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sábado, 6 de abril de 2019

EL ESPECTACULAR ATRACO DEL TREN CORREO EN MANZANARES (1872)

En 1872, segundo año del reinado de Amadeo I, la situación política española era crítica. Los dos partidos monárquicos que debían sustentar el nuevo reinado, el Constitucional y el Radical, estaban enfrentados y dispuestos a utilizar cualquier medio para alcanzar el poder. Republicanos y carlistas conspiraban abiertamente para derrocar a la monarquía. Las elecciones generales de abril de 1872 agudizaron las tensiones y el gobierno optó por concentrar a la Guardia Civil en las capitales de provincia, en previsión de posibles levantamientos armados. Esta medida deterioró, más si cabe, la situación de orden público y dejó buena parte del territorio a merced de los bandoleros.

El suceso más llamativo en estos momentos tan críticos, y que fue primera plana de la prensa nacional durante días, fue el espectacular atraco en Manzanares del tren correo el 31 de marzo de 1872[1]. A las nueve de la noche del sábado 30 una partida de unos veinticinco bandoleros armados con trabucos y fusiles retuvieron a los guardas que trabajaban en el paso a nivel que existía en la venta de Consolación, a medio camino entre Manzanares y Valdepeñas. Obligaron a los guardas a levantar los raíles y dejaron las traviesas sobre la vía.

Unas horas después, a las 0:15 del domingo, llegó el tren correo proveniente de Andalucía. Los bandoleros obligaron a los guardas a hacer señales de detención al tren, pero éste no pudo parar, lo que provocó su descarrilamiento al tiempo que los forajidos empezaban a disparar sobre el convoy. Dos guardias civiles y el teniente del ejército José Manuel de Lalama, que formaban parte del pasaje, reaccionaron heroicamente enfrentándose a los bandoleros. El teniente, sable en mano, salió del vagón acompañado por uno de los guardias y se lanzó contra los bandoleros gritando “¡a por ellos!”. Los bandoleros hicieron fuego sobre ellos, hiriendo al teniente en el hombro y reduciendo a ambos. El otro guardia civil se parapetó en el vagón inmediato a la máquina y disparó a los atacantes, pero éstos se encaramaron al techo del vagón y dispararon por el hueco del farol hiriéndolo gravemente de varios perdigonazos en el ojo. Parece que los bandoleros tenían intención de rematar al herido pero el jefe de la partida evitó que lo asesinaran. En algunos periódicos se describió al jefe de los bandoleros, con sorprendente tono amable a tenor de los graves hechos sucedidos, como “un joven de 24 años, de agradable aspecto y distinguidas maneras. Su apellido es francés y muy conocido en aquellas comarcas[2].

Algunos pasajeros, tremendamente asustados por el descarrilamiento y el tiroteo, intentaron huir del tren pero los bandoleros, entre amenazas, les obligaron a subir de nuevo a los vagones. Uno de los viajeros, un actor cómico procedente de Granada, que quizá no obedeció de forma inmediata a los forajidos recibió un tiro de escopeta a bocajarro que le atravesó el cuerpo.


Robo del tren correo ocurrido en Manzanares el 31 de marzo de 1872. Grabado publicado en el semanario La Ilustración Española y Americana del 8 de abril de 1872.  En el centro de la imagen se puede apreciar a los bandoleros subidos al techo del vagón disparando al interior, tal y como ocurrió con el guardia civil herido en un ojo. A la izquierda se representa el disparo contra el cómico de Granada y a la derecha al teniente que sable en mano ataca a los bandoleros.


Una vez que cesó la resistencia, los bandoleros intentaron poner cierto orden en el caos reinante asegurando a los pasajeros que no tenían que temer por sus vidas pues sólo querían el dinero. Los pasajeros refugiados en los vagones, en completo silencio, temían el momento de ser desvalijados, sin embargo, los ladrones se centraron en registrar el vagón de equipajes. Pasada una larga hora de angustia oyeron una voz de “¡fuera!” y un silbido. Los viajeros más atrevidos que se asomaron al exterior contemplaron como los bandidos, unos a pie y otros a caballo, se retiraban con el botín.

Según los testigos, los bandoleros huyeron hacia el sur, en dirección a Sierra Morena, pero seguramente fue una estratagema para despistar a las fuerzas del orden ya que pronto desviaron su ruta hacia la sierra de Siles, en dirección noroeste. Esa misma noche se interrumpió la comunicación telegráfica entre Manzanares y Ciudad Real. Posiblemente fueron los mismos bandoleros los que cortaron los hilos telegráficos durante su huida, para evitar que la noticia del robo llegara a la capital e impedir, de esta forma, que las tropas acantonadas en Ciudad Real pudieran salir en su persecución. El destino final de los asaltantes pudo haber sido los montes de Toledo, donde se refugiaban habitualmente varias partidas de bandoleros. 

