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sábado, 15 de febrero de 2025

EL DESCONOCIDO MANIFIESTO DE MANZANARES DE 1835

Si hablamos en Manzanares de un manifiesto es inevitable que inmediatamente pensemos en el proclamado en nuestra localidad en el año 1854 por el general O’Donnell, sin embargo, existe otro manifiesto, mucho menos conocido, que tuvo un desarrollo y unas consecuencias políticas muy similares. Nos referimos al manifiesto de 1835.

En ese año, el Gobierno, encabezado por políticos del partido moderado, se encontraba en una difícil situación. La tibieza de sus reformas, no se había proclamado todavía una constitución a pesar de que habían pasado ya dos años desde la muerte de Fernando VII, y los fracasos militares en la Primera Guerra Carlista contribuían poderosamente a su descrédito. En el verano de 1835 los motines encabezados por los progresistas se extendieron por toda España, exigiendo una completa transformación del sistema político con la reinstauración de la Constitución de Cádiz o la aprobación de una nueva constitución.

Para intentar restaurar el orden público, el Gobierno envió el 9 de septiembre a Andalucía al general Latre, al frente de 2.500 soldados[1]. Las juntas revolucionarias andaluzas que se habián proclamado en las capitales provinciales no sólo no se amilanaron ante el envite gubernamental, sino que además tomaron enérgicas medidas para organizar el Ejército de Andalucía y hacer frente a las tropas de Latre. La Junta de Granada, con fecha 7 de septiembre, envió a todas sus tropas disponibles hacia Despeñaperros. La Junta de Sevilla, dos días después y coincidiendo con la salida de las tropas de Latre de Madrid, propuso que el Ejército de Andalucía estuviese formado por al menos 16.000 hombres (14.500 de infantería y 1.500 caballería) con 7 baterías de artillería. Solicitaba además que todas las fuerzas se congregasen en Andújar y que en esta ciudad se formase una Junta Suprema de Andalucía responsable de armar y dirigir al ejército. La Junta de Jaén proclamó de forma entusiasta su apoyo a la propuesta sevillana el 14 de septiembre[2]. De esta forma, al mismo tiempo que las tropas de Latre avanzaban hacia el sur, el Ejército de Andalucía, formado por unidades regulares del ejército y milicias de urbanos y voluntarios, empezó a congregase en la provincia de Jaén.

Las tropas de Latre, en su avance hasta el sur, llegaron a Manzanares el día 14 de septiembre y fiel a sus órdenes de acabar con la sublevación detuvo a los manzanareños más identificados con los progresistas y los desterró a la capital provincial. Ese mismo día, llegó a Manzanares una comisión de los rebeldes andaluces con intención de negociar. La situación no era nada favorable para las tropas gubernamentales ya que en Manzanares circulaba el rumor de que las juntas andaluzas ya habían conseguido reunir en Despeñaperros un contingente de 6.000 hombres apoyados por 7 piezas de artillería. A pesar de su notable inferioridad numérica, Latre no sólo se negó a conferenciar con la comisión, sino que, además, de forma inmediata, los desarmó y apresó[3].

Por su parte, la vanguardia del Ejército de Andalucía había avanzado hasta Venta de Cárdenas, ya en la provincia de Ciudad Real. Estaba comandada por el coronel Carlos Villapadierna, del regimiento de caballería 4º de Ligeros, pero el liderazgo político lo ejercía Luis Antonio Pizarro Ramírez, conde de las Navas, que había sido uno de los principales líderes progresistas en las Cortes y azote del Gobierno durante toda la legislatura.

Con las tropas de Latre avanzando hasta Santa Cruz de Mudela y el Ejército Andaluz estacionado en Venta de Cárdenas, a menos de 30 kilómetros de distancia, el choque militar parecía inevitable. Los andaluces intentaron una última mediación y solicitaron el día 16 de septiembre que al día siguiente se celebrase una reunión en Almuradiel, población a medio camino entre Santa Cruz de Mudela y Venta de Cárdenas. Latre accedió al encuentro que tuvo lugar el 17 de septiembre con el coronel Carlos Villapadierna y con el conde de las Navas. Desafortunadamente, la reunión terminó sin llegar a ningún acuerdo por lo que todo apuntaba que sería la fuerza de las armas la que decantaría la situación[4]. 

