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domingo, 22 de marzo de 2020

MANZANARES HACE 200 AÑOS: El trazado urbano según los Cuadernos Generales de Riqueza (1820)

Aprovechando la valiosa información que contienen los Cuadernos Generales de Riqueza de 1820 que se conservan en el Archivo Municipal de Manzanares, y que han sido explicados en una entrada anterior de este blog, vamos a publicar una serie de artículos cuyo objetivo es describir como era Manzanares dos siglos atrás, en tiempos del reinado de Fernando VII. El primero de estos artículos está dedicado a explicar cómo era el trazado urbano de nuestra localidad.

En los Cuadernos Generales de Riqueza los contribuyentes se ordenan por las calles en las que residen. De esta forma, podemos saber el nombre de todas las calles existentes en 1820 y el número de vecinos que vivían en ellas. Con esta información se ha elaborado un plano del Manzanares de hace dos siglos. Para facilitar la lectura del texto se van a nombrar las calles por su nombre actual y entre paréntesis se pondrá, en caso de que haya variado, el nombre que tenían en 1820.

Pulse sobre esta enlace para ver la imagen en su tamaño original.

La población de Manzanares, que rondaría los 8.400 habitantes, residía en un casco urbano considerablemente más pequeño en comparación con la actualidad. Desde el núcleo medieval en torno al castillo, la localidad había crecido principalmente en dirección norte, por las calles del Virgen Carmen y Jesús del Perdón (Ancha), y en dirección este, por las calles Empedrada y San Marcos.

Hacia el sur la ciudad no había avanzado prácticamente desde su fundación en tiempos medievales, ya que el límite de la localidad lo marcaba el castillo y la calle Independencia (Toledillo). Hacía el oeste, el crecimiento estaba limitado por el caz del río Azuer, que discurría muy próximo a la localidad por los actuales paseos del Río. Manzanares llegaba hasta la avenida Cristóbal Colón (Fachada del Río y San Isidro) pero debería ser una calle mucho más corta que en la actualidad y escasamente poblada ya que la proximidad del río, y por tanto las posibilidades que ofrecía para el riego, hacía que esta zona estuviese llena de huertas y escasamente urbanizada. Por el norte, la población terminaba en calles Gibraltar (Donas) y Virgen de la Paz (Estación) y por el este, las últimas calles eran Jacinto Benavente (Lugarejo) y Molinos de Viento (Cañameros y Cruz de Toledillo). 

La fisonomía y economía de Manzanares estaba muy marcada por la existencia del Camino Real, que atravesaba la población y que comunicaba Andalucía y Madrid. El Camino entraba en la localidad desde el norte por el actual paseo de la Estación y salía en dirección sur por la avenida de Andalucía. El tráfico de mercancías y personas por el Camino había propiciado la existencia de numerosas ventas, posadas y mesones en Manzanares y sus alrededores. En 1804, según el “Expediente del Conde Guzmán[1], había siete posadas y un mesón en el núcleo urbano y tres ventas en las cercanías. La Guerra de la Independencia supuso un duro golpe para este sector económico ya que, según el Manuscrito de La Merced, cuatro posadas acabaron arruinadas y el resto muy deterioradas. Tenemos constancia de que en los años posteriores a la guerra se restauraron varios de estos de edificios y volvieron abrir sus puertas al público, retomando esta importante actividad económica de Manzanares.

La mayor parte de estos establecimientos se situaban en el recorrido del Camino Real, especialmente en las entradas de la población. La posada de Treviño, en la esquina de las calles Pérez Galdós y Toledo, era el primer edificio de Manzanares que podían ver los viajeros que llegaban desde Madrid. En el extremo contrario, en la avenida Cristóbal Colón (San Isidro y Fachada del Río) se encontraban la posada nueva del marqués de Salinas y la posada del Río. Muy cercanas a éstas, en la calle de la Cárcel se ubicaba el mesón del Toro. Mención especial merece la posada del Río, que continuó con su actividad hasta finales del siglo XX, siendo demolido el centenario edificio en 1992.

Posada del Río en el siglo XX.

La zona comercial por excelencia de Manzanares era la plaza, donde se celebraba el mercado, y las calles cercanas como la de la Cárcel. Buena parte de los vecinos que vivían en esta zona tenían ingresos por tiendas, que ocuparían seguramente los bajos de sus viviendas.

Entre los edificios civiles más importantes que existían en Manzanares en la época podemos destacar la casa consistorial, el pósito municipal, la casa de la tercia, el castillo, la cárcel o el hospital de San Cayetano.

