La construcción del puente de los Carros en el año 1975 tiene tras de sí una curiosa y entrañable historia familiar. Este puente se construyó junto al actual puente de la Reina, en la madre vieja del río Azuer, y como su descriptivo nombre indica estaba formado por dos carros entrelazados que permitían salvar el cauce. En la actualidad, justo en el lugar en el que estaba el puente de los Carros existe una plataforma de hormigón que también permite cruzar el río.
Puente de los Carros en el río Azuer |
El motivo que llevó a construir este improvisado puente fue, nada menos, que los desvelos de un padre, Blas Márquez Muñoz, preocupado porque sus hijos pudieran cruzar el río para asistir al colegio de San Blas donde estaban escolarizados. En la actualidad resulta difícil imaginar que el río pueda ser un impedimento para asistir al colegio, pero hace casi cincuenta años, cuando sucedieron estos hechos, las circunstancias eran muy diferentes.
El Azuer era, en esa época, un río caudaloso que, aunque podía secarse en los meses más calurosos del verano, recuperaba su caudal con las primeras lluvias otoñales. El protagonista de esta historia, Blas Márquez, natural de Membrilla, se había trasladado a trabajar en el año 1975 con su mujer María Arias Fiérrez y sus tres hijos a una finca conocida con el nombre de "El Platero", propiedad de José Antonio García-Noblejas. Esta finca se caracterizaba por tener un frondosa alameda y cuidados jardines, aunque en la actualidad se encuentra en un deplorable estado de conservación, prácticamente sin árboles, muy lejos de sus años de esplendor.
Al fondo a la izquierda, tras los árboles, la finca "El Platero". En primer plano, en el centro, el puente de la Reina sobre el caz del río. A la derecha, sobre la madre vieja del río puede observarse la plataforma de hormigón donde se construyó el puente de los Carros. Fotografía de Cristóbal López, obtenida de Google Maps. |
En el mes de septiembre, los tres hijos empezaron el curso escolar. Desde la finca "El Platero", donde vivía la familia, tenían que cruzar el cauce del río todos los días cuatro veces, mañana y tarde, para llegar hasta el colegio San Blas. Por aquellas fechas el puente de la Reina estaba en ruinas y sólo quedaban algunas piedras esparcidas por el suelo.
Con las primeras lluvias tras el verano, el agua volvió a fluir por el Azuer, así que Blas Márquez tenía que llevar a sus hijos en una tartana con la que atravesaba el río. Según recuerda Manuel, el hijo mayor, en aquella época ya era un poco pintoresco aparecer en el colegio todos los días con una tartana, como salidos de la serie La casa de la pradera, que por aquellos años se emitía con mucho éxito en Televisión Española.
Conforme el caudal del Azuer crecía dejó de ser viable atravesar el río con la tartana, así que para llegar al colegio tenían que desviarse por el camino de las cuevas del cerro del Moro, por entonces todavía habitadas, llegar a la carretera a la altura de los actuales salones Mabel y, desde allí, continuar hasta el camino de Membrilla donde entraban en Manzanares para llegar al colegio San Blas.
Blas Márquez, cada vez más preocupado, habló con el mayordomo de José Antonio García-Noblejas para que le trasladase a éste que era urgente solicitar a la Confederación Hidrográfica la construcción de un puente. La familia García-Noblejas vivía en Madrid, pero venían frecuentemente a Manzanares a pasar unos días de descanso en la finca. El primer fin semana que estuvo José Antonio García-Noblejas de regreso en la finca llamó a Blas para decirle que la solicitud de construcción del puente llevaría mucho tiempo y que era mejor encontrar otra solución. Blas, persona con ingenio e iniciativa, le propuso construir un puente. Para ello, le pidió a Jose Antonio García-Noblejas que le diese dos carros y que le permitiese talar de la alameda de la finca dos árboles lo suficientemente altos como para que llegaran de un extremo al otro del río. José Antonio no sólo no consideró descabellada esta idea, sino que además le prestó su apoyo. Autorizó a Blas para que el lunes siguiente se acercara a la bodega que tenía en la calle Molinos de Viento para coger los dos carros que necesitaba y, en cuanto a los árboles, le indicó que podía talarlos, pero de la zona más alejada del jardín de la finca. De esta forma se puso en marcha la construcción del puente.
El lunes siguiente a primera hora se presentó Blas en la bodega, como hacían todos los jornaleros cada día antes de ir cada uno a su trabajo. Allí escogió dos carros y se los llevó con una mula a la finca "El Platero" cargados de tableros, algunas vigas viejas de madera, cuerdas y todos los utensilios necesarios para la construcción del puente. Después de comer, ante de llevar a sus hijos al colegio, seleccionó de la alameda de la finca los dos árboles que necesitaba para su proyecto. Aquella misma tarde los taló y los dejó preparados para empezar a tender el puente a la mañana siguiente.