En la noche del 17 al 18 de septiembre, un hecho imprevisto alteró toda la situación y evitó el enfrentamiento armado. La mayor parte de las tropas de Latre se sublevaron en la plaza de Santa Cruz de Mudela dando vivas a la Constitución, a la libertad y a Isabel II. Sólo un escuadrón de granaderos, parte de los artilleros y algunos oficiales continuaron a las órdenes de Latre, por lo que éste, totalmente desautorizado, optó por salir precipitadamente en mitad de la noche en dirección a Madrid.

Huida del general Latre en dirección a Madrid, después de que sus tropas se uniesen a los insurrectos en Santa Cruz de Mudela[5]


El coronel Villapadierna, acompañado por el conde de las Navas, aprovechó la situación y rápidamente se puso en movimiento hacia Santa Cruz de Mudela al frente de sus fuerzas de caballería, llegando a las 7 de la mañana, y asumiendo el mando de las tropas sublevadas[6]. Al día siguiente, el 19 de septiembre, la situación de los revolucionarios se consolidó ya que más tropas procedentes de Andalucía llegaron a Santa Cruz de Mudela: otros 2.500 hombres del regimiento de infantería del Rey, del regimiento provincial de Murcia y batallones de urbanos del reino de Jaén. En los siguientes días estaba prevista también la llegada de las fuerzas enviadas desde Cádiz y Sevilla. Ante tal aglomeración de tropas, el Ejército Andaluz empezó a avanzar hacia el norte. En la prensa se rumorea que su intención era llegar hasta Ocaña, aunque finalmente sólo avanzaron hasta Manzanares donde establecieron su cuartel general[7].

Mientras todos estos hechos sucedían, la situación política nacional había cambiado radicalmente. La regente María Cristina, a pesar de su cercanía ideológica con los moderados, no tuvo más opción, ante los motines que se extendían por todo el país, que entregarle la jefatura del Gobierno al progresista Juan Álvarez Mendizábal. Este nombramiento suponía un éxito para los sublevados, sin embargo, las juntas rebeldes no sólo no se disolvieron, sino que exigieron a Mendizábal reformas inmediatas, siendo la principal de ellas la aprobación de una nueva constitución.

En sus primeros días de Gobierno, los principales esfuerzos de Mendizábal se centraron en negociar con las juntas su disolución y, especialmente, en devolver a la obediencia al Ejército de Andalucía estacionado en Manzanares a pocos días de marcha de Madrid. La complejidad y criticidad de las negociaciones entre el Gobierno y el conde de las Navas se ponen de manifiesto por el hecho de que en los meses de septiembre y octubre la prensa publicó numerosas noticias sobre los continuos viajes entre Madrid y Manzanares de relevantes representantes del Gobierno: los procuradores Rodrigo Aranda Salazar y Miguel Chacón Durán, el diplomático Manuel María de Aguilar Puerta, el secretario particular de Mendizábal o el comandante general de Ciudad Real[8]La elección de los negociadores por parte del Gobierno pone de manifiesto el papel preponderante del conde de las Navas, ya que Rodrigo Aranda era pariente suyo y Miguel Chacón y Manuel María Aguilar amigos personales. El Gobierno intentaba influir en el conde de las Navas enviando a personas de su total confianza. Otro factor que confirma que el peso de toda la negociación se llevaba desde Manzanares es una noticia en la que se puede inferir que las juntas andaluzas desconocían los detalles de las conversaciones, ya que reclamaban al conde de las Navas “que les trasladen las comunicaciones que haya con el gobierno, pues a ellas toca en representación de las provincias resolver lo que sea conveniente al procomunal”[9].
Luis Antonio Pizarro y Ramírez, conde de las Navas[10]

También acudieron a nuestra localidad, al margen de los esfuerzos negociadores del Gobierno, importantes figuras como el periodista y escritor José de Espronceda o el general Antonio Quiroga, héroe junto al coronel Riego de la sublevación liberal de 1820. La estancia de Espronceda en Manzanares provocó un gran revuelo ya que en la prensa se afirmó que Antonio Bernabéu, compañero de Espronceda, había estado a punto de ser fusilado por el conde de las Navas y que ambos eran enviados de Mendizábal. Espronceda y Bernabéu tuvieron que desmentir estas noticias con una carta enviada a la prensa en la que afirmaron que no habían actuado en nombre del Gobierno y que durante su estancia en nuestra localidad habían sido acogidos favorablemente por el conde de las Navas[11]. También se especuló en los periódicos con que el general Quiroga había sido detenido por los sublevados a su paso por Manzanares, cuando marchaba a Granada a ocupar su nuevo puesto de capitán general. Sin embargo, como puede concluirse de un escrito del propio Quiroga fechado en Manzanares el 11 de octubre, permaneció en nuestra localidad por voluntad propia, apoyando de forma implícita con su presencia a los sublevados[12].