La casa consistorial se ubicaba en la plaza, en el edificio que actualmente se utiliza como salón de plenos del Ayuntamiento. El pósito municipal en la calle Manifiesto (Cruz del pósito) era un depósito de cereales de carácter público cuyo objetivo era estabilizar los precios y evitar el desabastecimiento. En épocas de abundancia compraba cereal para almacenarlo, que en momentos de escasez prestaba a los agricultores a bajos tipos de interés.

La casa de la tercia, entre las calles Villareal y Tercia, fue construida en el siglo XVI por el comendador Alonso Fernández de Córdoba y Aguilar para que sirviese de almacén de los productos agrícolas y ganaderos que pagaban los vecinos por los diezmos. El edificio recibió este nombre por la forma de reparto de la recaudación obtenida por este impuesto: dos tercios correspondían a la Encomienda y uno al arzobispado de Toledo.        

Fachada de la casa de la tercia en la calle Villareal.

El castillo era el centro administrativo de la Encomienda y en sus orígenes servía también de residencia para el comendador. Desde 1733 el cargo de comendador de Manzanares había recaído en infantes de España que nombraban a administradores para que gestionasen la Encomienda, mientras seguían residiendo en la Corte. Por tanto, el castillo había perdido ya desde el primer tercio del siglo XVIII esta función de residencia de los comendadores.

El aspecto del castillo en 1820 debía ser todavía el de una fortaleza de carácter militar. En la reciente guerra de la Independencia los franceses lo habían utilizado como cuartel y habían realizado obras para reforzar sus defensas. Años después, en 1836 durante la Primera Guerra Carlista, el castillo sirvió de protección a las tropas isabelinas. Ante la proximidad del general carlista Cabrera, la guarnición isabelina abrió el foso que rodeaba la fortaleza para mejorar su capacidad defensiva[2].

La primera línea de defensa del castillo era el ya mencionado foso, que tenía un ancho y una profundidad de 4 varas (3,35 metros). A continuación, se encontraba la muralla almenada que rodeaba todo el recinto en forma de cuadrado y que contaba en las esquinas con al menos dos cubos o torres. El perímetro total de la muralla rondaba los 267 metros. Hasta el siglo XVI se accedía al castillo por un puente levadizo, pero tras un accidente del comendador, que cayó con su caballo al foso por el mal estado de la madera, se decidió construir un puente fijo de cal y canto, con un solo ojo y pretiles a ambos lados. En el interior del recinto, organizado en torno a tres patios, destacaba la imponente torre del homenaje de cuatro cuerpos de altura y que permitía una visión privilegiada de toda la zona circundante. Un rasgo muy característico del castillo de Manzanares es que sus murallas estaban construidas con tapial (tierra arcillosa compactada), en lugar de utilizarse otro material más resistente como la piedra. No es nada habitual que pervivan hasta el presente fortalezas de tapial con ochos siglos de historia a sus espaldas[3].

Plano del castillo de Manzanares, realizado por Juan de Ávila Gijón Granados.
Publicado en el programa de las Jornadas Medievales de 2014.


Fotografía más antigua que se conserva del castillo de Manzanares (1900).

Otro importante edificio era la cárcel, que estuvo en funcionamiento como prisión del partido judicial durante el siguiente siglo hasta el año 1929. Sobre el solar en el que estaba ubicada la cárcel se construyó en 2003 la actual biblioteca municipal.

En la calle Virgen de la Paz (Estación) encontramos el último de los edificios civiles que hemos enumerado: el hospital de San Cayetano, de reciente fundación en 1820. La Guerra de la Independencia había supuesto la destrucción por las tropas francesas del antiguo hospital de Altagracia, cuyo origen databa de finales del siglo XV, dejando a Manzanares sin ninguna institución sanitaria. Tras el final de la guerra en 1814 se creó una junta de carácter benéfico encabezada por algunos de los mayores contribuyentes[4] de Manzanares que consiguieron poner en marcha el nuevo hospital de San Cayetano. Para ello, contaron con el apoyo del infante Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, que donó una casa de su propiedad en la calle Virgen de la Paz (Estación) para que sirviera de sede del nuevo hospital[5]. Este hospital, bajo diferentes nombres, estuvo en funcionamiento hasta 1973, cuando se inauguró el hospital Virgen de Altagracia.

