, Madrid 1845, página 72.

[13] Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real del 20 de septiembre de 1835 y El Eco del Comercio del 24 de septiembre de 1835.

[14] El Eco del Comercio del 24 de septiembre de 1835.

[15] El Eco del Comercio del 24 de septiembre de 1835.

[16] Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real del 20 de septiembre de 1835.

[17] La Revista Española del 5 de octubre de 1835.

[18] La Revista Española del 21 y 23 de septiembre de 1835.

[19] La Abeja del 23 de septiembre de 1835

[20] El Eco del Comercio del 24 de septiembre de 1835.

[21] La Revista Española del 26 de septiembre de 1835.

[22] La Revista Española del 26 de septiembre de 1835, El Eco del Comercio del 27 de septiembre de 1835 y La Revista Española del 2 de octubre de 1835

[23] La Revista Española del 29 de septiembre de 1835.

[24] (RODRÍGUEZ-SOLÍS: 1892-1893).

[25] La Abeja del 4 de octubre de 1835 y La Revista Española del 5 de octubre de 1835.

[26] La Revista Española del 5 de octubre de 1835.

[27] El Eco del Comercio del 15 de octubre de 1835.

[28] El Eco del Comercio del 18 de octubre de 1835.

[29] (FERNÁNDEZ BAUTISTA: 2017). 

[30] Se hace referencia a los manifiestos del conde de las Navas de Manzanares y Santa Cruz de Mudela en el Diccionario biográfico electrónico de la Real Academia de la Historia. https://dbe.rah.es/biografias/58973/luis-antonio-pizarro-y-ramirez. Fecha de acceso 29/08/2023.

[31] La Revista Española del 10, 11 y 13 de octubre de 1835 y El Eco del Comercio del 13 de octubre de 1835.

[32] (CHAMOCHO CANTUDO: 2017) y (FERNÁNDEZ BAUTISTA: 2017).

[33] La Revista Española del 12 de octubre de 1835 y El Eco del Comercio del 6 de noviembre de 1835.

[34] (FERNÁNDEZ BAUTISTA: 2017).

[35] La Revista Española del 26 de octubre de 1835.


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