Durante estas negociaciones, el conde de las Navas redactó dos manifiestos con el objetivo de influir en la opinión pública en favor de su causa. El primero proclamado el 20 de septiembre en Santa Cruz de Mudela y el segundo el día 27 del mismo mes en Manzanares.

El manifiesto de Santa Cruz de Mudela fue redactado, seguramente, por el conde de las Navas sin conocer aún que Mendizábal había sido nombrado presidente del Gobierno. Es por ello que su objetivo principal era animar a los madrileños a que se sumarán a la sublevación y derrocaran al Gobierno. Seguramente el conde de las Navas pensaba que la victoria final de los sublevados dependía de que la revolución triunfase en la capital de España. Más importante, establecía como objetivo político de la revolución la convocatoria de unas Cortes que debían redactar una nueva constitución, única base sobre la que podía asentarse sólidamente el reinado de Isabel II.

Manifiesto del 20 de septiembre de 1835 de Santa Cruz de Mudela.
Archivo privado del conde de las Navas. Imágenes cedidas por José María Aguilar Ortiz
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El segundo manifiesto, el proclamado en Manzanares el 27 de septiembre en pleno proceso negociador, exigía al nuevo Gobierno de Mendizábal reformas sin las que sería imposible normalizar la situación: “Si el actual Ministro se deja arrastrar de pérfidas sugestiones … no desarmará ni física ni moralmente a los pueblos irritados: obras son amores y no buenas razones”. También hacía de nuevo un llamamiento a los madrileños y a su milicia nacional, para que no cejaran en sus convicciones revolucionarias y que no se enfrentaran con las tropas que aún se mantenían sublevadas, como era el caso del Ejército de Andalucía en Manzanares. El manifiesto terminaba vinculando el éxito de la revolución a la actitud que adoptasen los madrileños: “Alerta pues madrileños: nosotros no seremos esclavos, pero sin vuestra voluntad no podremos haceros libres”.

Manifiesto del 27 de septiembre de 1835 de Manzanares.
Archivo privado del conde de las Navas. Imágenes cedidas por José María Aguilar Ortiz
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Finalmente, la situación se solucionó pacíficamente sin más enfrentamientos. Mendizábal maniobró hábilmente tomando una serie de decisiones que, sin atender a todas las peticiones, colmaron en buena medida las expectativas de los sublevados. Durante el mes de octubre las juntas revolucionarias acordaron su disolución. El propio conde de las Navas cedió finalmente y el día 10 de octubre llegó a Madrid con el compromiso de que el Ejército de Andalucía, que seguía acuartelado en Manzanares, saldría en breve en dirección al frente de Aragón a combatir a los carlistas[13]. La Junta Suprema de Andalucía negoció entre el 12 y el 15 de octubre en Madrid su disolución. Tras los acuerdos cerrados el día 15, los representantes de la Junta regresaron a Andújar, haciendo parada en Manzanares, para confirmar a los mandos del ejército que debían ponerse a las órdenes del Gobierno y marchar al punto que éste estableciese[14]. 

Aún pasaron unos días hasta que se hizo efectiva la marcha del Ejército de Andalucía de Manzanares. Podemos imaginar el tremendo esfuerzo que debió suponer para la localidad abastecer durante tantas semanas a un ejército formado por miles de hombres, las molestias que tuvo que suponer para los vecinos alojar a esta enorme cantidad de soldados y convivir con ellos durante tan largo periodo. Los efectos de esta ocupación afectaron también a las poblaciones cercanas. Los militares enviaron destacamentos a Membrilla, La Solana, Moral de Calatrava, Daimiel, Valdepeñas y Torrenueva para requisar comida, pertrechos y dinero pertenecientes a las encomiendas de las órdenes militares[15]. Afortunadamente, con el transcurso de los días la presión sobre los menguados recursos de la zona tuvo que disminuir porque las milicias de voluntarios andaluces empezaron a regresar a sus zonas de origen. En los momentos postreros de la presencia de las tropas en Manzanares, las fuerzas habían quedado reducidas a cinco batallones de unidades regulares del ejército[16].