Otros edificios destacables del Manzanares de 1820 eran las casas señoriales o solariegas de familias hidalgas y nobles. Muchas de estas familias se asentaron en Manzanares a consecuencia de su nombramiento para ejercer cargos, reservados al estamento nobiliario, en la Encomienda o en la administración municipal. Estas casas se ubicaban en las cercanías de la plaza, en calles como Virgen del Carmen, Empedrada, Manifiesto (Cruz del Pósito), Monjas, Cárcel o Jesús del Perdón (Ancha). Los escudos nobiliarios en sus elegantes fachadas las hacían destacar sobre el resto de edificios de la población. Estas casas solían estar divididas en dos zonas muy diferenciadas. La zona más noble, destinada a vivienda de sus propietarios, se articulaba en torno a un patio principal con columnas. Desde este patio salía la escalera principal que daba acceso a la segunda planta. En la parte posterior de la vivienda solía haber un gran corral que se usaba para cuadras de animales, almacenamiento de productos agrícolas u otras actividades económicas. Las casas solían contar con cueva, utilizada en muchos casos como bodega para la elaboración de vinos.

Patio principal de la casa de los Merino en la calle Virgen del Carmen.

Aunque en la actualidad este patrimonio histórico puede pasar desapercibido para los manzanareños, todavía se conservaban numerosas casas señoriales o solariegas en el caso antiguo. En el “Catálogo de bienes y espacios protegidos del plan de ordenación municipal de Manzanares”, elaborado en 2016, se identificaron 23 casas señoriales o solariegas anteriores a 1820, muchas de ellas del siglo XVI, que contaban con 13 escudos nobiliarios en sus fachadas[6].

Escudo de la casa palacio marqués de Salinas en la calle Virgen del Carmen.

La casa palacio del marqués de Salinas, en la calle del Virgen del Carmen, es sin duda el ejemplo más relevante de este tipo de edificios. Los Salinas eran una familia hidalga procedente de Burgos que se asentaron en Manzanares para ejercer el cargo de alcaide del castillo en tiempos del comendador Gonzalo Fernández de Córdoba (1526-1545). Durante generaciones, miembros de la familia ejercieron diferentes puestos de responsabilidad en Manzanares como alcaides del castillo, administradores de la Encomienda o regidores perpetuos. A mediados del siglo XVIII, el rey de Nápoles Carlos VII, que posteriormente sería nombrado rey de España con el nombre de Carlos III, concedió el marquesado de Salinas a una rama de la familia asentada en Nápoles. En 1804 Agatino Chacón-Salinas, III marqués de Salinas, regresó a España desde Italia recuperando la propiedad de todos los bienes de la familia[7]. En 1820 las rentas obtenidas por el marqués en Manzanares ascendían a 13.297 reales, que, aun siendo considerables, estaban lejos de los ingresos obtenidos por los vecinos más pudientes.


Casa palacio del marqués de Salinas en la calle del Virgen del Carmen.

En la misma calle Virgen del Carmen se encuentra otra relevante casa solariega perteneciente a la familia Merino, edificio utilizado en la actualidad como sede del Centro Cultural Ciega de Manzanares. En esta casa se alojó en 1575 Santa Teresa de Jesús, con ocasión de un viaje que realizaba entre Malagón y Beas de Segura. Este tipo de casas eran propiedad de los vecinos más acaudalados de Manzanares. En este caso, el dueño del edificio en 1820 era Juan José Merino de la Fuente Parreño[8], que con una renta de 38.177 reales era el cuarto mayor contribuyente de la localidad. La relevancia de la familia Merino se pone de manifiesto por sus enlaces matrimoniales. La hermana de Juan José estaba casada con el conde de la Casa Valiente y el propio Juan José había emparentado con otra importante familia de La Solana, los Antolínez de Castro[9].


Casa solariega de los Merino en la calle Virgen del Carmen.

En la calle Jesús del Perdón (Ancha), esquina con la calle Mayorazgo, se encontraba otra destacable casa solariega, propiedad de la familia Quesada. El origen de la familia en Manzanares fue Bernardo de Quesada que en el siglo XV se asentó en la localidad como acompañante de su tío, el nuevo comendador Alonso Dávila. Esta casa desafortunadamente fue derribada en la segunda mitad del siglo XX para hacer un bloque de pisos de cuestionable estética. La actual Casa de la Cultura de Manzanares, contigua a la anterior, podría haber sido en el pasado también propiedad de esta familia. Los Quesada tenían instituido un mayorazgo cuyo titular en 1820 era Donato de Quesada Arce que, como ya hemos comentado, era el vecino más acaudalado de Manzanares con una renta de 44.592 reales.