Al día siguiente, cuando sus hijos volvieron del colegio pudieron observar como su padre había hecho con un azadón una especie de cajón en ambas orillas del río que iba a servir de asiento a los troncos de los árboles. Aquella misma tarde, con la mula arrastró el primero de los árboles hasta el río. Una vez allí, se metió en el agua con la mula, intentando colocar el tronco del árbol, pero era larguísimo, pesado e imposible de manejar por una sola persona, al mismo tiempo, que tenía que controlar a la mula asustada por la corriente. Ya anocheciendo, y tras una tarde de grandes esfuerzos, su mujer se acercó al río para decirle que volviera a casa ya que solo no iba a poder colocar los troncos.
Tras una noche sin poder dormir, dándole vueltas a cómo solucionar el problema, Blas se acordó de un vecino, apodado Foro, también de Membrilla que tenía una pequeña finca en las cercanías. Eran paisanos, tenían buena relación y ambos compartían el mismo problema de no poder cruzar el río. A la mañana siguiente Blas fue en busca de Foro y le explicó todo lo que había preparado y que necesitaba ayuda para colocar los troncos y los carros. No hubo ningún problema en ponerse de acuerdo pues el tiempo apremiaba y ambos iban a salir beneficiados. Así pues, al día siguiente por la mañana entre los dos empezaron de nuevo con la construcción del puente.
Los hijos de Blas estaban emocionados con el proyecto y su desilusión no pudo ser mayor cuando a la vuelta del colegio no vieron ningún avance en el puente. Blas y Foro no habían podido colocar los carros porque la corriente era cada vez más fuerte y se llevaba los carros antes de que pudieran anclarlos a los troncos.
La solución para el problema estaba allí mismo, en los restos del puente de la Reina: piedras grandes, cuadradas, de gran peso que eran los últimos vestigios que quedaban del histórico puente. Comenzaron a cargar en un carro las piedras y con la mula las trasladaron unos metros más arriba del río, formando un pequeño dique con el que consiguieron desviar parte del agua hacía el caz del Azuer. De esta forma, consiguieron que el río perdiera fuerza en el cauce de la madre vieja donde querían construir su puente.
En primer lugar, colocaron ambos carros y los aseguraron introduciendo los troncos por su interior y apoyando los extremos en los cajones que había hecho Blas en ambas orillas. Para mayor seguridad, amarraron los carros fuertemente a los troncos con cuerdas. A continuación, colocaron las vigas de madera al través sujetándolas también con más cuerdas y pusieron los tableros para construir una pasarela sobre los carros. Finalmente, rebajaron las orillas para conseguir nivelar el puente con el terreno.
Después de una semana de duro trabajo y muchas dificultades, el puente de los Carros estaba allí, sobre el río. Los hijos de Blas lo cruzaban una y otra vez sin parar como si fuera un juguete nuevo, mientras observaban con total satisfacción y justo orgullo por el trabajo realizado Blas, su mujer y Foro. Se les hizo de noche contemplando el puente y antes de irse para casa Blas dijo: "Esperemos que aguante y esté aquí mañana". Al día siguiente, nada más levantarse, los dos hijos mayores de Blas corrieron para ver si el puente había aguantado la corriente. No solo aguantó esa noche, sino que el puente permaneció en funcionamiento varios años. Al menos hasta 1979, año en el que la familia de Blas dejó la finca de "El Platero" tras el nacimiento de su cuarta hija, el puente aguantó y continuaba permitiendo cruzar el río. Con el tiempo la estructura se fue deteriorando y aunque los carros permanecieron en el mismo lugar ya no era posible pasar a través ellos. Posiblemente el puente acabó desapareciendo en los primeros años de la década de los ochenta.
Sirva este artículo de recuerdo a tan curioso puente y a sus ingeniosos y perseverantes constructores.
Blas Márquez Muñoz, el constructor del Puente de los Carros |
Manuel Márquez Arias y Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas, febrero de 2024.
ENTRADAS RELACIONADAS:
Sirva este testimonio para dar a conocer la desconocida historia del puente de los carros, que aunque muchos lo recuerdan, nadie a quien pregunte supo decirme nada en relación al puente y sirva también de homenaje a la persona que lo construyó.
ResponderEliminarY dar las gracias a Miguel Angel por querer conocer la historia, darle difusión y ser tan perseverante en recuperar la historia menos conocida de Manzanares.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por confirmar en mi para contar esta historia tan interesante
EliminarEntrañable e interesante historia. Enhorabuena por el trabajo de investigación y redacción.
ResponderEliminarSoy Marisol, muy bonita y emocionante historia de un padre no sólo preocupado por la construcción de un puente sino por facilitar la educación de sus hijos y preservarles la vida, la perseverancia es es importante para cumplir los objetivos, enhorabuena por la investigacion
ResponderEliminarGracias por tu comentario, la historia es realmente entrañable. El mérito de este artículo es de Manuel Márquez Arias, hijo mayor de Blas, que me trasladó la historia con todo detalle y mucho sentimiento
Eliminar