La marcha definitiva del Ejército de Andalucía de Manzanares en dirección al frente en Aragón, tras más de un mes en nuestra localidad, no se produjo finalmente hasta el día 24 de octubre, para gran alivio del Gobierno[17]. Mendizábal podía al fin centrarse en su acción de gobierno y poner en marcha importantes y transformadoras reformas de la sociedad española.

No podemos terminar sin comparar los hechos hasta aquí descritos con el posterior, y mucho más conocido, manifiesto de 1854. Las similitudes son numerosas. En ambos casos gobernaban los moderados en una situación de gran descontento y contestación política. En ambas fechas hubo una sublevación militar y los ejércitos rebeldes acabaron estableciéndose en Manzanares. Los dos ejércitos estaban liderados por importantes figuras, el general O’Donnell y el conde de las Navas, que acabaron proclamando un manifiesto en nuestra localidad. Para terminar, ambos sucesos concluyeron con la llegada al poder de importantes políticos progresistas, Espartero y Mendizábal. Quizá la diferencia más significativa es que el manifiesto de 1854 tuvo mucha mayor difusión y relevancia en la evolución de la situación política. A pesar de esto, podríamos concluir que los acontecimientos de 1835 son un claro precedente histórico del manifiesto de Manzanares de 1854.

 Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas, febrero de 2025

Artículo publicado originalmente en la revista Siembra en los números de diciembre de 2024 y enero-febrero de 2025. Ampliado en este blog tras la obtención del texto original de los manifiestos, gracias a la amabilidad de José María Aguilar Ortiz, descendiente directo del conde de las Navas.


[1] La Abeja del 7 y 10 de septiembre de 1835.

[2] Boletín Oficial de la Provincia de Jaén del 16 de septiembre de 1835

[3] La Revista Española del 17 de septiembre de 1835.

[4] Boletín Oficial de la Provincia de Jaén del 19 y 23 de septiembre de 1835.

[5] Panorama español. Crónica contemporánea, tomo III, Madrid 1845, página 72.

[6] Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real del 20 de septiembre de 1835 y El Eco del Comercio del 24 de septiembre de 1835.

[7] El Eco del Comercio del 24 de septiembre de 1835.

[8] La Revista Española del 21, 23 y 26 de septiembre y 2 de octubre de 1835, La Abeja de23 de septiembre de 1835, El Eco del Comercio del 24 y 27 de septiembre de 1835.

[9] La Revista Española del 29 de septiembre de 1835.

[10] RODRÍGUEZ-SOLÍS, ENRIQUE (1892-1893): Historia del Partido Republicano Español: (de sus protagonistas, de sus tribunos, de sus héroes y de sus mártires), Madrid.

[11] La Abeja del 4 de octubre de 1835 y La Revista Española del 5 de octubre de 1835.

[12] El Eco del Comercio del 15 y 18 de octubre de 1835.

[13] La Revista Española del 10, 11 y 13 de octubre de 1835 y El Eco del Comercio del 13 de octubre de 1835.

[14] CHAMOCHO CANTUDO, MIGUEL ANGEL (2017): “Revolución y juntas provinciales: la Junta provincial de Jaén de 1835”, en I Congreso de la Cátedra Blas Infante de Historia de Andalucía, páginas 103-153 y FERNÁNDEZ BAUTISTA, MARÍA DEL PILAR (2017): “El Ejército Andaluz en 1835”, en I Congreso de la Cátedra Blas Infante de Historia de Andalucía, páginas 85-102.

[15] La Revista Española del 12 de octubre de 1835 y El Eco del Comercio del 6 de noviembre de 1835.

[16] FERNÁNDEZ BAUTISTA, MARÍA DEL PILAR (2017): “El Ejército Andaluz en 1835”, en I Congreso de la Cátedra Blas Infante de Historia de Andalucía, páginas 85-102.

[17] La Revista Española del 26 de octubre de 1835.