La casa solariega de los Quesada está en la fotografía a la izquierda en segundo plano, en la esquina de la calle Jesús del Perdón con Mayorazgo

Tras repasar algunos de los ejemplos más representativos de la arquitectura civil de Manzanares, no podemos dejar de lado las más importantes edificaciones de la época: iglesias, ermitas y conventos. La más relevante era sin duda la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Fue inaugurada en 1520 para sustituir a la antigua iglesia parroquial ubicada originalmente en las proximidades del castillo, posiblemente en el mismo lugar que ocupa en la actualidad el colegio San José.

En 1571, tras la celebración del Corpus Christi, una vela puesta delante del Santísimo Sacramento provocó un incendio que durante tres horas devastó el templo destruyendo el retablo, joyas y ornamentos. Tuvieron que pasar casi 40 años hasta que se reunieron los fondos suficientes para acometer la construcción de un nuevo retablo. Habría que esperar hasta julio de 1608 para ver terminado el nuevo retablo de estilo manierista en el que participaron artistas de primer nivel. Fue realizado por los hermanos Ruiz de Elvira, procedentes de Almagro. En las calles del retablo se incluyeron cuatro lienzos pintados por el italiano Bartolomé Carducho, que había colaborado en la decoración del monasterio de El Escorial y que llegó a ser pintor de cámara de Felipe III. Los frescos de la bóveda fueron realizados por el también italiano Juan Bautista Peroli, autor de los impresionantes frescos del palacio del marqués de Santa Cruz, en la cercana localidad del Viso del Marqués. Todas estas obras, junto a su impresionante portada principal, convirtieron a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en una de las más valiosas obras de arte del Campo de Calatrava. En 1820, año en el que se cumplía el tercer centenario de su inauguración, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción conservaba todo su esplendor artístico. Desgraciadamente, buena parte de este patrimonio, acumulado durante siglos con el esfuerzo de generaciones de manzanareños, se perdió con el incendio de julio de 1936, en los inicios de la Guerra Civil española. Este conflicto bélico fue, sin lugar a dudas, el más destructivo y oneroso para el patrimonio artístico de Manzanares.

Altar mayor de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
Fotografía realizada entre 1927 y 1936 por el portugués Antonio Passaporte.
  (Colección Casa Lotty).

Una de las fotografías más antiguas que se conservan del exterior del templo.
Fue tomada el 6 de marzo de 1896 por el francés Óscar Vaillard Gascard.

La importancia de la religión en la sociedad española de principios del siglo XIX se pone de manifiesto en la existencia de al menos siete ermitas en el reducido casco urbano del Manzanares de 1820. Sólo tres de estas ermitas se conservan en la actualidad: San Antón, de la Veracruz y Virgen de la Paz (ésta última llamada de Santa Quiteria en 1820). Tres desaparecieron a consecuencia de los procesos desamortizadores del siglo XIX (San Juan, San Isidro y San Sebastián) y una cuarta (Nuestra Señora de Gracia) fue destruida durante la Guerra Civil.

La ermita de San Juan estaba ubicada en la esquina de la calle Virgen de Gracia (San Juan) con Blas Tello (Monjas), en el solar en el que actualmente ocupa un edificio de Telefónica.  Fue utilizada como colegio hasta los años 60 del siglo XX. La ermita de San Isidro se localizaba en la entrada del Camino Real de Andalucía, aproximadamente en el mismo sitio en el que actualmente se ubica el kiosco de la música. La ermita de San Sebastián fue comprada durante la desamortización por el marqués de Salinas e integrada en su casa palacio de la calle Virgen del Carmen.

Antigua fotografía de la ermita de San Antón.

De especial relevancia en la época era la ermita de Nuestra Señora de Gracia.  Su tamaño, antigüedad, riqueza artística y devoción de los vecinos le hacían destacar sobre el resto de ermitas. Se empezó a construir en 1493 sobre otro antiguo templo de menores dimensiones. A sus alrededores se encontraba el cementerio parroquial, principal lugar de enterramiento en Manzanares.