Las versiones difieren en cuanto al botín. Según El Imparcial pudo ascender a 40.000 o 50.000 reales, más la recaudación de la compañía ferroviaria que se transportaba en seis cajas hacia Madrid. En otros periódicos se elevaba la cifra a 125.000 o 200.000 pesetas[3].

La noticia del asalto tuvo que llegar a Manzanares sobre las tres de la madrugada. Inmediatamente, el jefe del puesto de la Guardia Civil de la localidad salió en persecución de los ladrones con todos sus efectivos y dio aviso a los puestos de poblaciones cercanas. A su vez, el alcalde envió un telegrama al gobernador civil informándole de la noticia, que seguramente no pudo llegar a su destino por estar la línea cortada. Por su parte, la compañía ferroviaria organizó un tren de socorro en el que viajaron el médico y el ingeniero de la empresa y el juez de Manzanares Luis Angulo. A su llegada al lugar de los hechos, atendieron a los heridos que habían recibido los primeros auxilios de uno de los viajeros, el doctor Santero. El teniente pudo sobrevivir y fue ascendido por su comportamiento heroico durante el asalto[4]. El actor acabó falleciendo a consecuencia del disparo recibido[5] y, respecto al guardia civil, las últimas noticias encontradas indican que probablemente perdió el ojo. El resto de pasajeros y su equipaje se transbordaron al tren socorro y continuaron su viaje sobre las siete de la mañana, después de pasar una larga y angustiosa noche. Llegaron a Madrid a las dos de la tarde, donde les esperaban en la estación sus preocupadas familias.

La Guardia Civil siguió la pista de los bandoleros hacia la sierra de Siles y después hasta Bolaños de Calatrava. En el camino encontraron algunas monedas de cobre, patillas y bigotes postizos, pelucas y, en una caseta entre cenizas aún humeantes, restos de las cajas de caudales en las que las estaciones remitían la recaudación. La Guardia Civil no pudo atrapar a los bandoleros ya que perdió su pista en una zona arbolada de monte[6]. Aunque posteriormente se detuvo e internó en la cárcel de Ciudad Real a una veintena de personas por este asalto, no se pudieron encontrar pruebas concluyentes y fueron puestos en libertad en enero de 1873[7]. Es posible que la presión mediática en torno a este caso llevase a la Guardia Civil a realizar rápidas detenciones que luego no pudieron sustentarse ante los tribunales.

El impacto y la indignación por los hechos sucedidos en Manzanares fueron generales y en toda la prensa se escribieron duras críticas. Incluso en la prensa monárquica más templada, como en El Imparcial, se llegaron a comparar estos hechos con los asaltos de los indios en el oeste americano: 

“Si las pieles rojas supieran la facilidad con la que en el centro de España ha podido cometerse un atropello tan vandálico, seguros estamos de que en vez de intentar poner obstáculos a la marcha civilizadora de los norteamericanos, asaltando a los trenes del ferrocarril del Pacífico, se hubieran venido a esta tierra, donde sus feroces instintos no tenían que temer el rifle de los yankes.”

Otra crítica generalizada era que la decisión del gobierno de concentrar a la Guardia Civil en las capitales durante las elecciones de abril había dejado las zonas rurales a merced de bandoleros y forajidos. Desde El Imparcial también se aseguraba que el director de la empresa ferroviaria del Mediodía había avisado al gobierno de que un grupo de bandoleros estaba planeando asaltar un tren en la línea de Andalucía. En este mismo sentido, desde La Discusión se afirmaba que el jefe de la Guardia Civil de Ciudad Real tenía conocimiento de que se iba a intentar asaltar un tren y que había pedido, sin éxito, permiso para enviar fuerzas que vigilasen la línea ferroviaria. 

En los meses siguientes y hasta el final del periodo conocido como el Sexenio Revolucionario (1868-1874), el deterioro del orden público fue en aumento y los asaltos a los trenes fueron tan frecuentes, especialmente en La Mancha, que dejaron de ser noticia destacada en la prensa.


Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas, abril de 2019.

(Artículo publicado originalmente en la revista Raíz y Rama. Vereda de los hombres, nº 2 de marzo de 2019)



[1] En el relato del asalto se ha seguido en su mayor parte la noticia publicada en El Imparcial del 1 de abril de 1872.








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