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domingo, 20 de octubre de 2024

Resumen de la ponencia "MANZANARES, BASTIÓN DEL LIBERALISMO: LOS MANIFIESTOS DE 1835 Y 1854"

En el XXI Congreso de la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha, celebrado en Manzanares el 19 y 20 de octubre de 2024, se ha presentado la ponencia titulada "MANZANARES, BASTIÓN DEL LIBERALISMO: LOS MANIFIESTOS DE 1835 Y 1854". Todas las ponencias del congreso se recopilarán en un libro que se publicará en los próximos meses. Como adelanto al libro, incluimos a continuación el resumen de dicha ponencia, que se expuso en la biblioteca municipal Lope de Vega como parte de los actos del congreso.


Cuando me propusieron participar en este congreso pensé en exponer algún tema histórico que fuera muy representativo del carácter de los manzanareños y que, al mismo tiempo, también fuera curioso y de interés. Recordé que a lo largo de las investigaciones que he realizado en los últimos años sobre la historia de Manzanares siempre me ha llamado mucho la atención el carácter marcadamente liberal de esta localidad durante el siglo XIX. Esto es todavía más llamativo teniendo en cuenta que durante esta centuria en la provincia de Ciudad Real los rivales ideológicos del liberalismo, primero el absolutismo y más tarde el carlismo, tuvieron una fuerte presencia. Y este ha sido el tema elegido finalmente para mi ponencia titulada "Manzanares, bastión del liberalismo: los manifiestos de 1835 y 1854"

Pero antes de continuar con el motivo central de mi intervención quiero hacer una reivindicación del término liberal que, desgraciadamente, está en la actualidad lleno de connotaciones negativas. No hay mayor ataque entre rivales políticos que calificar las iniciativas de otros partidos con los adjetivos de “neoliberal” o “ultra liberal”. Sin embargo, en el siglo XIX el liberalismo era la corriente de pensamiento político más avanzada que representaba el anhelo de muchos ciudadanos de crear una sociedad más justa basada en el reconocimiento de los derechos individuales (expresión, asociación, propiedad…), la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley o la soberanía popular. Para los liberales todos estos derechos debían estar recogidos y protegidos por una constitución. Estos planteamientos son, ni más ni menos, que la base de las modernas democracias occidentales. 

Volviendo al tema principal de mi ponencia, ¿en qué me baso para destacar el carácter liberal de Manzanares? Podría citar muchos acontecimientos, por ejemplo, durante la Primera Guerra Carlista se debatió en las Cortes convertir a Manzanares en la capital provincial por ser el lugar más seguro de la provincia para albergar a instituciones como la Diputación o el Gobierno Civil. Se consideraba a Manzanares el pueblo más afín al nuevo régimen liberal y el que, además, contaba con una Guardia Nacional muy numerosa, formada por vecinos voluntarios, que protegería a las autoridades provinciales ante posibles ataques de los carlistas. De forma similar, en 1823, al final del Trienio Liberal, Manzanares se convirtió, en palabras de otro historiador, en el "Cádiz de La Mancha", por ser el último refugio de las autoridades provinciales antes del triunfo final de los absolutistas.

Sin embargo, en mi ponencia me voy a centrar en dos hechos históricos ocurridos en Manzanares que provocaron nada menos que la caída del Gobierno, como son los manifiestos de 1835 y 1854. Mucho más conocido el segundo que el primero y, sin embargo, ambos muy similares por su desarrollo y repercusiones políticas. Ahora los gobiernos se deciden normalmente en Madrid y, en algunas ocasiones, en Cataluña o el País Vasco, pues en aquella época, o al menos en estos dos episodios, esto ocurría nada menos que en Manzanares.

Para entender lo sucedido en estas dos fechas hay que tener en cuenta que el liberalismo se había escindido en dos corrientes políticas antagónicas que serán los protagonistas de estos hechos: moderados y progresistas. En este caso no se pueden hacer analogías con el presente, no deberíamos identificar ideológicamente a estos partidos con los que actualmente dominan la política española ya que por aquel entonces la izquierda o el socialismo no existían, ya que son un fenómeno político posterior. 