Hasta principios del siglo XIX, el lugar habitual de enterramiento era en el interior o los alrededores de recintos religiosos como iglesias, monasterios o ermitas. En el año 1787, una Real Orden de Carlos III dispuso que se construyeran los cementerios fuera de las poblaciones, ley que fue reiterada durante el reinado de su hijo Carlos IV en 1804. El objetivo de estas leyes era evitar que se propagasen enfermedades o epidemias por la descomposición de los cadáveres. A consecuencia de esta normativa, la mayor parte de los enterramientos en Manzanares se empezaron a realizar en el cementerio de la ermita de Nuestra Señora de la Gracia, que como podemos comprobar en el plano de 1820, estaba en las afueras del casco urbano y que, por tanto, cumplía con los requisitos de la nueva legislación. Fue el único templo que no fue reconstruido tras la Guerra Civil. Hubo que esperar hasta 1975 para que, en el mismo solar que ocupó la ermita de Nuestra Señora de Gracia, se construyese la iglesia de Nuestra Señora de Altagracia.

Ermita Nuestra Señora de Gracia.
Foto obtenida del libro “Manzanares: Guerra de la Independencia” de Antonio García-Noblejas.

Retablo barroco de la ermita de Nuestra Señora de Gracia.
Foto obtenida del libro “Manzanares: Guerra de la Independencia” de Antonio García-Noblejas.

El único convento existente en Manzanares en 1820 era el de las franciscanas, inaugurado en 1592 y que ha estado en funcionamiento durante más de cuatro siglos, hasta su reciente cierre 2018. La Guerra de la Independencia había supuesto, poco años antes, la desaparición del convento de los Carmelitas Descalzos, al ser demolido por las tropas francesas para dejar una gran zona libre de edificios alrededor del castillo, para mejorar sus opciones de defensa.

Para terminar, otra conclusión muy interesante que se puede obtener a partir de los Cuadernos Generales de Riqueza relacionada con el trazado urbano es la distribución de la riqueza por calles y barrios, pudiéndose identificar zonas claramente diferenciadas por su nivel de renta. En general, en el casco antiguo, en las calles alrededor de la plaza, vivían los vecinos con mayor renta. La renta media por vecino superaba los 3.000 reales en calles como Carmen, Mayorazgo, Reyes Católicos (Trompas), Morago, Villareal, Manifiesto (Cruz del Pósito) y Doctor Fleming (Doctor). En esta zona el número de pobres y jornaleros no llegaba al 10% de los vecinos.

En las afueras de la población se encontraban los barrios con peor situación económica, con una renta media que no llegaba a los 300 reales y más de un tercio de los vecinos calificados como pobres o jornaleros. En el límite norte de Manzanares destacaban por su nivel de pobreza la parte final de la calle Jesús del Perdón (Chorrero) y las calles Gibraltar (Donas) y Carrilejo. Hacia el este se localizaba otra zona depauperada en las calles San Marcos, Molinos de Viento (Cañameros) y Jacinto Benavente (Lugarejo). En el límite suroeste de Manzanares las calles con menor renta eran Zacatín y la avenida de Cristóbal Colón (Fachada del Río y San Isidro). 

Estas diferencias de renta tan acusadas se explicarán más en detalle en un próximo artículo dedicado a las clases sociales del Manzanares de 1820. 

Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas, marzo de 2020






[1] El “Expediente del Conde Guzmán” fue realizado en 1804 por orden del inspector general de caminos, José Naudín y Guzmán. El objetivo del documento era obtener información de todas las posadas existentes en los seis caminos reales a fin de mejorar el hospedaje en estas rutas y facilitar el tránsito de los viajeros. El expediente puede consultarse en el Archivo Histórico Nacional.

[2] Periódico El Castellano del 17 de noviembre de 1836.

[3] Para la descripción del castillo se han seguido las siguientes fuentes:

[4] Los promotores del nuevo hospital fueron:
  • Estalisnao Fontes: 25.288 reales de renta y undécimo mayor contribuyente.
  • Francisco Quesada: Falleció en 1818 y sus hijos acumulaban una renta de 44.592 reales, siendo los segundos mayores contribuyentes.
  • Pedro Joaquín Álvarez: 8.669 reales de renta.
  • Juan Merino: 38.177 reales de renta y cuarto mayor contribuyente.
  • Pedro Antonio Carrascosa.

[5] La información sobre el hospital de San Cayetano se ha obtenido de:

[6] Los escudos nobiliarios incluidos en el “Catálogo de bienes y espacios protegidos del plan de ordenación municipal de Manzanares” están ubicados en:
  • Casa del Conde de Sevilla La Nueva en la Plaza de la Constitución, nº8.
  • Casa de Cantalejo en la calle Virgen del Carmen, nº 12.
  • Casa palacio del marqués de Salinas en la calle Virgen del Carmen, nº13.
  • Calle Monjas, nº2.
  • Casa del conde de Casa Valiente en la calle Monjas, nº7.
  • Casa del Conde Aguilar” en la calle Empedrada, nº19.
  • Plaza de la Constitución, S/N.
  • Calle de la Cárcel, nº1.
  • Calle de la Cárcel, nº2.
  • Casa de los Leones en la calle del Manifiesto, nº5.
  • Casa de la Capellanía o de los Corchado en la calle Jesús del Perdón, nº4.
  • Casa del Mesoncillo en la calle Jesús del Perdón, nº8.
  • Casa de la calle Obispo Carrascosa, nº2.

[7] La información sobre la familia Salinas se ha obtenido de:
  • “Manzanares: Guerra de la Independencia”, Antonio García-Noblejas García-Noblejas”, Instituto de Estudios Manchegos”, 1982, páginas 277-281.
  • La estirpe de los Salinas en Manzanares (I)”, Antonio Bermúdez García-Moreno, octubre de 2016.

[8] “Manzanares: Guerra de la Independencia”, Antonio García-Noblejas García-Noblejas”, Instituto de Estudios Manchegos”, 1982, páginas 284-285.

[9] El más relevante miembro de la familia había sido Juan Restituto Antolínez de Castro y Aguilera (1686-1785), que fue teniente general de los ejércitos reales, comandante general interino del reino de Mallorca y comandante general de Extremadura.



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jueves, 12 de marzo de 2020

Publicación del libro "LA MANCHA DEL SIGLO XIX EN LAS FOTOGRAFÍAS DE ÓSCAR VAILLARD"

Óscar Vaillard Gascard (1859-1941), apasionado de la fotografía, fue un ciudadano francés que se estableció en Alicante por motivos laborales en la última década del siglo XIX. Trabajaba para una firma francesa de vinos y debido a su profesión, realizó numerosos viajes por La Mancha, teniendo relaciones comerciales con bodegueros de la zona. En sus viajes por España, Óscar Vaillard aprovechaba para captar con su cámara escenas de la vida cotidiana en celebraciones religiosas, mercados, posadas, etc. 

Llegó a acumular una enorme colección de unas 3.000 fotografías, de las cuales la mayor parte de ellas fueron tomadas en Alicante y en Jumilla, en la provincia de Murcia. En la zona de La Mancha realizó unas 60, pero desafortunadamente sólo se han podido localizar 22 de ellas realizadas entre 1895 y 1896: 13 de Campo de Criptana, 2 de Alcázar de San Juan, 3 de Villa de Don Fadrique y 4 de Manzanares. Las fotografías han sido recuperadas, organizadas y digitalizadas gracias a los esfuerzos de su nieto José Manuel Collado Vaillard.


En el libro "La Mancha del siglo XIX en las fotografías de Óscar Vaillard", cuyo coordinador y máximo impulsor es Alfonso Montero Cano, se recogen las fotos manchegas de Óscar Vaillard y se intenta contextualizarlas desde un punto de vista geográfico, histórico y cultural. La importancia de la colección de fotos de La Mancha de Óscar Vaillard radica en ser una de las más antiguas conservadas, aunando a la vez una notable calidad. Además, la temática de las fotos es muy completa incluyendo monumentos, paisajes, personajes y costumbres. Por último, el hecho de que las fotos estén anotadas en el reverso por el autor, indicando la fecha y el lugar, ayudan enormemente a su interpretación.

El libro incluye una biografía de Óscar Vaillard escrita por Plácido Guardiola Jiménez, profesor titular de la Universidad de Murcia. Para cada una de las cuatro poblaciones manchegas visitadas por Vaillard se ha realizado una introducción de la situación histórica de estas localidades a finales del siglo XIX y una descripción de cada una de sus fotografías. Los autores que han elaborado los textos de cada población son:

  • José Fernando Sánchez Ruiz y Francisco José Atienza Santiago por Alcázar de San Juan
  • María Dolores Olivares Muñoz y Antonio Lucas Fernández por Campo de Criptana.
  • Antonio Bermúdez García-Moreno y Miguel Ángel Maeso Buenasmañanas por Manzanares.
  • José Manuel Mendoza Marín por La Villa de Don Fadrique.

El libro está a la venta en Amazon al precio de 3,72 euros en formato papel y a 1,99 euros en formato electrónico en el siguiente enlace:


Entre el 13 y 17 de marzo se podrá descargar de forma gratuita el libro en formato electrónico desde este mismo enlace.







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