Pasemos ya a describir sin más dilación los acontecimientos ocurridos y las similitudes de ambos procesos. Tanto en 1835 como en 1854 gobernaban los moderados en medio de un gran descontento de la opinión pública. En 1835 el descrédito del Gobierno se debía a la tibieza en las reformas, no se había proclamado todavía una constitución a pesar de que habían pasado ya dos años desde la muerte del absolutista Fernando VII. Adicionalmente, los fracasos militares en la Primera Guerra Carlista contribuían poderosamente al descrédito del Gobierno. En 1854 las causas del descontento eran múltiples: la falta de alternancia habiendo monopolizado el poder los moderados durante la última década; el giro autoritario del Gobierno, que quería aprobar una reforma constitucional muy restrictiva de las libertades individuales; los escándalos de corrupción relacionados con concesiones ferroviarias, que afectaban incluso a María Cristina, la madre de la reina Isabel II. En este último punto de la corrupción, desgraciadamente, poco hemos cambiado en estos dos últimos siglos.

En ambas fechas hubo una sublevación militar para derribar al Gobierno. En 1835 fue el Ejército de Andalucía quién se sublevó y en 1854 fueron parte de las tropas de guarnición en Madrid.

De nuevo, en estos dos periodos, los ejércitos sublevados terminaron estableciéndose en Manzanares. En 1835 el Ejército de Andalucía avanzó hasta Manzanares donde fijó durante semanas su cuartel general y desde donde suponía una amenaza para el Gobierno por su cercanía a Madrid a pocos días de marcha. Y en 1854, tras una batalla de resultado indeciso contra fuerzas leales al Gobierno en las afueras de Madrid, en Vicálvaro, los sublevados se retiraron hasta Manzanares.

Otra similitud es que en ambos casos al frente de los sublevados había importantes figuras políticas. En 1835 el liderazgo político del Ejército de Andalucía lo ostentaba desde Manzanares el Conde de las Navas, que había sido uno de los principales líderes progresistas en las Cortes convocadas el año anterior. En 1854 la sublevación la lideró el general O’Donnell, al que se le unieron en nuestra localidad otras prominentes figuras como fue el caso del general Serrano y Antonio Cánovas del Castillo.

De nuevo, en ambas ocasiones, en Manzanares se redactó y proclamó un Manifiesto. El objetivo principal del Manifiesto de 1854 era atraer a los progresistas a la sublevación. El general O’Donnell era una figura próxima a los moderados, lo que había restado apoyo político a los sublevados. Los partidos de oposición, principalmente los progresistas, consideraban la sublevación como una disputa interna entre diferentes corrientes de los moderados. Los guiños del Manifiesto hacia las posiciones políticas progresistas (ampliación del derecho al voto, descentralización en favor de los ayuntamientos, recuperación de la milicia nacional, etc.) fueron decisivos para que éstos se unieron a la sublevación. De esta forma, el Manifiesto de Manzanares del año 1854 fue decisivo para que una sublevación militar al borde del fracaso se convirtiera en una revolución popular que se acabó extendiendo por toda España. En este caso, sí que hay diferencias respecto a 1835 ya que el Manifiesto de ese año redactado por el Conde de las Navas, cuya principal reclamación era la proclamación de una constitución, no tuvo tanta repercusión política. En 1835 el poder de los sublevados se basaba más en el numeroso Ejército de Andalucía, acantonado en Manzanares tan cerca de Madrid, que en la fuerza de las ideas transmitidas en su Manifiesto.

Finalmente, ambos episodios tuvieron un resultado muy parecido: los gobiernos moderados cayeron y fueron sustituidos por gabinetes liderados por grandes figuras del partido progresista. En 1835 encabezó el nuevo Gobierno Juan Álvarez de Mendizábal, que al año siguiente aprobaría la importante desamortización de los bienes eclesiásticos, y en 1854 la presidencia recayó en el general Espartero, manchego originario de Granátula de Calatrava.

Esta es una explicación muy rápida de los hechos, ambos acontecimientos tienen una gran complejidad interna de mucho interés y para más información les remito a mi ponencia. No querría terminar sin hacer un llamamiento. Estamos en una época en la que cualquier acontecimiento histórico se interpreta a la luz de la más inmediata actualidad política, en la que fácilmente se hacen bandos calificando a todos los personajes históricos como amigos o enemigos. Creo que ha llegado la hora de que los españoles se reconcilien con su historia y, en este caso concreto, que los manzanareños y todos los castellanos manchegos, de cualquier ideología, se sientan legítimamente orgullosos de estos acontecimientos en los que Manzanares ocupó un lugar central en la historia y evolución política de España.

Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas, 19 de octubre de 2024.

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